Revistas de la Edad de Plata

24 octubre 2011 13:13

Hoy se ha abierto al público la aplicación Revistas de la Edad de Plata en el Portal Edad de Plata, que mantiene la Residencia de Estudiantes de Madrid junto a otras instituciones.

Revistas de la Edad de Plata ofrece, en facsímil sincronizado con texto buscable, un valioso conjunto de 31 revistas literarias y culturales del periodo 1910 1917-1939, que totalizan más de 8.000 artículos (más de 9.000 registros, contando anuncios, ilustraciones y otras piezas breves), salidos de la pluma de 1.700 autores, correspondientes a los 316 ejemplares que constituyen las 31 colecciones, formadas por más de 14.000 páginas con más de 85 millones de caracteres.

Para acceder a este conjunto, una de las posibilidades es utilizar un buscador visual, que, desarrollado por Bestiario, da acceso a toda la riqueza de las relaciones entre los diferentes protagonistas (literarios, artísticos, científicos…) de la Edad de Plata. El buscador (arriba), permite acceder a 203 grupos (tertulias, movimientos…), 5.725 personas, 6.524 obras (libros, películas…) y 894 revistas, en sus ricas interrelaciones. En el ejemplo superior, el gráfico informa de que Alfonso Reyes, que participó en la Tertulia del Café Pombo, y es autor de las obras que aparecen el el círculo exterior, colaboró en El Sol, Héroe, Litoral…, y en esta última revista publicó “Trópico”. A partir de ahí, se puede acceder al facsímil y transcripción del poema en la siguiente herramienta:

El Publicador de Revistas da acceso al facsímil y texto electrónico sincronizados de cada uno de los más de 9.000 elementos contenidos en las 31 revistas, entre las que hay cabeceras tan importantes como La gaceta literaria, Caballo verde para la poesía… Entre los escritores que publicaron en ellas se cuentan los nombres más importantes de la cultura española, hispanoamericana y europea de la época: Federico García Lorca, Rafael Alberti, Paul Valery, Alfonso Reyes, Stephan Zweig, Jorge Luis Borges…

Este Publicador, que desarrolló Rafael Millán, está dotado de un potente buscador que permite busquedas literales, pero también por proximidad de palabras, y tiene integrado un vocabulario y morfología del español (lo que hace que pueda buscar todas las formas de un adjetivo, o de un verbo dados). Tiene también un potente lenguaje de interrogación que permite consultas del estilo de “apariciones de la preposición en seguida de verbo en gerundio”.

Las aplicaciones de investigación y educativas de estas herramientas son evidentes. Pero como la profesión va por dentro, una de las primeras cosas que curioseé fue la presencia de crítica de libros y publicidad de editoriales en el periodo. La digitalización de las revistas tiene metadatos, como la etiqueta “[anuncio]”, que permite recuperarlos.  Los ejemplos superiores aparecieron en la revista Ultra, del año 1921. Para ojos contemporáneos sorprende lo llamativo del nombre del editor frente al tamaño más pequeño del de los autores o las obras publicitadas.

Como muestra del alcance internacional de la cultura del momento, veamos otro caso, esta vez de La gaceta literaria de mayo del año 1928. Esta revista española anuncia la aparición de una antología de nueva poesía mexicana, al lado de la publicidad de un librero berlinés que manda libros en alemán a España y América. Más abajo, el librero parisino León Sánchez Cuesta se ofrece para enviar libros “de todos los países”.

Por último, he aquí un curioso caso de arqueología de la agencia literaria: la Agence Litteraire Internationale, a través de su aliado español que es la propia Gaceta, se ofrece para gestionar derechos de traducción.

Y estas son sólo algunas de las muchísimas perlas encerradas en las páginas de estos testimonios vivos de la vida cultural de la España de la Edad de Plata.

Advertencia: el autor de este blog, junto con Carlos Wert, Agustín García y todo el equipo de la Residencia de Estudiantes,  ha tomado parte en el desarrollo de la aplicación Revistas de la Edad de Plata.

