Vuelve “Flor de farola”

05 septiembre 2010 12:12

“La calle encuentra sus propios usos para las cosas”,
William W. Gibson, Quemando cromo.

En 1981, andando por la Gran Vía madrileña, me sorprendió, pegado en una farola, un curioso cartel . No era una publicidad, tampoco era la demanda de un piso por la zona, o la noticia de un gatito perdido, como a veces se ven. Era otra cosa. Pero ¿qué, exactamente? Lo despegué con todo cuidado y me lo llevé, pensando que ya lo iría averiguando…

Desde entonces me empecé a fijar más en ese tipo de carteles, y poco a poco fui reuniendo una colección. Eran piezas extrañas, cuya forma de escritura y difusión hacían plantearse preguntas sobre la naturaleza y propósitos de sus autores. A veces integré alguno de ellos en mis cuentos, como forma de penetrar en la psicología de quienes los habían creado (Por ejemplo, “El que me envía”, en Sobre las brasas, Sirmio, Barcelona, 1988).

A finales de 1995 fundé mi propio sitio web, y pronto descubrí que podía servir perfectamente para explotar (o compartir) mis obsesiones, y se me ocurrió comentar allí algunos de los hallazgos que había hecho. Empecé por el primero que encontré, y continué con los que me parecieron más jugosos. En abril de 1998 ya había publicado cinco entregas, y desde entonces he venido publicando otras irregularmente. El orden de escritura, y por tanto de aparición en mi web, no era exactamente el de su hallazgo, porque los iba haciendo a medida que me apetecían y alguno tuvo que esperar cinco años hasta ver su glosa en línea. Con estos textos inauguré una práctica nueva para mí: escribir directamente en el programa de creación de páginas web… Hoy se encuentran todavía donde nacieron, en http://jamillan.com/razn.htm.

Titulé la sección Flor de farola en homenaje al primer especimen de mi colección y a su soporte más frecuente (y, ¿por qué no decirlo?, por la bonita aliteración del nombre). En su primera publicación en la Web la encabezaban los siguientes párrafos:

Nunca una sociedad abierta ha sido más estanca, nunca la transparencia ha resultado más opaca, nunca hemos estado más solos en medio de más cantidad de otros. Los libros se escriben sobre los libros, los medios se alimentan de los medios, y los juzgados y tribunales viven de tribunales y juzgados. Las mediaciones con el Poder exigen el dominio de la comunicación (ya sean denuncias, “cartas al director”, o simples explicaciones), y la comunicación la detentamos unos cuantos. O uno está dentro o está fuera. Casi todos están fuera.

Qué queda, entonces? Hay quien, sencillamente, se vuelve loco. Pero alguno empuña el bolígrafo, la máquina o la imprenta y vomita sus iras, sus esperanzas. Sale de madrugada y lanza los pasquines por las calles, los pega en las farolas, para que el mundo entero los vea.

En el momento en el que escribí esta presentación, la mayoría de los ejemplos recolectados eran escritos reivindicativos, quejas o peticiones (aunque a veces no fueran muy claras…). Luego el ámbito se amplió a otros géneros, en el multiforme diálogo textual que se establece en las calles de la gran ciudad, o que incluso salta a las páginas de los periódicos, pero siempre mantuve el texto inicial.

Todos los ejemplos que iba comentando tenían en común el ser mensajes marginales, que hacían un uso anómalo de las convenciones dominantes (ya fueran éstas estilísticas, tipográficas o pragmáticas). Los análisis que iba haciendo sobre ellos continuaban en cierta manera el ejercicio de comentario de libros periféricos que había abordado entre 1987 y 1990 en una sección titulada Rosas y puerros en las páginas de Diario 16 y que luego habían aparecido en forma de libro (Húmeda cavidad, seguido de Rosas y puerros, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1996).

