© José María Cerezo, 2000 |
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Resumen
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Hace unos meses mencioné
ante un grupo de nuevos editores que la tipografía no tenía coste cero. Observé un gran
número de miradas de asombro entre el auditorio. En el coloquio posterior descubrí que
un gran número de los asistentes ignoraba también que se podía comprar tipografía. El
sorprendido en este caso fui yo. Incluso en un entorno de edición tradicional, todo el
mundo sabe que hay que pagar a los autores, a los ilustradores, a los fotógrafos, a los
fotomecánicos, a los papeleros, a los impresores, pero muchos parecen ignorar que hay que
pagar también a los proveedores de tipografía. Nunca ha tenido la tipografía menor
precio, y quizá por ello nunca mayor desprecio.
Adobe Systems, hace ahora más o menos una década, llevó a los
tribunales a otra empresa de software, cuyo nombre no viene al caso, por haber utilizado
fraudulentamente la información digital de algunas fuentes de Adobe para incorporarlas en
sus programas. La tesis de la defensa era, básicamente, que las tipografías digitales
son documentos informáticos y por lo tanto, al parecer, sujetos a unos derechos de
propiedad más bien difusos, mientras que las tesis de la acusación se basaban en
la idea por decirlo llanamente, sin entrar en complejidades legales o
técnicas de que una fuente tipográfica en formato PostScript es un programa porque
hace comportarse a un dispositivo de salida de modo distinto del que se consigue con otra
fuente tipográfica o en la ausencia de ella. Adobe ganó el pleito y el hecho fue muy
reseñado en las revistas del sector porque zanjaba definitivamente la práctica de
pirateo endogámico entre diferentes empresas de software.
Desde el punto de vista del usuario si es que alguien tenía
la duda se cerraba definitivamente la cuestión: piratear la tipografía es tan
ilícito como piratear cualquier programa de aplicación. Cuando uno adquiere un programa,
el desarrollador le invita a leer la licencia de uso antes de romper cualquier precinto.
En las compras por Internet, del mismo modo, se le obliga a leer y aceptar esta licencia
antes de proseguir la compra. Y lo que adquiere el comprador de tipografía digital es
simplemente el derecho a usarla, junto con el compromiso de no copiarla o duplicarla
excepto por motivos de seguridad: los datos digitales contenidos en el soporte digital
siguen siendo propiedad del fabricante y por lo tanto son irreproducibles e inalterables.
El primer reto que se plantea en el terreno de la edición y
diseño profesional es la imposibilidad de pasar las fuentes a las empresas de filmación
las antiguas fotocomposiciones y fotomecánicas sin violar la ley. Pero la
probabilidad de que nuestros proveedores compren todas las tipografías que nosotros
utilicemos es, al menos en España, realmente remota. Así está el mercado y no parece
que vaya a cambiar.
En el diseño en medios digitales vuelve a aparecer el problema,
pero esta vez multiplicado por la propia naturaleza del soporte. Una vez que se ha borrado
la frontera entre el original y la copia, porque las dos son exactamente iguales, hemos
alcanzado una tirada infinita. A parte de las implicaciones culturales del hecho (cada
lector se convierte en editor que maneja y gestiona la información y los vínculos a su
antojo y en tiempo real, dejando en mantillas a aquella primigenia noción de
autoedición), existen también unas consecuencias legales: la información sujeta a
copyright (entre ellas la tipografía) contenida en el documento es copiada en un sin fin
de replicas que escapan a cualquier control. En cuanto a la tipografía se refiere, la
solución primitiva no es solución. Consiste, como todo el mundo sabe, en olvidar este
aspecto. Con las decenas de miles de tipografías distintas que existen en la actualidad
en formato digital, la probabilidad de que el ordenador del receptor tenga instaladas las
fuentes especificadas por el emisor es prácticamente nula. Básicamente, se puede decir
que era y en gran medida lo sigue siendo el ordenador del usuario el que
seleccionaba la tipografía para presentar la información en la pantalla. Naturalmente,
desde el punto de vista de la comunicación, esto no es suficiente. Lo era cuando Internet
era un soporte basado en el texto, pero, en vista del giro que han tomado las cosas con un
sesgo definitivamente híbrido texto/imagen, la imagen del texto, su forma, es decir, las
tipografías, cada uno de los innumerables aspectos de la letras, tienen y tendrán un
papel cada vez más importante, tal y como ha ido sucediendo a lo largo de la historia con
los medios impresos.