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Por qué Círculo de Lectores es una buena idea digital

20 octubre 2011 9:09

Cuando el grupo Bertelsmann decidió que iba a dejar el control del Circulo de Lectores a Planeta, algo cambió en el mundo editorial español. Con su millón de socios y cinco mil agentes seguía siendo un canal privilegiado para venta de libros, aunque en los últimos años no era un secreto que el numero de socios iba disminuyendo, y que el importe de la compra media, también. En los lustros que siguieron a 1962, cuando nació Círculo, el libro era un artículo no sólo cultural, sino de ascenso social: “Un libro ayuda a triunfar”. Círculo llevó libros al corazón de hogares no frecuentadores de librerías a través de unos agentes que visitaban las casas, dejaban su revista, y volvían por el encargo, o, si la familia no había elegido nada concreto, llevaban el libro recomendado: ¡venta directa y regular a cientos de miles de familias!

La verdad es que este tipo de clubs fueron el origen del Grupo Bertelsmann. Se fundó en 1835 dedicado a la literatura religiosa (como tantas editoriales europeas), pero en los 50 se fundó el Bertelsmann Leserring (club del libro) y también entró en el mercado musical con la creación del sello Ariola. El grupo llegó a tener muchos clubs del libro en todo el mundo.

En España, Círculo proporcionaba básicamente best sellers, libros de éxito y populares de venta en librería, editados por otros sellos (o a veces mediante un proceso de coedición), así como creaciones propias. Bajo la dirección de Hans Meinke, consiguió implantarse sólidamente en el corazón de los hogares, y constituyó un grupo fidelizado y activo de clientes a los que vender también música y películas.

Pero las cosas cambiaron: España se fue desarrollando, y la lectura perdió glamour social. Además, una circunstancia material imprevista conspiraba para que el perfecto mecanismo de agentes visitadores perdiera efectividad: con ambos cónyuges trabajando, en las casas ya no había nadie hasta caer la noche.

Yo he publicado varios libros en el Círculo y en Cercle de Lectors (la versión catalana, aparecida en 1989). Como editor que era, me sorprendía y me llenaba de envidia sobre todo una cosa: con el libro ya dispuesto para salir, se hacía una encuesta piloto entre una muestra de socios, y las tiradas se ajustaban milimétricamente. Los agentes visitadores no sólo se encargaban de fidelizar al socio con su relación personal y recomendaciones de libros; no sólo hacían el servicio de entrega de revista, recogida del pedido y entrega de los libros: también hacían circular la información en sentido opuesto: desde el cliente al editor.

En los últimos años hubo intentos de usar la web de Círculo para estrechar relaciones con los socios, y sustituir la mecánica del agente por mediaciones digitales, pero creo que no llegaron a cuajar. Mientras tanto, Bertelsmann perdía todo interés por los clubs del libro, aunque fueran, como era el caso del de España, rentables, y cerró los de Rusia y otros países de Europa del Este.

En España, cedió el control, como hemos dicho, a Planeta. Pero en el momento de la firma del acuerdo, en abril, los medios ya recogieron:

La alianza Bertelsmann-Planeta también contempla un gran lanzamiento en Círculo para la próxima Navidad en el tema del libro electrónico y los e-books aprovechando la red de agentes de ventas y el millón de socios.

Efectivamente: hace pocos días saltó la noticia:

El grupo Planeta cambia de estrategia: revisa el negocio de la venta por descarga y apuesta más por la lectura en la nube de libros electrónicos. La editorial lanzará antes de final de año dos proyectos vinculados al e-book. Uno de ellos será una plataforma de lectura en streaming (lectura sin descarga) con el Círculo de Lectores. Otra de las iniciativas será potenciar la librería online de Casa del Libro para vender contenido multiformato.

Bien: he aquí el modelo: un público cautivo, con pacto de compra regular, al que suministrarle no sólo libros físicos sino también e-books desde la nube. Un modelo al que los hogares contemporáneos, bien surtidos de ordenadores y de conectividad, pueden apuntarse, a poco bien que se haga…

Antes de conocer esta noticia, y hablando sobre 24symbols, Julieta Lionetti escribía en su artículo “A Thousand Flowers Bloom” (versión en español):

Las suscripciones no nos han sido ajenas. Si 24 Symbols ha de tener futuro, deberá buscar su modelo en los clubes del libro, como lo fueron el Círculo de Lectores o el Book-Of-The-Month Club, y traducirlos a la era de Internet.

¿De qué manera?