Los ejemplos recopilados a lo largo de estos años pertenecen mayoritariamente al género de la “denuncia”: exponen agravios, reales o imaginados, con el fin de obtener justicia, causar un perjuicio a los presuntos responsables o simplemente dar a conocer los hechos. Otros son llamamientos a algún tipo de reforma, por lo general espiritual. Unos pocos constituyen ofertas de bienes o servicios, pero están aquí porque se sitúan al margen de los cauces establecidos. Un subgénero muy característico es el del diálogo con posibles transgresores del derecho de propiedad, que puede tomar entre otras la forma de amenaza. Por último, hay documentos de propósito ignoto…

Las piezas se han encontrado en espacios públicos: edilicias (farolas, cabinas, …), paredes, automóviles, transportes públicos, etc. En los espacios liminares (ventanas, vallas, portales) se sitúan precisamente los que velan por la seguridad de los límites. De lo marginal de su naturaleza da cuenta el hecho de que casi la mitad son manuscritos y prácticamente un tercio son obras originales (ni reproducidas ni fotocopiadas). Sin embargo los autores de más de la tercera parte acudieron a una imprenta para hacer sus mensajes…

Una parte importante de este tipo de comunicaciones se ha ido desplazando hacia la Web, y en algunos casos han convivido bajo las dos formas. El uso masivo de Internet, ¿supondrá el fin de mensajes callejeros como los aquí recogidos? Lo dudo mucho: los creadores de estos textos no son mayoritariamente del tipo de persona que tiene acceso a la Red, y para los fines de la mayoría siempre será mayor el impacto de una denuncia colgada en los muros de su barrio que allá lejos, en el ciberespacio…

La verdad es que durante estos años he disfrutado mucho escribiendo comentarios a estos documentos, y mis lectores virtuales al parecer también, a juzgar por las opiniones que me iban llegando. Jamás se me habría ocurrido ver estas páginas en papel, y de hecho sus entregas llevan desde muy tempranamente la advertencia de que “Esta sección inédita es exclusiva de la web”. De modo que primero me sorprendió y luego me halagó mucho la invitación del editor de Melusina, José Pons, a convertirla en libro (Flor de farola. Los textos del margen, 2006). Aún se pueden leer por aquí cosas que se dijeron de él…

Para terminar añadiré algo sobre la ocultación de datos en la reproducción de originales y los comentarios. Los nombres de los autores o personas citadas se han omitido, o reducido a siglas. Las señas, apartados de correos, direcciones electrónicas o teléfonos se han borrado también (con alguna excepción, como “Mensaje en una cabina“). La razón es clara: detrás de cada uno de esos documentos hay personas reales, y no se trata de causarles ningún problema. No se sabe nunca hasta dónde pueden llegar las cosas: recibí un día un correo electrónico de un hombre que decía que su esposa le había abandonado, llevándose a un hijo, para unirse a un grupo de seguidores de M***, la autora de “Difusión nacional“, y me pedía un contacto con ella. En ese momento aún dejaba en la web algunos nombres sin ocultar…

Y poco más: la difusión de la Web y de la fotografía digital en los últimos años han aumentado las recopilaciones de todo tipo de producciones informales (en páginas gratuitas de alojamiento de imágenes, como Flickr, o en libros, como las producciones de la editorial argentina Cartele). También hay blogs dedicados a los mensajes callejeros, como el excelente Prohibido fijar carteles o ¿Dónde pongo mi cartel?. Las publicaciones sobre lo que hoy se llama “cultura escrita” también han experimentado un gran auge (basta pensar en la revista española Cultura escrita y sociedad y en la argentina Páginas de guarda). Me gusta pensar que estos trabajos míos realizados a lo largo de muchos años, y por puro placer, se adelantaron a estas tendencias…

Creo que el análisis demorado de estas creaciones informales, situadas en los márgenes del sistema de expresión y difusión dominante, dice muchas cosas sobre la apropiación de la escritura por parte de nuestra sociedad. Para mí, que provengo del mundo de la producción reglamentada de textos y de su estudio formal, ha sido muy satisfactorio comprobar la fuerza que gente común puede poner todavía en la palabra escrita, y las esperanzas que deposita en ella. Ambas nos ponen en contacto con la época en que el escrito era un poder que obraba por sí mismo, y que esta época de sobreproducción inane nos ha hecho olvidar.

[Hasta aquí, adaptación del prólogo de la edición de Melusina, 2006]

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De modo que, treinta años después de mi primer hallazgo, quince después de su inclusión en mi web, y cinco tras aparecer en forma de libro, he aquí el blog que seguirá recopilando flores de farola.