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El belfo

En torno a Caballo de Troya, de J.J. Benítez

José Antonio Millán

 

J.J. Benítez, Caballo de Troya 3, Barcelona, Planeta, 1987, 504 págs. Todas las citas remiten a páginas de este volumen.
Caballo de Troya 2, Barcelona, Planeta, 1986 (15ª edición en 1987), 446 págs.
Caballo de Troya, Barcelona, Planeta, 1984 (37ª edición en 1987), 514 págs.

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Hoy en día (nunca estará de más recordarlo) todo está permitido. Viejos lindes, y categorías hace tiempo inservibles yacen en el polvo. Tan familiar, tan cara nos es semejante situación que sólo con un esfuerzo de la memoria podemos situarnos en la época en que no pasaban ciertas cosas, antes del advenimiento de Los Que Rompieron Las Reglas.

Pero la libertad tiene sus riesgos, y sobre sus hijos más amados planea una vieja maldición: "¡Ay de los que renuncien a los viejos milagros, porque tendrán que inventar otros más complicados!".

En Caballo de Troya (por el momento, trilogía, pero con vocación de Enciclopedia Galáctica) confluyen varias tradiciones hasta hace poco inconciliables: Julio Verne, la literatura esotérica, ciencia ficción hard, novelas de agentes secretos, libros sobre ovnis, y los Evangelios Apócrifos. Todos estos géneros y especies se han reunido en un plato complejo sostenido por la firme decisión del autor.

A juzgar por su éxito (lo ha leído el Príncipe y el barrendero; lleva 169 semanas en la lista de más vendidos de ABC) el resultado ha complacido. Es muy posible que al difícil paladar contemporáneo sólo se le pueda llamar la atención con tan asombrosa combinación de ingredientes. Pero desde los primeros guisos de los Precursores (Pauwels y Bergier o el chef Von Däniken) no habíamos asistido a un despliegue semejante de imaginación culinaria.

Ahora bien: dado el exotismo de la mezcla, la pregunta de bajo qué envoltura alcanza a los consumidores no es en absoluto trivial. La contracubierta de la primera entrega la calificaba de "testimonio"; "novela-testimonio", corregía cautamente la segunda, y nada sugiere al respecto la tercera.

Las listas de éxitos de los periódicos clasifican unánimemente Caballo de Troya en el apartado de "no-ficción". Ellos sabrán por qué. Tal vez porque la obra se presenta a sí misma como "verdad": la voz en primera persona corresponde a un "Benítez" que se pretende el propio autor; aparecen auténticos embajadores, periodistas y sacerdotes, citados por sus nombres; se ofrecen reproducciones de cartas y pasaportes, que avalan los movimientos de los protagonistas, y también hay en sus páginas un "Jesús de Nazaret" que quiere ser el personaje histórico. Si al sumergirnos en una ficción debemos someternos a la "voluntaria suspensión de la incredulidad", en la expresión consagrada, ¿qué hacer frente a lo que se nos presenta como cierto?

Y esto es lo que se nos presenta: primero, los intentos de "J.J.Benítez" por hacerse con sucesivos fragmentos del diario de un "Mayor del ejército de los Estados Unidos". Luego, fragmentos del diario, que narra un asombroso viaje por el tiempo: un proyecto secreto del gobierno americano ha situado a un vehículo explorador en la Palestina de la época de Jesucristo:

¡Inclinación!... ¡30 grados! ¡Rectifica!
¡Aumenta potencia!... ¡Nivel a 30! ¡Pérdida! ¡Pérdida!
— ¡Desconexión!
(pág. 209)
.

El "Mayor" va revelando la localización de su documento bajo la forma de criptogramas, cuyo descifrado ocupa buena parte de los volúmenes, pero que al tiempo permite la narración de peripecias variadas, con un inequívoco sabor cosmopolita:

Y al fin, a las 13 horas y 16 minutos del 19 de noviembre de 1986, el airbus Islas Cíes, de la compañía Iberia, alcanzaba los 188 nudos por hora
(pág. 26).

