(fotografía de la derecha)
Coromines ante su archivador, la famosa calaixera, en compañía de Joan Ferrer. Fuente.


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El Corominas

El diccionario etimológico del español,
es mucho más que eso

José Antonio Millán

 

 

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Joan Corominas
Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico, Madrid, Gredos, 6 vols., 1980-1991


Joan Corominas
Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, Madrid, Gredos, 1976

 

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Al igual que la gente se interesa por conocer la historia de su familia, o la de su pueblo, quiere saber el origen de las palabras que utiliza normalmente: de dónde vienen, por qué avatares pasaron... ¿Por qué se usa timbre tanto para el dispositivo que llama a la puerta como para el sello de correos (y también en la expresion timbre de gloria)? El diccionario etimológico es el que proporciona esta información. Por él sabemos que hubo un griego y latino tympanum, ‘pandero’ (de donde vino el castellano culto tímpano, ‘membrana’, y la forma témpano, ‘tapa’ o ‘placa de hielo’). Pues bien: la palabra latina dio origen por otra parte al francés timbre, 'tambor' o (por extensión) 'campana que se toca con un martillo', y de el nombre de ésta proviene el timbre de la puerta (otras lenguas como el portugués han optado por mantener la raíz más usual: campainha). Timbre se llamó también en francés a la campana o el tambor representados en heráldica, y de ahí provienen expresiones como timbre de gloria. De este uso heráldico, por fin, viene el sentido ‘sello’.



 

Aunque hubo algún otro intento aislado, sin ninguna duda el diccionario etimológico del castellano es “el Corominas”, el Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico o DECH. El esfuerzo que llevó a cabo Joan Coromines (o Corominas, como consta en esta obra) fue inmenso, y lo inició en paralelo con sus también magnos trabajos con el catalán. Ciertamente, las lenguas no están aisladas, y los transvases y préstamos entre ellas son constantes: quien estudia una lengua aislada, ni ésa estudia... Coromines fue un prototipo de sabio lingüista de un género que ya prácticamente no existe: sus conocimientos se extendían a todo el conjunto de lenguas y dialectos de la península: catalán, gallego, portugués, leonés, vasco, mozárabe, judeoespañol..., cuyos datos utilizó para complementar los del castellano. De ahí el apelativo de “hispánico” que diferencia la primera edición de su obra (Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana,  Madrid-Berna, 1954-1957) de la que hoy circula por librerías y se ofrece en nuestras bibliotecas. A esta macro-obra hay que añadir el Breve diccionario etimológico de la lengua castellana, en un solo volumen.

Por supuesto, el “público no especializado en lingüística” hará bien en dirigirse al Breve diccionario etimológico, que informa (dice su introducción) “acerca del origen de las palabras castellanas comúnmente conocidas por la gente educada”, pero los especialistas o los curiosos irredentos siempre han acudido al grande, al “de verdad”.

Lo cierto es que el DECH no es una obra fácil de consultar, y revela bien a las claras que está dirigida al público especializado. Muchas de sus entradas son verdaderos artículos científicos, donde se presentan propuestas ajenas junto a datos propios, donde se discuten unas y otros, se apela al testimonio de lenguas próximas y otras remotas (el osco, el báltico), se sopesa, se prescinde de ciertas opiniones con fórmulas definitivas (“deben rechazarse las etimologías arábigas”, “completamente inaceptable”, s.v. ANDRAJO), se decide, y por fin se da un veredicto, con frecuencia inapelable... Ciertamente, la etimología, como las ciencias arqueológicas, funciona con datos dispersos y degradados, y las reconstrucciones son con frecuencia conjeturales: “admitiendo que la palabra osca fuese adoptada por el latín [..] era natural la formación de un postverbal [...] que al irse arabizando [...]. Pero además podríamos conjeturar que el árabe asimilara el verbo [..., y entonces], no es difícil que el árabe valenciano [...]”, para terminar: “Sin embargo habría que estudiar mejor la posibilidad de un origen osco [...]”, s.v. BARRACA.

Hay que reconocer la honradez intelectual de Coromines, que intenta no hurtar argumentos contrarios a sus convicciones (y que cuando no tiene una conclusión clara lo reconoce abiertamente), pero también lo contundente de sus opiniones y certezas... Además, y representativo de una forma de trabajar que ya no existe, en ocasiones la subjetividad del sabio asoma la cabeza entre la avalancha de datos científicos, tal vez para recordarnos que detrás de ellos hay un hombre... Como dijo Josep Pla: “Tengo la impresión de que es el hombre que trabaja más de este país, que trabaja de una manera segura, acompasada y larga".

Ya señaló en su día José Antonio Pascual (colaborador de Coromines en la redacción final del diccionario, que hoy para los expertos es “el Corominas-Pascual”), que esta obra “da mucho más de lo que promete”. Y es verdad: el castellano carece por desgracia de un diccionario histórico al que acudir para ver las primeras apariciones de los vocablos y la documentación de su uso a lo largo del tiempo (por cierto: es el propio José Antonio Pascual quien ha tomado las riendas del nuevo proyecto de diccionario histórico de la Academia, de lo que sólo podemos congratularnos...). Tampoco tiene nuestra lengua los repertorios de fonética y morfología histórica en los que seguir los avatares de sus sonidos y formaciones. Por esa razón, promociones enteras de estudiosos han tenido que acudir al DECH, muchas veces a la busqueda de lo que el diccionario no podía darles... pero que no había otro lugar en el que buscar (como en el chascarrillo del borracho que buscaba bajo un farol las llaves que había perdido lejos de allí: “Es que aquí hay más luz”).

La poderosa luz que Coromines arrojó sobre innumerables aspectos de nuestra lengua es el legado que nos dejó tras una vida esforzada de investigador español prototípico: solitario, incansable (como también lo fueron Cajal, o María Moliner) pero también –y a diferencia de ellos– exiliado.

Una coda (para el Corominas, por cierto, italianismo del mismo latino cauda que nuestro vulgar cola): desde hace años se lleva a cabo la versión digital del Diccionario etimológico en la Universitat Autónoma de Barcelona. Sería muy deseable que los frutos de este esfuerzo pasaran rápidamente a disposición de los investigadores. Si hay una obra impresa cuya versión digital puede suponer un beneficio grande e inmediato para las investigaciones sobre el castellano, ésa es sin duda “el Corominas-Pascual”.

 

 

Creación, 28 de enero del 2007
Versión modificada y ampliada del artículo publicado en La Vanguardia con el título de "La arqueología del viento. (Coromines y el Etimológico castellano)", en el año 2005, conmemoración del centenario del nacimiento de Coromines.

 

Esta reseña forma parte de La página de los diccionarios..., que contiene muchas otras.

 

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