Un eurodiputado de CiU denuncia que le obligaron
a descalzarse en El Prat
(8 de enero del 2008)
Según
El País. El eurodiputado por Convergència i Unió (CiU)
Ignasi Guardans ha presentado una denuncia contra un vigilante
jurado y un agente de la Guardia Civil que prestan sus servicios en
el control de seguridad de la terminal A del aeropuerto de El Prat
por obligarle a descalzarse para pasar el arco de metales.
Guardans, uno de los europarlamentarios más activos en contra de
las recientes medidas de seguridad aeroportuaria impuestas por la UE
-sobre todo la que se refiere al transporte de líquidos- considera
que ambos agentes actuaron arbitrariamente y le vejaron.
Los hechos, según Guardans, sucedieron el 28 de diciembre, cuando
el guarda jurado obligaba a los pasajeros a quitarse los zapatos en
el control de seguridad. El eurodiputado les advirtió de que no era
obligatoria esta medida si no llevaban algún elemento de metal.
Cuando Guardans fue a cruzar el arco, siempre según su versión, el
agente le comentó: "Pues ahora vas a ser tú el que te quites los
zapatos, listo".
El parlamentario reclamó la presencia del agente de la Guardia
Civil responsable del control, pero éste tampoco atendió sus
demandas. Al final, Guardans ha presentado una denuncia, pues el
Código Penal prohíbe a los funcionarios y autoridades "ejercer
cualquier vejación injusta" a la persona a quien registren.
3 de diciembre. Este es el texto de
la queja que he enviado al Defensor del Pueblo
siguiendo la propuesta del Blog de
Isabel Núñez:
Al Defensor del Pueblo
España
Muy Sr. mío:
Creo que las medidas
de seguridad de los aeropuertos, y muy especialmente las que se
refieren a despojarse de calzado, cinturón, chaqueta, y las que
tienen que ver con transporte de líquidos, son humillantes para los
pasajeros e inefectivas para los fines que pretenden conseguir, amén
de que su aplicación es arbitraria.
También es una ofensa
comparativa para los usuarios de otros transportes públicos (que en
Europa han sufrido más atentados terroristas) como el autobús o el
tren, que --si esas medidas son tan necesarias-- no se apliquen
también en estos medios de transporte.
Por último, el
procedimiento secretista por el que se han tramitado estas medias en
la Unión Europea es inaceptable en una democracia.
Le ruego que use todos
los medios a su alcance para que las más humillantes y absurdas de
estas medidas sean derogadas, y para que la aplicación de las
restantes sea supervisada por los poderes públicos.
Atentamente
Seguimiento: al cabo de un mes me respondió
una estupidez: que si había tenido algún mal trato en el aeropuerto,
lo denunciara a la autoridad... ¡No era eso!
Ignacio
Cembrero en
El País, 3 de diciembre del 2006,
publica el artículo "Secretismo aéreo en la UE.
Los eurodiputados se indignan ante la confidencialidad de las nuevas
normas de seguridad aplicadas en los aeropuertos". Este es un
extracto: A Barrot los eurodiputados se le echaron encima.
"La aplicación de las medidas es incoherente", le espetaron Los
Verdes. "No hay armonización ni interpretación común de las reglas,
cada aeropuerto las aplica de manera diferente", denunciaron los
parlamentarios. "Todo esto crea irritación entre los ciudadanos",
remató el alemán Willem Schuth.
"Se necesita saber en qué se basan estas medidas", recalcaron
Schuth, el austriaco Reinhard Rack y el griego Stavros Lambrinidis.
"¿Son necesarias y proporcionadas en una sociedad democrática?",
preguntaron después siete diputados enojados.
El alemán Holger Krahmer y el chipriota Marios Matsakis
avasallaron a Barrot con preguntas que apenas obtuvieron respuesta.
"¿Quién garantiza que las tiendas libres de impuestos, donde se
pueden adquirir líquidos, son seguras?" "¿Qué pasa si dentro del
avión varias personas juntan sus botecitos con líquidos y provocan
una explosión?".
"Ya puestos, ¿por qué no tomar esas medidas en los autobuses y
trenes dónde el equipaje de mano no suele ser registrado?", inquirió
Krahmer tras recordar que en Madrid y en Londres los únicos
atentados mortíferos estuvieron dirigidos contra el transporte
público urbano.
