...Y la máquina habló

 

La puesta en marcha del ordenador HAL de 2001,
una fecha para comparar sueños y realidades

 

José Antonio Millán

 

"Entré en funcionamiento el 12 de enero de 1997". Así recuerda su entrada en la consciencia el ordenador de la nave Descubrimiento, de la película 2001: una Odisea del espacio. Estrenada en 1968, inmediatamente despertó a partes iguales las iras y la adoración del público. Su director, Stanley Kubrik, trabajó con el novelista y científico Arthur C. Clarke en un guión basado en uno de los relatos de éste. El guión cambió durante los tres años de filmación, según era previsible, y apareció como novela el mismo año que la película.

En 1965, cuando empezó la filmación, los computadores electrónicos tenían 20 años de antigüedad, y en ese espacio de tiempo ya habían conseguido resolver complejos cálculos ingenieriles, aclarar la paternidad de algunas de las Epístolas de San Pablo, y traducir de una lengua a otra --cierto es que literalmente, y con pésima calidad, pero eso ya se iría arreglando... Proyectada a treinta años al futuro, la idea de un ordenador que hablara como una persona no parecía descabellada. ¿Acaso no hablaban en seguida cualquier lengua niños muy pequeños? No fue así...

¿Qué hay en la comunicación humana? No una mera acumulación de palabras: las 83.000 entradas del Diccionario de la Academia y sus más de 180.000 definiciones caben de sobra en un CD-ROM, pero ningún ordenador que disponga sólo de ellas podrá emitir una frase coherente. Tendría que tener también una descripción completa de todas las reglas de la sintaxis española (cosa de la que, por cierto, aún estamos lejos) para poder generar o entender cualquier frase. Pero aún así quedarían lagunas, espacios de indefinición y ambigüedad debidos al contexto lingüístico... o al mundo real.

Podría pensarse que el lenguaje es cuestión de lógica, y que un programa de ordenador suficientemente poderoso podría equipararse a un ser humano, pero tampoco es cierto. Si a una persona con cuatro hijos se le pregunta cuántos tiene, y responde "Dos", la respuesta es lógicamente cierta, pero profundamente inadecuada. No sólo hay que saber qué dice el interlocutor, sino qué espera saber. Además, los humanos usamos el desvío (decir "¿No sientes un poco de frío?" en vez de "¡Cierra la ventana!"), el eufemismo ("aventura" en vez de "relación sexual"), la evitación (nadie --excepto Mafalda-- dice que tiene en la nevera "un cadáver de pollo"), y una infinidad de recursos de cortesía que tienen por objeto lubricar la relación entre las personas.

En 2001, el ordenador HAL controla el funcionamiento de la nave. El astronauta está en una misión de reparación en el exterior y para entrar le ordena: "Abre las puertas, HAL". Éste contesta: "Lo siento, Dave: me temo que no puedo hacerlo". Un programa que fuera capaz de este diálogo debería saber muchas cosas. "Lo siento" y "me temo que" son fórmulas corteses con las que (en contextos como éste) se prepara al oyente para algo que contradice sus expectativas. En oposición a su significado literal, todos los ordenadores y no pocas de las personas que dicen esto, en realidad no lamentan ni temen nada. Además, HAL usa la forma familiar Dave (en vez de David), sin duda para dulcificar lo que sigue: no le dejará entrar en la nave, y eso significa una condena a muerte. Por último, cuando HAL dice que "no puede" abrir la puerta, en realidad es que no quiere.

Semejante conocimiento del interlocutor, de los recursos de la lengua, semejante capacidad de disfrazar el pensamiento propio es algo que, claramente, está fuera del alcance de los ordenadores actuales, y me atrevería a decir que también de los de dentro de otros treinta años, y eso no es extraño. El lenguaje compendia varias de las máximas capacidades humanas, no solo lingüísticas: el conocimiento del entorno, la capacidad de representarse la conciencia del otro, la previsión de acontecimientos y la creación de mundos posibles.

¿Qué suerte han corrido otras predicciones de 2001? La conquista del espacio no ha avanzado hasta permitir por estas fechas vuelos regulares de pasajeros a la Luna y colonias en nuestro satélite. La hibernación todavía no es una realidad. Sí lo son los periódicos electrónicos que el doctor Floyd hojea en su viaje hacia la Luna, y el sistema de comunicaciones mundial que supone la novela. Muchos de los elementos que reúne el comportamiento de HAL entran dentro de lo que se ha venido conociendo como "inteligencia artificial". En reconocimiento de formas se ha avanzado mucho, aunque no sea posible aún una máquina que lea los labios, como hace el avieso ordenador para enterarse de lo que no le quieren contar. Por último, hoy las máquinas juegan muy bien al ajedrez, aunque no acaba de estar demostrado que puedan ganar absolutamente siempre.

Con todas sus inexactitudes, hay una cosa en la que la intuición de Clarke fue absolutamente clara: como acaba de recordar Negroponte en El mundo digital, la mejor interfaz con el ordenador es la lengua natural. No hay combinación de teclas o clic de ratón que supere en conveniencia y flexibilidad a la comunicación oral. El camino hacia ella es espinoso, pero puede enseñarnos mucho sobre nosotros y sobre nuestras máquinas.

 

 

Una celebración

 

El MIT Press celebra esta particular efeméride con la publicación del libro HAL’s Legacy ("El legado de HAL"), subtitulado "El ordenador de 2001 como sueño y realidad". La obra está coordinada por David G. Stork, y agrupa a un notable conjunto de científicos y filósofos. Tiene un prólogo de Clarke, que lleva treinta años desmintiendo que el nombre de HAL provenga de un IBM adelantado en el orden alfabético, y no desperdicia esta nueva oportunidad.

Marvin Minsky, pionero de la inteligencia artificial, y uno de los pocos científicos reales que aparecen mencionados en la novela, narra allí su relación con la obra, mientras que Daniel Dennet estudia temas éticos relacionados con las máquinas, y Roger Schank (experto en aplicación de los ordenadores al aprendizaje) se pregunta cómo puede hablar HAL.

En contradicción con quienes quieren presentar a la Internet como un monstruo predatorio del mundo del libro, la misma editorial ha puesto en la Web una gran parte del contenido de la obra (http://www-mitpress.mit.edu/HAL/). En una de esas simbiosis tan propias de la Web, de ahí se pasa a la página personal de Stork: un calendario de las actividades --conferencias, publicaciones...-- que van a conmemorar el despertar de HAL (http://matia.stanford.edu/~stork/HALTalks.html). Los curiosos pueden encontrar en la misma dirección, pero en el archivo HALTrans.html, todos los diálogos del ordenador.

 

 

 

[Publicada en "Babelia", suplemento de El País, el 13 de enero de 1997]

 

 

 

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