El artilugioJosé Antonio Millán |
||||||||||||||||||
|
Desde el punto de vista de
la comunicación, este mensaje no se anda con rodeos: con
formato de anuncio periodístico, empieza por lo más
llamativo, "Inventor", para ir directamente al
grano: "aceptaría propuestas de lo más
variado". Y acto seguido, una enumeración
explicativa... Menos mal que ésta existe: la figura del inventor pertenece, por su propia naturaleza, al campo de lo no-definido, comenzando por su existencia misma: más bien producto de la cultura popular: cómic, cine... La palabra inventor nos remite, hoy, más a Eugenio Tarconi, al profesor Franz de Copenhague o al Profesor Chiflado que a Leonardo da Vinci. Nadie (pocos: a veces aparecen en los periódicos) se presenta a sí mismo, rotula su tarjeta, como "inventor". ¿Y cuáles son los productos propios de uno de estos profesionales? Insisto: cualquiera... siempre y cuando no exista ya. En una autoexplicación emboscada en el seno de la lista heteróclita podemos ver cómo resume su producción: "cosas nuevas" por una parte, y por otra: " [cosas] creadas con nuevas utilidades y formas". No se puede decir más, o menos, según se mire. Aunque debemos reconocer que la producción por antonomasia de estos personajes es más bien la máquina mecánica y opaca (el artilugio) o, en estos tiempos, el ingenio digital y portentoso. Nuestro Inventor, sin embargo, demuestra una flexibilidad mayor, prácticamente sin límites: su campo de creación son tanto los intangibles ("ideas de todo tipo", "juegos", "slogans", incluso "diseños", en una irrupción de modernidad), como los mecanismos ("artilujios [sic, por su única falta de ortografía] extraños", "utensilios")... Si cualquier clasificación nos permite un atisbo privilegiado del mundo mental del sujeto categorizador, en este caso nos movemos desdichadamente por un espacio romo, configurado como las secciones de una revista ("juegos", "hogar", "moda", automóviles, deportes...). Ahora bien: ¿son estos realmente campos para la invención? O es una forma de señalar la universalidad de su cometido, como si dijera: "De cuanto hay, de eso puedo ocuparme". El hecho de la improbabilidad manifiesta de la mayoría de las posibilidades no parece arredrarle: ¿quién estará por la labor de encargar a un inventor la creación de deportes "conocidos con variantes", o de un nuevo juego de playa? Demos algún paso más, en esta función de detectives de farola: nuestro Inventor no carece de cultura: ortografía casi perfecta, buena grafía de extranjerismos. Escribe en mayúsculas, lo que quizás sea un recurso para huir de una caligrafía detestable. Tiene bien asimilados ¾lo hemos visto desde el principio¾ los modos del género publicitario, y de ahí sus lemas: "por probar no pierdes nada", "No cobro por leer tu propuesta, cobro por resolverla". Al fin y al cabo, la invención de slogans es una de sus habilidades... Obsérvese también el tuteo al lector, muestra de intención de acercamiento. El léxico ofrece cierta elaboración, siempe en el mismo registro: "contactar", "utensilios", e incluso el galicismo "trabajo a realizar". Por si el mismo vehículo utilizado no fuera suficiente para hablarnos de su estado de precariedad, obsérvese quizás el hecho de manuscribir el texto (¿a falta de otros procedimientos?), y sobre todo el ¾bastante patético¾ "mandar sello para contestar". Nuestro hombre ¾parece evidente¾ quiere encargos, quiere trabajo, tal vez incluso cualquier tipo de trabajo (y aquí lo universal de su campo de acción tiene que ver directamente con lo omnívoro de sus necesidades, o son ambos la misma cosa). Pero no quiere problemas, y por eso a "Para contactar, escribir carta" añade "Poniendo: el trabajo a realizar, detallado". Y ahí, en esa puntillosa petición de zonas de referencia en quien se ha presentado como poco menos que factótum universal, leo el miedo íntimo a enfrentarse con el primer encargo. |