Pero hay algo más que explica la reticencia editorial ante 24 Symbols y se centra en el siempre tenso territorio de qué porcentaje de la renta del libro le toca a los distintos detentores del copyright. En el caso de los derechos secundarios, el editor debe ceder al autor entre el 40 y el 60 % de las sumas obtenidas por la explotación de la obra. Renegociar esos contratos es pedir a los editores que reabran una agria discusión con los agentes literarios, que ya han dado por cerrada, en lo que concierne a los derechos de explotación digital.

El modelo de suscripción es una opción más que interesante a explorar, pero 24 Symbols no puede proponerse a los editores como un canal minorista más. Porque en la lógica que rige los usos y costumbres de la edición no lo es.

Y si se proponen como un club del libro, se verán obligados a convertirse en editores que explotan derechos secundarios.

Esta, y no otra es la clave, y la aportación de Julieta Lionetti ha sido transparente: no se puede entrar en un modelo que fuerza demasiado el ya de por sí convulso reparto de derechos con el que editores y agentes (y autores) están funcionando.

Antes, había sitio para una plataforma de libros electrónicos en la nube que ofreciera títulos ‘en alquiler’. ¿Lo habrá también con el megagrupo Planeta y su masa de socios de Círculo?

Y respecto al potenciamiento de Casa del Libro: he aquí su penúltimo movimiento, la venta de libros de segunda mano… Habrá que hablar de ello.

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“Traten de adivinar el precio”

13 octubre 2011 9:09

Una cita muy oportuna es estos momentos en que el precio de los e-books es un tema debatido en Frankfurt y en FICOD.

Hágase el siguiente experimento: poner en una mesa diez o veinte libros y pedirles separadamente a los clientes de una librería que traten de adivinar el precio. La falta de puntería resulta sorprendente. Todo el mundo dice que los libros son caros, pero a la hora de precisar lo que deberían costar, los juicios son muy divergentes. De hecho, dentro de ciertos límites, la demanda de un título es inelástica: indiferente al precio. Por eso, el editor puede equivocarse (dentro de ciertos límites), sin afectar a la venta.

(Gabriel Zaid, 1996)
Recopilación de José Antonio Sánchez Paso

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Book Vending Machines

11 octubre 2011 9:09

Me parecerán realmente interesantes cuando fabriquen el libro en sus tripas.

Encontrado en LIBER: Vending Books. Y también prestan

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Herramientas de gestión editorial

07 octubre 2011 9:09

Las tareas que acechan un editor en los tiempos que corren no han cesado de crecer. Aparte de las que se suponen desde siempre: elegir obras, hacer contratos, cuidar la edición, traducción o ilustración, vigilar la producción, compilar catálogos, tenemos toda la problemática que conllevan los e-books: formatos para cada plataforma específica, control del DRM, oferta on-line… A ello hay que añadir las tareas de promoción, necesarias para cualquier obra, en papel o e-book, y también para la presencia corporativa de la editorial: web editorial, blogs, páginas de obra, materiales complementarios, inclusión en Google Books, presencia en redes sociales…

En lo que respecta a la presencia en Twitter y redes sociales, en un post reciente analizaba la creciente complejidad de las interacciones necesarias para una presencia virtual: es necesario situar lo que muchas veces es el mismo contenido en distintas plataformas. Además, la aparición constante de nuevos servicios y procedimientos exige una puesta al día prácticamente constante.

Un entorno integrado de gestión de todos estos elementos pensado específicamente para editoriales sería muy útil, al permitir concentrar, unificar  y reutilizar materiales. De los pocos softwares que, que yo sepa, se ocupan de todo este extenso abanico de tareas (por ejemplo Agility), no he visto ninguno tan orientado a los flujos de trabajo de una editorial actual como Soyeditor.

Soyeditor se define como la suma de un gestor de web editorial, un gestor de contenidos, una librería online y un sistema de ebooks con DRM. Es un producto joven, que por el momento está en uso en las editoriales La liebre de marzo y Kairós.

No tengo experiencia directa en estos programas, pero esperamos con ansia el momento en el que buenas herramientas permitan liberar al editor de las tareas repetitivas para dejarle concentrarse mejor en su verdadero trabajo…

 

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Libros digitales, ¿parásitos del papel?

