El sueño de KatafuchiJosé Antonio Millán |
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Yume (1997), fotografía, 44 x 39 cm. | ||
Conocía de Taku Katafuchi sus imágenes
rurales, extáticas y poderosas, sus retratos, su trabajo delicado y extraño con
documentos congelados rehechos por la cámara... Ahora persigue un sueño, y eso le ha
obligado a salirse de sí, a desbordar el marco de la obra, a construir en el espacio, en
el tiempo y en la luz. Taku Katafuchi tuvo un sueño y ahora lo rehace con los medios a su alcance. Una de las características más turbadoras de lo onírico es la capacidad para que una cosa sea otra sin dejar de ser ella. Soñamos, y vamos al lado de una persona, hablando con ella, y de golpe es otra, también. O recorremos las calles de una ciudad y al tiempo estamos en otro lugar. En sueños no nos sorprende: ¿por qué habría de hacerlo? Taku Katafuchi ha tratado visualmente esta superposición de identidades mediante el control de dos imágenes. Tenemos el delante y el detrás, el positivo y el negativo, la transparencia y la opacidad. El juego entre todos ellos crea diálogos extraños, y podemos mirar a través de las manchas de la piel de una vaca, o asomarnos al interior de unos ojos blancos en un rostro negro. Gestalt y organización se alían, y hay curiosas batallas entre los mensajes que llegan al espectador, cuya posición y movimientos, además, varían la configuración de la obra. Y luego, todo lo inexplicado, lo inexplicable. Como en un sueño. |
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