Como es habitual, supongo que con el consentimiento del Ayuntamiento, los promotores del restaurante se apoderaron de unos 100 metros cuadrados de espacio público para construir una densa terraza, repleta de mesas y sólidamente vallada por una estructura metálica que impide el acceso a los que no son clientes y camareros. El pobre banco quedó atrapado en el nuevo torbellino de paellas y fritos. Y una noche se desvaneció.
No lo dice directamente Argullol, pero suprimiendo bancos fuerzas a la gente que quiere tomar asiento a hacer uso de las terrazas de los bares (pagando, claro). Es como lo que ocurre con la falta de servicios públicos…
Parodia de la campaña municipal “Barcelona limpia”
Sabemos que el fútbol es lo que mueve esta sociedad, y ante él todo lo demás palidece. Sabemos que el Barcelona tiene patente de corso: sus victorias son sistemáticamente celebradas con destrozos, que además, que sepamos, jamás ha pagado el club, a pesar de lo que dictan las ordenanzas de la ciudad (Artículo 14).
Lo que no sabíamos hasta ahora es que el derecho de festejo de los seguidores del equipo prima sobre el constitucional de reunión: “Se reconoce el derecho de reunión pacifica y sin armas. El ejercicio de este derecho no necesitará autorización previa”, artículo 21. La intervención de esta mañana en la plaza de Catalunya tenía la siguiente misión teórica:
El director general de la policía de Catalunya, Manel Prat, ha confirmado en declaraciones al programa Els Matins de TV3 que la operación tenía por objetivo mantener la “limpieza y salubridad” de la plaza y, al mismo tiempo, “dejar la zona limpia de objetos que puedan ser contundentes o peligrosos” durante los posibles festejos. El portavoz del Govern, Francesc Homs, ha negado que estuvieran desalojando y ha justificado la actuación por higiene y seguridad […].
La prioridad de la acción era retirar los objetos más contundentes y las estructuras montadas, que podrían ser peligrosas en una eventual celebración culé multitudinaria si el Barça gana la Champions el sábado por la noche.
A ver, a ver… Por si acaso el Barcelona gana la Champions, y por si acaso los seguidores van a celebrarlo a Plaza de Catalunya (aunque se les ha preparado otro sitio), y por si acaso llegan a la acampada y se hacen daño con las tiendas de campaña y ordenadores de los jóvenes, había que quitarlos, a cualquier precio:
Se mire como se mire, esto ha sido una provocación, y de un calibre muy elevado.
Pero ¿qué tenía que ver el fútbol con el desalojo de esa plaza, que el alcalde entrante había pedido al alcalde saliente (entre los policías que han actuado brutalmente esta mañana había tanto policías municipales como mossos de escuadra)? Bueno: entre los muchos pretextos que se podían esgrimir para reventar la protesta está desde luego el higiénico: para la derecha, los jóvenes de la Puerta del Sol la han convertido en un “poblado chabolista” (poco importa que, como están reclamando quienes mantienen la memoria histórica de las chabolas, fueran lugares que sus habitantes conservaban muy limpios). Yo he estado varias veces en la acampada de la plaza de Catalunya, y he visto a sus ocupantes hacer tareas de limpieza constantemente. Por cierto: da gusto ven en un lugar público y tan central por primera vez WC públicos y gratuitos…
Pero eso no bastaba. Había que esgrimir razones más poderosas, todopoderosas, las más fuertes posible, y allá, en la cúspide de la sinrazón de estado (y contribuyendo a mantenerla) está el culto al fútbol, mantenido y cultivado por las dictaduras y por los gobiernos democráticos, ayer, como hoy, para cegar y acallar y someter.
Aires de fiesta: tráfico cortado toda la mañana (a mí no me importa, pero las viejitas que esperaban en vano el autobús… ¡que se hubieran enterado!).
En numerosas esquinas, como en esta de la Rambla, cobijados por una banderola del Ayuntamiento, bigardos dotados de prótesis megafónicas, vestidos con calzones y camiseta de marca, animaban a la concurrencia (que más bien les pagaba con la indiferencia) a moverse al ritmo ensordecedor de una música discotequera y machacona: ¡qué bien enrollados somos, por Dios, qué deportivos!
Una casualidad me hizo acudir el sábado a la asamblea de SOS Monuments, una asociación barcelonesa que se dedica a proteger el patrimonio por los medios a su alcance. Entre otras cosas, otorgan premios (“Admiracions”) a entidades que están en la misma lucha. Así me enteré de la existencia del grupo Salvem el Baluard de Migdia, que quiere proteger los restos de la muralla que han aparecido al lado de la Estación de Francia, o la plataforma SOS Sitges, que ha asistido asombrada a la destrucción de un edificio protegido por la ley.
Estaban también viejos conocidos, como la Plataforma Salvem la Rotonda, empeñados en la proteccion de un bello monumento modernista del que ya hablamos en su día. Pues bien, por ellos supe que el Ayuntamiento ha concedido la licencia para esta obra (el artículo del Periódico al que he enlazado es un panegírico del proyecto de Núñez y Navarro).