03 octubre 2011 9:09

La comercialización digital de los cómics es un hecho: ya hemos tratado el caso de Marvel y compañía. Me encuentro en un post de Avión de papel (que por cierto, no tiene ni un sólo enlace) un comentario sobre la situación en España. Su titular reza:

La industria del tebeo abarata hasta un 50% el precio de las descargas digitales, paga al autor un 25% de los ingresos y apuesta por la lectura en todos los formatos disponibles: ordenador, tabletas y móviles.

La entrada se refiere a la plataforma de distribución de cómics Koomic, que ha comenzado con 70 obras, y aumenta a razón de cuatro por semana, de prácticamente todos los editores españoles salvo Norma y Planeta. Uno de sus obras más famosas es Mortadelo y Filemón. Las obras distribuidas por Koomic se pueden leer sin descargar, en un navegador (con una realización viñeta por viñeta un tanto tosca), descargándoselos en el ordenador con DRM de Adobe, o en un iPhone o iPad.

Desde el punto de vista de la comercialización, y aparte de la compra por Web o app, han introducido unas tarjetas de prepago, de venta en librerías (ya conocemos otros casos en que una obra digital se adquiere mediante un cupón físico).

Pues bien: el mencionado post incide en la cuestión del precio:

Los precios finales también quieren ser un incentivo para los lectores. En Koomic dichos importes varían según editorial y tebeo, pero un cómic digital suele ser entre un 30 y un 50% más barato que su formato primigenio. Por ejemplo, el debut digital de Mortadelo y Filemón, ¡A reciclar se ha dicho!, cuesta 5,99 euros frente a los 12 euros en papel.

Y las siguientes, e interesantes, observaciones:

Desde Koomic aseguran que, dentro de los procesos de digitalización, la posterior actualización de los sistemas operativos para tabletas y móviles implica un coste importante.

Bueno: parece que cada vez se puede hablar más claro sobre los costes (y problemas) que tiene la proliferación de plataformas. Pero aún hay más:

De ahí que, en un futuro, puede que “los cómics nativos” no cuenten con precios de venta tan asequibles, como los que hoy resucitan en digital después de nacer impresos.

¡Exactamente! ¿No están muchas obras digitales parasitando inversiones que ya se amortizaron en papel? La respuesta es claramente que sí para obras ilustradas, pero también para gran parte de la ficción, si pensamos en los costes de traducción/composición. Quizás una obra nacida en papel pueda alcanzar un precio muy bajo al revenderla por línea, pero ¿y las obras nativas digitales?

A ver si la revolución del libro digital va a ser cierta sólo si tiene sus bases en el papel…

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Del teléfono al libro

12 septiembre 2011 9:09

Los desarrollos de Google abarcan un conjunto inmenso de dominios, cuya integración acaba de comenzar, y probablemente  aún hemos visto muy poco de lo que ésta puede dar de sí.

Por ejemplo: el reconocimiento de imágenes del mundo real, que crea un cómodo puente entre las cosas y las informaciones digitales sobre ellas. Sí: disponíamos de los códigos QR (de los que hemos venido hablando), pero que son una representación abstracta creada ad hoc; el mundo (reconozcámoslo) no está lleno de estos cuadraditos listos para ser capturados por nuestros móviles. En el terreno de los libros está el código ISBN, fácilmente interpretables por aplicaciones como ZBar, pero de nuevo se trata de un constructo creado para ese fin.

Pero Google Goggles parte del mundo real: el usuario fotografía desde su smart phone monumentos, textos, etiquetas de productos u obras de arte, y el software reconoce qué son y aporta informaciones sobre ellos.

En el mundo del libro (que es el que interesa a efectos de este blog), se puede partir de la fotografía de una cubierta: una simple fotografía de móvil, no muy buena, como la superior.

La aplicación móvil de Google la escanea y comienza la labor de reconocimiento: se identifica la imagen de la cubierta (si pertenece al mundo del arte), se reconoce su autor y se lee el título del libro:

¡Cuánto sabe Google!, ¿no? La verdad es que la imagen de la Virgen con el niño y su atribución a Jean Fouquet son datos que están en la Web, porque ahí los hemos puesto nosotros: sin ir más lejos, en la Wikipedia. Los algoritmos de Google han identificado la fotografía con la imagen del cuadro en cualquiera de los miles de sitios donde aparece al lado del nombre de su autor.

