Ahora muevo dos hebras: las levanto y agito un poco. Las suelto y caen sin peso.

Ahora todo un mechón: gira y se enrosca (lo humedece mi aliento desde el mar).

Cien cabellos muy finos, los más finos se erizan y se esponjan

desde las periferias: ¡cómo brillan!

Soplo suave y un bucle disponible se levanta, juega a no levantarse y al fin se yergue: arrastro su perfume hacia lo lejos. Ahora convoco en la nuca una espiral de rizos: se hacen y se deshacen sin acuerdo. Es todo un triunfo: ¡las cien hebras recogiendo este sol, y en contrapunto el bucle alborotado! Suficiente: sin levantar los ojos del libro te alisas el cabello con las manos. Fin del juego.