Situados a la intemperie,
pulsados por generaciones de dedos en todo grado de higiene, muchos de ellos no limpiados
jamás, los timbres van acumulando una pátina reconocible. La espesa huella humana que
recubre a la mayoría es un trasunto visible de su historia. Los cercos de suciedad
acumulan llamadas pringosas de niños, dudosas de mendigos, descuidadas de cualquiera...
La mugre diferencial sirve como indicio de las muy distintas historias que hay tras cada timbre. Cualquier detective distinguiría en esta panoplia de llamadores la interesante historia del primero primera...
Al lado de estos timbres vividos, la obscena limpieza de los de un portal del Ensache barcelonés trazan un panorama bien distinto: el del portero siempre atareado con un trapo y Sidol, y las señoras que miran con sospecha el estado de limpieza del adminículo cada vez que suben o bajan...
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