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Bin Manchú, Fu Laden

Bengt Oldenburg

 

El morphing que sirve de ilustración a este artículo ha sido una cortesía de ¡La Lu!

 

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Fraga, en plena Segunda Guerra, en Madrid, otorgando un título de honor a Carl Schmitt: un hecho muy relevante equivale a una revelación. Schmitt, por lo menos, tiene su lugar asegurado en la historia de las ideas. Su teoría acerca del Adversario ha vuelto, vuelve, volverá a debatirse. Sobre todo, porque la pasión predominante del siglo XXI será el miedo.

Hablamos del Adversario omnipresente y, por eso mismo, inasible. Y, por eso mismo, un Adversario inagotable. Hitler tuvo a los judíos, Sharon tiene a Hitler. Y al Islam. El Islam está muy de moda, especialmente desde el 11 S. De allí Bin Laden, cuya familia estaba bien establecida en el Establishment petrolero-tejano, hasta el 12 S. Fecha también memorable, puesto que todos ellos fueron entonces sacados de los Estados Unidos tan rápida como discretamente. Por el Establishment del cual forman parte. Curioso.

En tiempos del Imperio británico, Sax Rohmer creó a Fu Manchú, representante del peligro amarillo, tan misterioso como Bin Laden, aunque nadie se ocupara de su familia. Era un adversario ideal, siempre presente, nunca hallable, diabólico en sus intenciones. Los enemigos del Occidente, hoy, preservan esa versatilidad, y lo superan en maldad. Los occidentales no van a la zaga; incluso inventan nuevas formas para estigmatizar a víctimas de todo tipo.

Durante décadas el adversario principal en España fue ETA. Hubo cierta confusión, el 11 M, debido a que España había entrado en la guerra –ilegal, si un conflicto bélico puede serlo– contra Iraq. El Islam, como enemigo, no era descartable. Luego, por motivos políticos partidarios, se barajaron por lo menos dos teorías, donde un sector quiere diferenciar entre autores e instigadores.

Si esto es cierto (y parece plausible, pero por otras razones) también habría que distinguir entre autoría e instigación en los atentados de Nueva York y de Londres, amén de otros ejemplos recientes. La vieja regla del derecho romano, ¿para beneficio de quién? todavía sirve admirablemente. Aplicada a casos concretos, lleva a una máxima de Machiavello: "El Príncipe no precisa matar; le basta ignorar los preparativos".

De allí a las teorías conspirativas solo hay un paso. No es necesario entrar en ellas de un modo general: cuando, en una ecuación, un término es omnipresente, se le puede extrapolar. De estrategias sí se debe hablar. De una en particular, reliquia siempre viva, que ahora vuelve con fuerza: la religión como elemento polemológico. Antes, la pigmentación del adversario era un elemento concomitante. Ahora, ya no es tan correcto, "políticamente". Aunque África muera.

Guerra y religión: sobran ejemplos recientes. Un comandante estadounidense se quejó, hace poco, en Iraq, cuando se le prohibió atacar a las mezquitas. Los periodistas ya habían recibido cañonazos, y la información se encuentra bajo control. En este momento, el peligro mayor de violencia proviene de aquellos que, al mismo tiempo, disponen de poder y pertenecen a una secta actualmente significativa. Existen ejemplos más cercanos que los potentados saudíes y los wahabíes, hijos tardíos de la Gran Bretaña.

 

 

2

 

Los presidentes de Estados Unidos suelen exhibir rasgos de soberanía religiosa, no sólo cuando hacen difundir fotos de Bush y sus allegados rezando, con los ojos cerrados, previo a una reunión en la Casa Blanca (6 de junio de 2005). El presidente McKinley explicó, en 1898, a un grupo de religiosos, que –arrodillado en el palacio presidencial en Washington– había recibido un mensaje de Dios, urgiéndolo a ocupar las Filipinas. Como sabemos, esa demanda se perpetró.

Quien se opone a los designios del Dios de un presidente estadounidense es, obviamente, un adversario, al igual que los kulaks lo eran para Stalin, o los bosnios para los serbios. Quien combate a un Adversario, tiene razón, porque defiende el Bien. Pero, para obviar la pálida patología de políticos y de otros activistas ¿quién puede purificar el Mal? Según Bhagavad Gîta, eso sólo puede ocurrir cuando existe conciencia de que la acción es tan inocua como la abstención, porque ambas son ilusorias.

A una mística se puede oponer otra. Es difícil saber hasta que punto eso serviría para alterar la relación entre las fuerzas en pugna. Pero se pueden extraer ciertas conclusiones en cuanto a los usos actuales de la teoría del Adversario. Desde la ética, por ejemplo: el inocente que sufre sabe la verdad sobre su verdugo; el verdugo no sabe nada. Sólo lo inocentes pueden sentir el infierno.

 

 

 

Creado, 21 de julio del 2005

Bengt Oldenburg (1927) nació en Helsinki e hizo sus estudios universitarios en Sociología e Historia del Arte en la École Pratique d'Hautes Études, sección V de la Sorbona. Ejerció el periodismo cultural y la crítica de arte durante veinte años en Buenos Aires, Argentina. Fue catedrático de Historia del Diseño en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de Buenos Aires. Desde su llegada a España colaboró en revistas de arte como Lápiz, en el suplemento "Culturas" del extinguido Diario 16, para luego dedicarse de lleno al mundo editorial.

También de Bengt Oldenburg en este sitio: Antecedentes para un futuro inmediato y El libro de Salomón

 

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