Tal parecería que con el timbre estamos ante el grado cero del artefacto, ante la máxima simplicidad de operación. Pues bien: no. Aún hay personas que (ya sea por constitución dubitativa o por dolorosa experiencia repetida) desconfían de las capacidades del prójimo. Hay que decir en su descargo que las instrucciones no son todo lo prolijas que podrían haber sido. Imaginemos un "Apretar (con el dedo índice) fuerte y recto en el botón blanco central situado inmediatamente debajo..." Etc. |