Solo quienes estaban en el secreto del unicornio del
carrusel tenían la facultad de participar en la aventura. Así pues, un
grupo de amiguetes se citan en atracciones Caspolino, el domingo a media
mañana.Uno tras otro montan en los corceles y en el unicornio del
carrusel. Después de unas vueltas a velocidad lenta, hay un pequeño
sobresalto y empiezan a girar cada vez mas rápido, hasta tal punto que
primero el unicornio y luego todos los demás salen volando, formando un
serpentín que se eleva a gran velocidad.
Los angustiados gritos de los padres van quedando
atrás, y sólo el susurro del viento acompaña una fuerte ascensión. Los
niños, agarrados al cuello de los corceles, ven entre asustados y
asombrados cómo Barcelona reduce su tamaño a cada curva del serpentín,
para penetrar rapidamente en un mar de nubes, navegando velozmente.
Luego, al poco tiempo, comienzan a descender, tan velozmente como
ascendieron, y allí a lo lejos, en medio del mar lleno de reflejos del
sol, empieza a verse una pequeña isla. En un abrir y cerrar de ojos,
están aterrizando en una calle de un pequeño pueblo un tanto inhóspito;
no por su aspecto, pero sí por su color y por su olor. Todo,
absolutamente todo, era marrón; un poco mas claro o un poco mas oscuro,
pero marrón. Y el olor, aquel olor familiar....Los amiguetes ya en
tierra,comenzaron a correr y jugar, mientras inspeccionaban el lugar.
Uno de ellos se apoyó en una repisa de una pared, observando su entorno,
y al rato la mano que puso en la pared se le quedó pegajosa y manchada,
marrón. La olió, la observó, y la chupó. ¿Pero que es esto? Es, es...
¡¡¡CHOCOLATE!!!.Todo en aquel lugar era de chocolate: las casas, los
caminos, los árboles: TODO.
Empezaron a comer. Locos de alegría, seguían jugando,
mientras lamian las paredes, el suelo, las farolas: era el delirio. Así
pasaron largo rato, hasta que algunos empezaron a notar ciertos
retortijones, otros empezaron a tener dolor de tripas, y otros quedaban
pegados allí donde permanecian un rato quietos.
Esa fué la señal; ¡¡¡¡todos a los corceles!!!! No
tardaron mucho. Tras navegar un rato entre nubes, distinguieron a lo
lejos, la silueta de Barcelona, y en un zoom rápido, Caspolino. Ya
estaban en casa. Un tumulto de padres expectantes, y preguntas y gritos
de alegría, y más preguntas; pero esos niños no soltaron prenda, no
contaron nada, y es que si lo hacian el carrusel NO volvería a
llevarlos.