Palabras , ideas, palabras

O cómo un estudio iluminador
destaca las sombras en que nos movemos

José Antonio Millán

 

 Pedro Alvarez de Miranda. Palabras e ideas. El léxico de la Ilustración Temprana en España.   Madrid. Real Academia Española, 1992. 744 páginas.
5.500 ptas
¿Sería imaginable que todo químico español que quisiera estudiar una sustancia tuviera que empezar por fabricarse un Sistema Periódico, y descubrir el lugar que ocupan en él sus elementos? ¿O que cualquiera de nuestros viajeros debiera elaborar él mismo el mapa de los territorios que desea visitar? Pues bien: para los investigadores de un amplio sector de nuestras ciencias sociales y ciencias humanas la situación no es mucho mejor: el español, una de las grandes lenguas de cultura del mundo, no tiene un Diccionario Histórico.

No hay que estar en una postura excesivamente logocéntrica para afirmar la importancia que tiene el estudio de las palabras, como testimonio de la aparición de nuevas ideas, cristalizaciones inéditas en el campo del pensamiento y de la sociedad, o reelaboraciones de elementos anteriores. Disciplinas muy diversas, que van de la historia de las ideas a la historia social, de la sociología a la antropología, se benefician de conocer la trayectoria de un término, de una idea, y de saber con precisión qué elementos han formado parte de ella. Esto en el ámbito de las ciencias, pero también en la interacción social los errores más palmarios, las simplificaciones más abusivas se siguen de la creencia (y no sólo entre personas sin formación) de que una palabra dada siempre ha significado lo mismo. Hoy en día, cuando asistimos a la aparición de nuevas divisiones humanas, y a las muertes que ello conlleva, conviene recordar que "nación", como "patria", o "raza", "etnia", "libertad", "opresión", o tantas otras palabras no son en sí mismas nada, salvo lo que han sido, o están siendo.

Un Diccionario Histórico es una herramienta que recoge la historia de cada palabra de una lengua, sus distintos sentidos o acepciones a lo largo del tiempo, sus confluencias o separaciones con otras. Todas las "lenguas de cultura" tienen un diccionario de este tipo; el del español, que lleva elaborado menos de dos tercios de la letra A, se concluiría, de proseguir el ritmo actual, hacia el año 2340. Y ninguna "informatización" --ese moderno deus ex machina-- podrá acelerar esto si no viene acompañada de la formación, larga y delicada, de las personas que han de confeccionarlo.

Sirva este amplio prólogo para encuadrar mejor la labor que ha llevado a cabo Pedro Alvarez de Miranda en su libro Palabras e ideas. El autor ha tenido que comenzar por extraer de la "enorme caldera del idioma" (en la imagen de Manuel Seco) las palabras que bullían y se agitaban en los comienzos de nuestra Ilustración. Una gran cantidad de documentos de todo tipo (novelas, tratados, cartas, o el incipiente periodismo de la época) han sido sometidos a una criba cuidadosa, a la búsqueda de las apariciones de palabras clave: "luces", "ilustración", "patria", "nación", "sociedad", "curiosidad", "fanatismo", "progreso"... Palabras, pero también expresiones ("buen gusto"), e incluso sufijos ("-manía"): cualquier pieza léxica significativa para reconstruir el pensamiento del momento. Al lado de estos términos centrales, toda una constelación de derivados, sinónimos y antónimos (perfectos o parciales), y el conjunto de palabras que revolotean por los bordes de los campos semánticos: en total, más de medio millar de elementos rastreados en los distintos contextos en que aparecen.

El territorio donde se sitúa el autor es claramente interdisciplinar, o multidisciplinar, y así lo reconoce la doble dedicatoria de su obra: a un lingüista, Rafael Lapesa, y a un historiador, José Antonio Maravall. Porque la aparición de nuevas palabras o acepciones es testimonio, y al tiempo efecto, y a veces causa, de cambios en la forma en que los hombres se ven a sí mismos y ven la sociedad que les rodea. Así pues, datos linguísticos e históricos deben entrelazarse de forma (por decirlo en terminología hoy poco usada) dialéctica, para dibujar un panorama común.

Trazar la red de términos básicos, conducirnos por ella aportando citas y aclaraciones, alertar frente a posibles deslices de un lector contemporáneo ante términos aparentemente transparentes, ir poniendo al descubierto los cambios en percepción y en sensibilidad que suponen las variaciones (a veces meros matices) de significado, son todas tareas delicadas que Pedro Alvarez de Miranda cumple con conocimiento y habilidad, a lo largo de un demorado volumen de más de setecientas páginas.

¿Problemas de una investigación de este tipo? Todos: en primer lugar, la Ilustración, incluso nuestra insuficiente Ilustración, se desenvolvió en el seno de un movimiento internacional, que manejó términos muy similares en todos los países implicados, con lo que el problema de préstamos, traducciones o influencias siempre está presente. Los estudios lexicológicos, por otra parte, son una versión especialmente cruel del suplicio de Tántalo: palabras de importancia clave, de cuya vigencia el investigador está plenamente seguro, pueden rehusar aparecer en texto tras texto consultado (... y a lo mejor aguardan en el que quedó sin leer). Los contextos en que aparecen pueden ser oscuros, el significado exacto estar ligado al de otros términos de cuya historia tampoco disponemos. En este mundo resbaladizo, toda precaución es poca. Palabras e ideas es un estudio tan riguroso y penetrante como metodológicamente cauto (precisamente, y para una zona tan vital como la de las metáforas, sólo echaría en falta la utilización de las armas conceptuales que despliegan G. Lakoff y M. Johnson en Metáforas de la vida cotidiana, Cátedra, l986).

A pesar de su longitud, a pesar del inevitable acopio de citas que contiene, estamos ante una obra que se lee con avidez, porque dibuja un momento, el del nacimiento de nuestra modernidad, y un conflicto, el del "progreso" y la "crítica" frente al "fanatismo" y la "oscuridad", que no ha dejado de ser el nuestro. Asistimos a la creación de las armas conceptuales de uno y otro lado, y vemos cómo las palabras se trocan en armas arrojadizas que, como "fanático" o "ilustrado", pueden acabar cambiándose de bando. El comportamiento de las palabras, unido al comportamiento de los hombres, acaba por reconstruir el mosaico de una de las épocas más interesantes de la formación de nuestra identidad individual y colectiva.

Obras como Palabras e ideas, que iluminan (por mantener la metáfora) todo un periodo histórico, no son, sin embargo, nada más --¡y nada menos!-- que el estudio de unos pocos campos semánticos en la décima parte de la existencia de nuestra lengua. Son necesarios muchos más estudios de este tipo, no con la necesidad que la sociedad actual otorga al estudio de la radiación de cualquier lejano cuerpo del universo, sino con otra quizá más importante: la de saber qué somos en lo que decimos.

Para el inglés existe una obra, Keywords (Palabras clave, con el subtítulo de "Vocabulario de la cultura y de la sociedad"), del gran crítico cultural Raymond Williams, que es un deslumbrante recorrido por la historia de las palabras más importantes del mundo actual. Keywords es una auténtica radiografía del sistema de conocimientos y creencias que se erige en y con la lengua inglesa. Para llegar a semejante obra de síntesis nosotros necesitaríamos muchas monografías valiosas, como la de Alvarez de Miranda, y un Diccionario Histórico. Hay que darse prisa. Porque una lengua que no sabe qué espesor tienen sus ideas y palabras está en gran medida condenada a ser un balbuceo. Y ruidoso: basta mirar en torno.

[Publicado en El País, en 1992.
Última versión, 8 de junio de 1999]
 

 

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