¿Qué?
En estos coloquios y otros semejantes pasaron la noche amo y mozo.
     Don Quijote y Sancho Panza charlan sin parar a lo largo de todo el Quijote. Su coloquio, que ya dura cuatrocientos años, ocupa casi un sexto de la obra: más de setenta mil de sus palabras. Todas ellas han sido impresas, citadas, analizadas y desmenuzadas hasta la saciedad; sus ecos suenan a diario en no pocos giros y expresiones que hemos heredado con la lengua común, mientras en innumerables estanterías los personajes, en animación suspendida, las repasan a la espera de la orden de activación.
     Pero el coloquio siempre es el mismo. Ni siquiera disponemos de esos tantos otros semejantes que Cervantes menciona a menudo, sin decidirse nunca a contarnos.
     En esta nuestra edad de silicio, sin embargo, mediante artes combinatorias y algorítmicas podremos extraer del coloquio original otros muchos semejantes que, quizá con la ayuda de algún alucinógeno, podrían haber sido.
     No inventaremos otras palabras, solo las que uno dice al otro, y el otro al uno, pero en otras disposiciones. Ellos hablarán párrafo tras párrafo, página tras página, en galimatías, pero entre los resquicios se destilará, no el Quijote, sino la quintaesencia de las inclinaciones, anhelos y obsesiones de sus protagonistas.
     Y página tras página, tomo tras tomo, llenarán alguna balda, en algún recóndito pasillo de alguna remota ala de la Biblioteca de Babel, en una sección cuyo nombre no quiero imaginar.
  ¿Por qué?
Ahí está el punto, y ésa es la fineza de mi negocio. Que volverse loco un caballero andante con causa, ni grado ni gracias; el toque está en desatinar sin ocasión, y dar a entender a mi dama que si en seco hago esto, ¿qué hiciera en mojado?
     .
  ¿Dónde y cuándo?
pues la fortuna nos ha concedido tiempo y lugar, no me niegues tú la ventura que puedes darme
     Allí entonces y aquí ahora.
  ¿Cómo?
andan entre nosotros siempre una caterva de encantadores que todas nuestras cosas mudan y truecan, y les vuelven según su gusto
     Del texto del Quijote se han extraído exclusivamente los fragmentos de diálogo entre don Quijote y Sancho Panza, y se han procesado por separado.
     Cada parlamento está formado por las propias palabras de cada personaje, desordenadas por ordenador, pero siempre empezando en un principio y acabando en un final, y ninguna detrás de otra a la que no siga en algún lugar del original.
     De otra manera: cada pareja de palabras consecutivas que cada personaje dice aquí, la dijo alguna vez en la obra, dirigiéndose al otro. Al variar el control de coherencia hacia «más», sucesivamente cada tres, cuatro, cinco, o seis palabras consecutivas aparecen alguna vez, en ese orden y dichas por su personaje, en el original.
     Absurdamente, para estos fines, llamamos palabras también a los signos de puntuación.
  ¿Quién?
     Rafael Millán, permutador jefe.
     [coloquioperpetuo arroba gmail punto com]
Nota
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