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El cervantismo oficial

José Antonio Millán

 

Extracto de una intervencón en el Congreso El Quijote y el pensamiento moderno, Barcelona, 15 de junio del 2004

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[...]

No hay ningún retrato de Cervantes. Ninguno. Mientras que sí tenemos retratos de Quevedo, Góngora, Ercilla o Garcilaso. El que se reproduce por doquier sólo es un atribución, y nada segura. Esto es sólo una muestra del aprecio con que trató España al autor del Quijote: cayó completamente en el olvido, el mismo que hizo que pocos de su manuscritos perviviesen, y que abandonó las buenas ediciones de sus obras durante largo tiempo. El rescate vino en primer lugar del aprecio hacia la obra cervantina que se sintió en el extranjero, sobre todo en Alemania e Inglaterra. La recuperación experimentó un nuevo auge con el aprovechamiento político del tercer centenario (1905), cuando la España del 98, en la figura de Unamuno o Azorín, convirtió a Don Quijote en el emblema de España.

Desde ese momento hasta nuestros días el cervantismo oficial ha venido llenando el país de monumentos a... unos personajes de novela, Don Quijote y Sancho (rarísimo: ni Inglaterra ni Dinamarca tienen monumentos a Hamlet, ni Italia a la Laura de Petrarca). Simultáneamente se iba fabricando una geografía «cervantina» que incluía cosas como la cervantización de Alcalá de Henares (población con pocos nexos con el escritor)... o el abandono de los lugares donde realmente había vivido. (Véase «Invenciones y escándalos cívicos en el cervantismo oficial» de Daniel Eisenberg).

Este nuevo centenario llega a una España en que se ha producido un curioso monocultivo cervantista: nuestra institución para llevar la lengua al exterior se llama Instituto Cervantes, pero la Biblioteca Virtual que reúne una gran cantidad de obras literarias se llama también... Miguel de Cervantes. Incontables son los teatros y librerías con el mismo nombre. ¿Qué pasa con Lope, Góngora o Quevedo? ¿Qué pasa con el grandísimo Calderón? Las ridículas lacras y desafueros cervantoides de épocas pasadas reaparecen, ahora revestidos de pompa universitaria y científica :

A lo largo de más de dos años, este grupo de diez expertos en Geografía, Historia, Filología, Sociología, Matemáticas y Ciencias de la Información, ha trabajado intensamente buscando respuesta al acertijo que Cervantes pareció formular en 'El Quijote'. [...] El lugar de la Mancha donde Cervantes puso a vivir a Don Quijote, hace casi 400 años, en su obra más famosa, no fue otro que Villanueva de los Infantes, en Ciudad Real, sostiene un equipo científico de la Universidad Complutense, que lo que desea ahora es que alguien se moleste en intentar desmontar sus tesis.
[...] Veintisiete pueblos reales que debían encontrarse, como lo exige el texto cervantino, en el Campo de Montiel, fueron estudiados y confrontados a 24 variables, siguiendo hasta once hipótesis de trabajo y valorando cuestiones que llegan hasta la velocidad a la que Don Quijote y Sancho marchaban a lomos de Rocinante y del rucio, que venían a ser, afirma el estudio, 31 kilómetros en días de verano y 22 en días de invierno.
Con los resultados que se fueron obteniendo, y siempre aplicando la teoría de sistemas emergentes, se ensayaron siete soluciones diferentes –la topológica, la probabilista, la sociológica, etc.– que atendían en su enfoque a distintos criterios: sólo una falló y seis apuntaron a Villanueva de los Infantes. (
«Profesores de la Complutense sitúan en la localidad de Villanueva de los Infantes la morada de D.Quijote»)

Por favor: reléase el artículo «Extravagancia hermeneuticocriptogeográfica y vagancia quijotil» de Christian Andrés para ver la tradición de estos delirios quijotescos, con o sin «teoría de sistemas emergentes»...

La concentración y reconcentración en Cervantes tiene varios efectos perversos: el primero de ellos, como hemos visto, es soslayar la auténtica dimensión personal y social del escritor en favor de sus criaturas. Pero el otro es hurtar (por obra y gracia de la exaltación de una de sus cimas), el riquísimo paisaje de la España y de las letras de su época. Paisaje literario que comprende por un lado la oscurecida obra no-quijotesca de Cervantes, y por otro todo el teatro, lírica, novelística y prosa de los —por decir algo— cien años anteriores y posteriores a 1605. Casi nada...

Por supuesto, el Quijote me parece una obra magna, pero sencillamente me parece absurdo cerrar los ojos a su realidad circundante, sin la que la obra, por otra parte, no se explica ni se comprende.

Así se manifestaba, malignamente, el personaje de uno de los cuentos de Borges:

El Quijote –me dijo Menard– fue ante todo un libro agradable; ahora es una ocasión de brindis patrióticos, de soberbia gramatical, de obscenas ediciones de lujo.

El envidioso de Menard limitó su elogio al Quijote a un cicatero «agradable», pero los «brindis patrióticos», la «soberbia gramatical» y las «obscenas ediciones de lujo» siguen de rabiosa actualidad... ¡Y de qué manera...!

 

 

Si de algo tendría que servir una conmemoración como este Cuarto Centenario sería de estímulo a la lectura, del Quijote, de otras obras de su autor, de otras obras de su tiempo, de otras esquinas de la literatura en español y aun de la mundial. ¿Llegaremos a verlo?

 

Creación, 25 de febrero del 2005

 

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