Una nube polícroma y
comercial, viscosa y de mal agüero acecha la imperturbabilidad de los timbres.
Los cerrajeros son los enemigos mortales de los timbres: representan la fuerza frente a la palabra, la violación frente al permiso. Por eso sus torpes pegatinas publicitarias se hacen presentes constantemente a su lado, recordando que allá donde falla el diálogo, su intervención podría ser necesaria. Y lo dicen de forma pegajosa y molesta, adhiriéndose a su misma superficie, revoloteando a su alrededor.
Por un servicio puntual que estas pegatinas podrían prestar, muchas son las molestias que causan a los sufridos propietarios de los inmuebles, que deben aguantar su presencia, con frecuencia desvaída y parcial, por el tiempo y las agresiones, o dedicar esfuerzos a su retirada, nunca completa....
Los más pundonoros tratarán de conservar el timbre y sus inmediaciones libres de estas adherencias, pero ¡ay!: sus huellas viscosas permanecerán para siempre, o los esfuerzos de los inquilinos causarán trastornos indelebles en las superficies...
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