Los programas de reconocimiento de caracteres, OCR, del buscador (que ya veíamos en acción en Google Docs) han leído las letras de la cubierta, y, tras plantear la hipótesis de que el objeto fotografiado es un libro, lo han localizado y han buscado todo lo que Google tiene sobre él, de modo que al pulsar “Book” en la pantalla superior obtenemos:

La obra está perfectamente localizada. Bajando por la pantalla se puede acceder a diferentes informaciones sobre la ella: el sitio web del autor, una reseña del New York Times, webs de discusión de lecturas, o muchos otros sitios:

El lector que ha encontrado el libro en casa de un amigo (o en una librería) puede así hacerse una idea de la obra, pero accediendo a Google Libros puede lograr algo mejor: explorar su contenido. ¿Hablará la History of the Breast sobre las “amas de cría” (wet nurses)? Hagamos una búsqueda:

En efecto: la expresion aparece 24 veces en la obra, y se ofrecen párrafos en los que está presente. Para una información más amplia sobre el contenido, la aplicación proporciona también la nube de expresiones y nombres de su interior, con su frecuencia relativa:

Supongamos que a estas alturas la persona interesada por la obra desea comprarla. Si está disponible como e-book, Google Books se la ofrecerá pronto como descarga, pero también está ahí el enlace a Amazon, donde igualmente descargarla, o bien comprarla como libro físico.

Si se quiere comprar como libro inmediatamente, y uno está en una gran ciudad, mediante el botón Google Shopping (aún no plenamente operativo en muchos países), se puede acceder a las librerías y otros lugares donde esté a la venta, naturalmente con indicación de qué precio tiene en cada uno. Mientras dure en España el precio fijo del libro, eso no supondrá una diferencia, aunque (si el usuario ha permitido que el dispositivo conozca su localización) sí que podrá tener el dato de cuál es el establecimiento más próximo que lo tiene en stock.

Pues bien: ése ha sido el recorrido, casi de ciencia-ficción, desde tener un ejemplar en la mano hasta saber casi todo lo posible sobre la obra y acceder a su compra. Naturalmente: este recorrido ideal supone, desde la parte del editor y del librero:

que Google puede acceder a una base de datos con el título del libro y sus metadatos: entre otros, autor, editorial, ISBN, materia…  (para España, sería DILVE)

que el editor haya consentido en integrar el texto completo del libro en Google Libros para que se pueda buscar en su interior

que los principales libreros hayan puesto sus stocks en tiempo real a disposición de Google

Sí: conectar el mundo real y el digital cuestan un esfuerzo suplementario a todos los actores de la cadena, pero es posible que valga la pena…

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Flujos de información en un entorno complejo

05 septiembre 2011 9:09

En los últimos tiempos, como ya he contado, además de los post habituales en el blog y de algún documento largo en mi web, he estado posteando en Twitter. Desde mi punto de vista, y dado que mis intereses fundamentales son facilitar la difusión de los textos y mejorar el contacto con mis lectores, todos son complementarios. En la práctica que se ha ido creando, la Web aloja artículos extensos de valor general, el blog sirve para tratamientos a veces detallados de temas de actualidad, con posibilidad de debate inmediato, y la cuenta de Twitter permite intervenciones puntuales.

Para complicar las cosas, ha aparecido Google+, aproximadamente en el mismo nicho de Facebook, pero con unas mejoras y una acogida general que parece presagiar una gran utilidad.

Esta situación plantea serios problemas tanto para la creación de los contenidos como para quienes deseen seguirlos. ¿Tengo que postear y escribir en cuatro sitios distintos? ¿Y qué debería hacer un hipotético (y un tanto sorprendente) lector que quisiera conocer todo lo que escribo? ¿Visitar el blog, entrar en Twitter y entrar en Google+? Es mucho pedir…

La solución en la que estoy trabajando es convertir a Twitter en eje de la difusión de mis publicaciones. Puedo hacer esto gracias a ciertas herramientas muy útiles (y gratuitas). FeedBlitz publica automáticamente en Twitter los post del blog. Publish Sync, desde Chrome, dado que aún no existe para Firefox, me permite hacer que un apunte en Twitter pase también a Google+, o viceversa (atención: a veces presenta fallos). Eso me permite postear básicamente en dos sitios (bueno: en tres, contando las páginas web que edito en HTML), y de esa manera jerarquizar la importancia y profundidad que otorgo a cada tema. Pero, lo que es más importante, no me hace repetir el trabajo.

