¡¡internet!!José Antonio Millán
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Deseoso de escapar de las preocupaciones cotidianas, mis pasos me habían encaminado hacia ese rincón de la Capital del Reino que a tantos ciudadanos cansados ha servido de refugio. Hablo del Parque del Buen Retiro, antaño cazadero real y hoy, por fortuna, abierto a cualquier paseante. Abandonando las avenidas más frecuentadas, donde mimos, payasos, estatuas vivientes, echadores de cartas, tunos y demás fauna pugnaban apretadamente por conseguir la atención (y luego el favor) del ocioso transeúnte, penetré en las tupidas alamedas (o lo que quiera que fuesen esos conjuntos de árboles, cuya naturaleza exacta la falta de cartel a diferencia del cercano Parque Botánico me impedía dilucidar) y pronto me gratificaron el silencio, primero, y el frescor, después. Errante, entonces, aunque no totalmente ausente, me deslizaba por las avenidas arbóreas, mientras las especies vegetales, como obedeciendo a las instrucciones de un invisible programador, se iban deslizando ordenadas a mi derecha e izquierda para perderse a mis espaldas. Cuando de pronto, un fulgor blanco me llamó la atención desde un tronco cercano. Lo primero que observé, antes de que la distancia, progresivamente disminuyente gracias a un cambio en mi trayectoria, me abriera las puertas de la legibilidad, fue el ramillete de florecillas colocadas cuidadosamente en el ángulo superior derecho. La hoja de papel, a la altura de la vista, destacando sobre el fondo rugoso y coronada asimétricamente por la ofrenda floral, cobraba así un aire melancólico, como de retrato antiguo. Unos pasos más cerca ya me desvelaron la leyenda impresa en la esquina opuesta: Augmentine i. v. 2g. Pues vaya... Una consideración más detenida me desveló el título, que inmediatamente atrajo mi atención: "¡¡internet!!", así, como suena. Pero la modernidad de la exclamación venía mitigada no sólo por lo bucólico del escenario, sino, sobre todo, por la extraña caligrafía, como de alguien no muy acostumbrado a escribir, y la infamante minúscula inicial. Pero proseguí hasta el final:
¿Qué tiene que ver la famosa red de redes con los genitales femeninos, aludidos además por un nombre vulgar no excesivamente agradable? ¿A qué viene este presunto dominio de Internet, que añade a la vulgaridad el oprobio (y que además no existe, según he podido comprobar)? Pero detengámonos en el contenido. Un comienzo geométrico y falsamente objetivo ("Altura, anchura", ¡como cualquier cosa!). Siguen unas notas anatómicas misteriosamente matizadas ("dos agujeros casi juntos"), y una observación de estado, que ya no puede referirse a la clase de objetos designados, sino a alguno concreto: "muy abiertos". Continúa con falsa objetividad de entomólogo o ictiólogo aburrido: "aleta izquierda, aleta derecha". Nuevo quiebro hacia lo vulgar: "pipa" (denominación, sospecho, del clítoris, que no figura en los diccionarios) "y pelo". El cierre, rodeado de dos exclamaciones (como el título), vuelve al terreno de lo particular: "¡¡ojo que atufa!! ". Este vaivén de lo hiperobjetivo, de lo paracientífico y abstracto ("Altura", "aleta izquierda"), a lo vulgar y concreto ("muy abiertos", "pipa", "atufa") refleja sin duda las tensiones del alma por decir algo del desconocido autor respecto de los genitales femeninos, lugar, hay que confesarlo, cargado de misterios y resonancias para los varones, que están dotados de una contrapartida notablemente más elemental y palmaria. Porque varón es sin duda digo yo el autor de este libelo. ¿Y la Internet? Seamos francos: la red abunda en imágenes de particulares anatómicos, sobre todo de los que preocupan a nuestro autor, sometidos además a todo tipo de operaciones con ayuda o no de un notable número de adminículos, artificiales y naturales, humanos o no. Cualquier persona enferma (y muchas sanas) se puede ver en cualquier momento expuesta a informaciones e imágenes que habría preferido no ver. Muchos vuelven a buscarlas, una y otra vez. Ya no es necesario acercarse a un kiosko periférico y pedir una revista, bajando la voz. No hace falta viajar al extranjero, a ciudades portuarias y encerrarse en cabinas de dudosa limpieza: en tu propia casa, a un clic de distancia. Como todo.
Por eso, en la mente poco sana del autor de la nota, Internet sólo quiere decir una cosa. Y la expone. Garabateada en una receta de Augmentine, fijada a un árbol, y coronada por un ramito de violetas. |
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Esta sección inédita es exclusiva de la web Última modificación: 12 de noviembre del 2001 |
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