El sueño de Katafuchi

José Antonio Millán

Takushi Katafuchi expone en la galería Alejandro Sales de Barcelona los meses de abril y mayo de 1998
Yume (1997), fotografía, 44 x 39 cm.
Conocía de Taku Katafuchi sus imágenes rurales, extáticas y poderosas, sus retratos, su trabajo delicado y extraño con documentos congelados rehechos por la cámara... Ahora persigue un sueño, y eso le ha obligado a salirse de sí, a desbordar el marco de la obra, a construir en el espacio, en el tiempo y en la luz.

Taku Katafuchi tuvo un sueño y ahora lo rehace con los medios a su alcance. Una de las características más turbadoras de lo onírico es la capacidad para que una cosa sea otra sin dejar de ser ella. Soñamos, y vamos al lado de una persona, hablando con ella, y de golpe es otra, también. O recorremos las calles de una ciudad y al tiempo estamos en otro lugar. En sueños no nos sorprende: ¿por qué habría de hacerlo?

Taku Katafuchi ha tratado visualmente esta superposición de identidades mediante el control de dos imágenes. Tenemos el delante y el detrás, el positivo y el negativo, la transparencia y la opacidad. El juego entre todos ellos crea diálogos extraños, y podemos mirar a través de las manchas de la piel de una vaca, o asomarnos al interior de unos ojos blancos en un rostro negro. Gestalt y organización se alían, y hay curiosas batallas entre los mensajes que llegan al espectador, cuya posición y movimientos, además, varían la configuración de la obra.

Y luego, todo lo inexplicado, lo inexplicable.

Como en un sueño.

 

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