Mis lectores tienen ahora dos posibilidades: los que se quieran limitar a seguir el blog, pueden llegar como siempre por tres vías alternativas: directamente, por RSS o por correo vía Feedblitz. Los que quieran conocer además de los post del blog noticias puntuales, pueden seguirme en Twitter, donde confluirá todo. Por el momento Google+ está funcionando como una zona intermedia…

Si me he explayado en estas consideraciones no es sólo por exponer en voz alta y ante mis lectores, como suelo, los avatares de este sitio web. Creo que estos mismos problemas se presentan multiplicados para los editores y otros agentes de comunicación que puede que ya cuenten con webs, blogs, y páginas en Facebook, pero que ven además que su presencia en Twitter sería imprescindible, y que ¿qué pasará con Google+? Todo ello, además, en el contexto de unos profesionales cuya dedicación básica no debería ser estudiar los constantes cambios de la Red, sino sobre todo editar (y vender) buenos libros.

Porque ¿qué debería hacer un editor para difundir sus publicaciones y eventos? ¿Atender a todos los medios? ¿Apostar sólo por una vía? La verdad: no lo tiene fácil…

Seguiremos con la cuestión.

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Sobre el precio fijo

12 julio 2011 9:09

Cuando me pidieron que contribuyera este artículo, el número de Trama y Texturas en el que aparece se había pensado como un monográfico sobre el precio fijo. No fue posible. Aunque el tema se presenta en cualquier mesa de café o barra de bar en la que se junten más de dos personas del sector, e incluso en algunas tertulias inauguradas por libreros en Google Groups, fueron pocos quienes quisieron exponerse y estampar su firma.

Así comienza “De eso no se habla“, el artículo de Julieta Lionetti en el numero 15 de Trama y Texturas, ahora disponible en la red.

Para defender el precio fijo se esgrimen argumentos de defensa de la diversidad cultural, de protección de los pequeños libreros, pero ¿qué hay de los derechos de los consumidores finales (o lectores)? Acerca de la reciente disposición del ministro de Cultura francés, Frédéric Mitterrand, marcando tambien el precio fijo para los libros electrónicos:

Pagan los lectores franceses que, por vivir en Francia, no pueden disfrutar de los libros franceses a los mismos precios que otros lectores, quizá también franceses, con domicilio en las Islas Caimán. ¿Cuántos de ellos aceptarán que sus bolsillos subvencionen la diversidad cultural esgrimida por la ley, que en realidad defiende el statu quo de una industria que se va tornando ineficiente y favorece la consolidación de una estructura de mercado que en cualquier otro rubro se identificaría con un cartel?

Y ¿de qué precio fijo estamos hablando? ¿Del precio de venta al público o del precio con el que los libreros lo compran? Manuel Gil, uno de los que sí aceptaron estampar su firma sobre este tema, dice en”Falacias y mixtificaciones del precio fijo“, pubicado en el mismo número:

El problema no está en vender al mismo precio, como se ha defendido hasta ahora, sino en lograr comprar, en todos los puntos de venta, al mismo precio, y aquí la desigualdad es un hecho incuestionable.

Tenemos suerte de que, al menos, se empiece a hablar de todas estas cosas…

Imagen: Censored Book, de Barton Lidice Benes en The Center for Book Arts

 

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E-book y venta de impulso

27 junio 2011 9:09

Es bien sabido que los libros electrónicos pueden favorecer ese misterioso mecanismo que en márketing se llama “venta de impulso”, y que en términos psicológicos se traduce como “¡Lo quiero, y lo quiero ya!”.

Pero nunca lo había visto plasmado como en esta página de un reciente New Yorker. A la derecha de la habitual sección de reseñas cortas aparece una columna encabezada por esta afirmación: “En el tiempo que lleva leer esta reseña, puede descargar inalámbricamente  un libro entero”…

 

 

El subtexto es, sin embargo, clarísimo: en el tiempo en que lee una reseña, puede tener en sus manos el libro que le interesó en la anterior. Amazon tiene en Kindle prácticamente el 95% de los libros de las listas norteamericanas de los más vendidos.

Contra esta disponibilidad y rapidez por línea sólo se podría luchar, en todo caso, con rapidez y buen servicio en las librerías…

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