La reunión me dejó un mal sabor de boca: instituciones de la sociedad civil empeñadas en largos procesos legales, para luchar con recursos privados contra quienes hacen las leyes y luego las moldean a su antojo usando nuestro dinero… Prensa acrítica o en ocasiones favorable a la destrucción. Maniobras para frenar la combatividad de asociaciones de vecinos… Quienes no desean ver su ciudad en manos de las (des/cons)tructoras no lo tienen fácil…
Hace cuatro años publiqué esta breve pieza en El País. La he reencontrado por casualidad, y la publico aquí porque explica muy bien por qué escribo este blog.
Hace diez años, elegí Barcelona. Podía vivir en cualquier ciudad, y decidí dejar Madrid.
Escogí la ciudad ideal para un paseante. Me cautivaba la mezcla de edificios de épocas diferentes, la ornamentación del XIX o de principios del XX: la orgía visual de esgrafiados, frescos, molduras, verjas, llenas de historia y de alegría de vivir; la eclosión de pequeñas torres con jardín encaramándose por las laderas o bajando hacia las rieras.
Con el tiempo empecé a ver la desaparición especulativa de edificios enteros, quizás no obras maestras, pero testimonios de una época. Y —más sorprendentemente— los destrozos de lo conservado: frisos modernistas atravesados por cables y tubos, o el mismo Ayuntamiento, colocando una farola en el centro de un esgrafiado.
Sabemos de los destrozos que provocaron las épocas de Porcioles y secuaces, los daños irreparables causados, pero… ¿que sigan ahora?
Sueño con que estos desafueros se reparen y no ocurran más. No quiero una ciudad que hiperarregla zonas turísticas a lo parque temático, que maquilla otras con derroches de diseño, y que abandona parte de su historia a la voracidad y al descuido.
Un paseo por el nordeste de Gracia y el comienzo del Guinardó nos depara el hallazgo de dos establecimientos de forja, situados en la misma zona.
En la calle Argentona, primero nos llamó la atención una bonita reja:
Pronto descubrimos que correspondía al establecimiento de un antiguo herrero o forjador, en cuya puerta campeaba un escudo en el que un dragón parece exhalar su aliento ardiente sobre un yunque (véase la puerta abajo, y un detalle al comienzo de este post). El dragón es un frecuente motivo modernista, digo yo que heredero del que alancea San Jorge (Sant Jordi), aunque si es una representación del Maligno ha triunfado notablemente en la iconografía de la ciudad. Como animal que escupe fuego, es lógico encontrarlo asociado a la forja.
Apenas unas manzanas más allá, en Pi i Margall 55, hay un curioso edificio que exhibe ya desde la puerta de nuevo la efigie del dragón:
Sobre la puerta hay un escudo con el yunque y las herramientas del oficio: martillo y tenazas, junto al nombre del propietario.
Tirando de este hilo llegamos a averiguar muchas cosas: Joan Balaciart (1896-1994), nacido en Gracia, empezó como aprendiz a los 10 años en la sección de litografía de la imprenta Seix i Barral, en el mismo barrio. A los 16 años comenzó a trabajar en la forja (todo ello según el relato que Lluís Permanyer hacía en La Vanguardia del 10 de abril de 1988). Colaboró, entre otros con el arquitecto Puig i Cadafalch, y en 1943 edificó con sus propias manos esta casa adornada con lo mejor de su arte: no sólo la puerta, sino también las acróteras de la terraza, las rejas de separación de la finca o incluso el pescante para colgar la polea de las mudanzas, de nuevo en forma de dragón. Pensando en esta muy barcelonesa muestra de arte de la forja: de los muchos pescantes del barrio de Gracia, ¿cuántos habrán salido del taller de Balaciart?
En 1982 recibió la Medalla al mérito en el Trabajo, pero siguió trabajando. Murió en 1994. Hay un libro sobre su obra: Maria Carme Vila i Gili, La Forja a Catalunya i l’obra de Joan Balaciart (1983).
¿Habrá que recordar que estos edificios, muestra de la actividad del pasado y del arte popular, situadas en barrios periféricos, corren peligro en una ciudad que no defiende lo suyo?
En una ciudad en la que las intervenciones urbanísticas son con tanta frecuencia inanes y destructoras de la auténtica vida, da gusto ver esta acción de signo opuesto en una “casa ocupada” en la esquina de Floridablanca y Comte d’Urgell. Por obra y gracia de una pintada, el portal y la ventana encima de él se han convertido en una pequeña casa de la que brota una vegetación de pesadilla.
La obra, perfectamente realizada, se extiende hasta el cuarto piso del chaflán y dobla por las esquinas, sobre todo por la de Floridablanca. No está muy claro cómo se hizo (¿se utilizaron andamios?) y no sé quién fue su autor. Pero tengo claro que si el Modernismo pobló las fachadas de plantas y monstruos (por cierto, no muy bien conservadas), estos desconocidos grafiteros son sus herederos más directos.
Abjo se pude ver un detalle de cómo está trabajada la fachada.
Ni que decir tiene que es una obra asombrosa que merecería el “indulto”, y pervivir como muestra artística y como ejemplo de cómo transformar una esquina sin el más mínimo interés (abajo, en fecha indeterminada antes de la intervención, tomada de Google Maps) en un poderoso grito gráfico.