Si en la primera entrega ya se implicaba en la trama a una cierta caja fuerte y el editor Lara, las cosas van subiendo de tono:

Yo sabía que las diferentes ramas de los servicios secretos judíos difícilmente enrolaban en sus staffs a individuos que no sean de su propia raza. Esta sagrada norma me llevó a confiar en los nipones
(pág. 150).

Curiosamente, el contenido de los diarios (un militar erizado de instrumental de observación, conviviendo con Jesús y sus discípulos) se utiliza en gran parte para contradecir a los evangelistas, para corroborar los datos que la arqueología de la zona o el inevitable Flavio Josefo nos han proporcionado, y para llenar las lagunas (infancia de Cristo, hechos tras la resurrección) que ya en el siglo II provocaron la aparición de numerosos relatos apócrifos.

Pero unos designios tan modestos probablemente no justificaran un esfuerzo de tantos centenares de páginas, ni explicarían su ávida acogida. La auténtica clave de la obra es su capacidad de reescritura de hechos sobrenaturales como hazañas de la ciencia, ciencia extraña, tal vez incluso extraterrestre, pero Ciencia, al fin y al cabo.

Ya en las entregas 1 y 2 del libro nos enteramos de que el oscurecimiento del cielo que siguió a la Crucifixión se debió a la aparición de un ovni, o que la Resurrección fue más bien una cuestión de viaje por el tiempo. En la tercera entrega se nos ofrece un nuevo descubrimiento: la estructura molecular del alma, que resulta ser un aglomerado de gases nobles:

Se produce entonces un efecto cortical de resonancia entre la corona electrónica de los átomos de helio y los de kriptón y éste, a su vez, vuelve a transformar el código recibido en otro de similares características, pero 'inteligible' para el alma.
(pág. 409).

Con absoluta frialdad, el autor pone en boca de "Jesucristo" explicaciones como la siguiente:

El Paraíso o la isla nuclear de luz se deriva de la Deidad, aunque no puede decirse que sea una deidad [...]. Podríamos decir que, sin calificación especial, es el Absoluto del control material-gravitacional, por la 'causa-centro-primera'. Esa inmensa 'isla', cuyas dimensiones no podríais concebir con la limitada mente humana, permanece inmóvil
(pág. 391)
.

A la narración mítica le ha sucedido la prosa científica; a la lógica de lo sagrado, la concatenación de jerga dura. El discurso tecnológico —queda demostrado— funciona por sí solo como generador de sentido: un mundo de causas materiales, controladas; una sucesión de agentes (terrestres o no, pero sometidos a una misma racionalidad) implicados en actividades cada vez más refinadas; ambas estrategias prolongadas hasta el infinito desalojan bajo su presión a la Causa Primera: nuestros milagros son la ciencia de los que saben más que nosotros, y los milagros de éstos, la ciencia de los que les superan.

Esta operación es la que lleva a cabo, volumen tras volumen, Caballo de Troya, y el resto de la copiosa obra de Benítez, antecesores y epígonos: la construcción de ese curioso tipo de materialismo que, por albergar todo, preserva todo: almas, dioses, paraísos, tan sólo revestidos de un leve barniz metálico. Este es el contrabando que alberga el vientre del Caballo.

Pero, como previene el autor en el umbral de sus revelaciones:

Si, a pesar de todo, decide continuar, no pierda de vista que la Verdad, como el más valioso de los diamantes, tiene mil caras. Quizá, en el fondo, todos tengamos razón
(pág 165).

 

Primera publicación en la sección Rosas y Puerros, en "Culturas", suplemento de Diario 16 (Madrid), 27 de febrero de 1988.

Incluido en el volumen Húmeda cavidad, seguido de Rosas y puerros, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1996

Incluido en esta web el 8 de julio del 2005

La critica novelesca a la literatura ocultista: El Péndulo de Foucault

 

 

 

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