Para solucionar estos problemas se están aportando soluciones
tanto para el usuario, alejándole del borde de la ley, como para el fabricante,
evitando que la gente le saque el dinero de la cartera por el sutil método de la copia
ilimitada de las fuentes, aunque tecnológicamente la situación todavía no se ha
estabilizado.
A pesar de todo lo dicho, el problema más grave, desde la óptica
de un diseñador, no está en la piratería de la fuente tipográfica sino en la
piratería del ojo tipográfico. No en la copia de los datos digitales, sino en la copia
del diseño. Aunque a primera vista pueda parecer una afirmación corporativista, no se
trata de eso. Para que existan las tipografías, es preciso que alguien las diseñe y para
que esto suceda ha de ser un trabajo rentable; suficientemente rentable, al menos.
Diseñar una tipografía toma tiempo y diseñar una buena tipografía toma mucho tiempo,
generalmente años, de estudio, investigación, dibujo, evaluación y producción. Hay muy
pocos profesionales en el mundo si es que hay alguno que viva exclusivamente
de los derechos generados por el diseño de tipos, y creo que todos los que lo hacemos
mantenemos un alto nivel de amor al arte, no exento de cierto romanticismo artesanal. Pero
una cosa es clara: si el esfuerzo no reporta un beneficio económico, dejaremos de
hacerlo. La acostumbrada escusa del pirata es que esto puede ser cierto para los pequeños
estudios, pero no para las grandes compañías que dominan el mercado del software. Grave
error. Joe Treacy escribió en cierta ocasión: "Después de todo, incluso las
grandes e impersonales fundiciones digitales son simplemente estudios a los que se ha
adosado un departamento de marketing". Si la cuenta de resultados de ese departamento
no es saludable, el estudio desaparecerá. Dadlo por cierto.
www.typeright.org
Local de la www "dedicado a promocionar los tipos como trabajos de creación
y para defender su protección legal como propiedad intelectual". Imprescindible leer
su artículo "Guía Typeright para el diseño de tipos ético"
http://www.microsoft.com/typography
La sección tipográfica de Microsoft. Imprescindible para estar al tanto de
algunos de los mas importantes avances en tecnología tipográfica, es consulta
interesante también para aspectos generales de la tipografía.
http://www.atypi.org/
Local de la Asociación Tipográfica Internacional. Información relevante para la
comunidad tipográfica. Inscripción en la asociación, etc.
http://www.itcfonts.com/itc/ulc
Desde la desaparición, en el otoño de 1999, de la edición impresa de
"Upper and lower case" (U&lc) la publicación existe sólo en su formato
digital. Interesante punto de referencia sobre la tipografía.
http://www.itcfonts.com/itc/typeterm.html
Un diccionario (en inglés) sobre tipografía, interesante, consciso y --aunque
básico-- bastante completo.
http://www.quixote.com/serif/sans/
Hermana digital de la revista Serif, Sans serif contiene buena y frecuentemente
actualizada información sobre diversos aspectos de la tipografía, desde la historia a la
tecnología, con abundantes enlaces con otros sitios de la www.
http://www.tdc.org
Local del Type Directors Club de Nueva York, con información sobre diversos
eventos relacionados con los tipos.
http://www.fontworks1.type.co.uk
Su "Manifesto" contiene información interesante sobre la protección de
los derechos de la tipografía. |