Algunos timbres se refugian en
oquedades, como temerosos de exponerse al roce de las cosas.
En sus refugios a la medida, o bien toscamente adaptados, encastrados en yeso o en madera, aguardan la llegada del llamante.
Anidan aislados o en manada, y en este último caso su nicho colectivo es tal vez un trasunto de la distribución de los moradores, refugiados a su vez en el vientre común de la casa...
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