[...] Las nuevas normas rigen, desde el 6 de noviembre, en la UE,
Noruega y Suiza, pero no en otros países terceros. En Turquía, en el
Magreb o en Oriente Próximo, el pasajero puede embarcar en el avión
de una aerolínea europea con botellas de litro de agua, colonia o
alcohol, adquiridas en la ciudad. ¿Por cuánto tiempo? "Les estamos
presionando para que adopten nuestras medidas", reconoce una fuente
de Fomento.
[...] También aumenta el gasto. En España
aplicar estas normas supone duplicar el número de vigilantes jurados
en controles aeroportuarios -de 900 a 1.800-, desarrollar una
campaña divulgativa, etcétera, con un coste adicional de siete
millones de euros -en los dos últimos meses de 2006- que ni el
Ministerio de Fomento ni el de Interior quieren sufragar.
En el
Blog de Isabel Núñez sale el 25
de noviembre el post
Propongo que nos quejemos: que comienza "En democracia hay que
quejarse". Contiene estos párrafos:
En
estas páginas web se puede enviar una queja. Por ejemplo, del
horror al que nos someten en los aeropuertos. No
cuesta nada, hay que rellenar un formulario y mandarlo. También se
puede hacer por email. Te contestan por teléfono (Síndic de Greuges)
o por Carta (Defensor del Pueblo), pero recogen tu queja y la
estudian. Acabo de enviar la mía al Defensor del Pueblo Europeo. Si
hay muchas tal vez se replanteen algo o empiecen a considerarnos
ciudadanos en vez de súbditos. Pero si no reciben ninguna, seguirán
imponiendo sus normas impunemente.
Síndic de Greuges de Catalunya - El defensor de les persones
El Defensor del Pueblo Español y por email:
registro@defensordelpueblo.es
Defensor del Pueblo Europeo homepage y por email:
euro-ombudsman@europarl.eu.int
Y hay más: escribe Javier Armentia:
Seguridad y Negocio. Y he aquí un temprano análisis de Bengt
Oldenburg, Terrorismo y
terror
El 23 de
noviembre Ignasi Guardans publicaba en El País
Bombas de desodorante. He aquí un extracto:
El 27 de septiembre de 2006 se reunió el Comité de Seguridad de
la Aviación Civil, un organismo técnico formado por expertos de los
25 Estados miembros creado en el año 2002 para auxiliar a la
Comisión Europea cuando deba formular propuestas en la materia. En
esa reunión se debatió una propuesta de revisión de las medidas de
seguridad, que contenía las nuevas normas sobre líquidos, entre
otras. Las mismas que en Europa llevaban unos meses aplicándose sólo
en vuelos desde y hacia el Reino Unido. Normas improvisadas tras la
supuesta desarticulación de un supuesto comando que pretendía un
supuesto atentado de grandes dimensiones (no es quien firma, sino el
New York Times quien puso en cuarentena gran parte de la
información que sobre ese oscuro episodio se divulgó desde Londres).
La reunión de ese órgano técnico fue a puerta cerrada, y el acta
de la sesión es secreta. En Europa lo "secreto" está creciendo en la
misma medida en que crece la etiqueta "seguridad". En todo caso,
según fuentes de confianza, los técnicos de tres Estados rechazaron
la propuesta por desproporcionada. Aun así, se aprobó con una
mayoría muy cualificada.
La semana siguiente, sin previa consulta al Parlamento ni a
nadie, la Comisión Europea aprobó el Reglamento 1546/2006, que
convertía en ley para toda Europa la propuesta técnica cerrada unos
días antes. Pero la norma nunca ha sido publicada: el texto -que se
impone directamente a todas las autoridades de Europa- fue también
declarado secreto. Es decir: el Reglamento tiene un solo artículo,
que se limita a aprobar un Anexo con las especificaciones sobre qué
se puede llevar, cuándo y cómo. Y estas reglas "serán secretas y no
se publicarán", aunque "se pondrán a disposición de las personas
debidamente autorizadas por los Estados miembros o por la Comisión".
En consecuencia, los ciudadanos no tenemos ninguna posibilidad de
verificar, o en su caso impugnar, la aplicación de esta norma,
porque no tenemos derecho a conocer su contenido. Claro que tampoco
la conocen los uniformados que deben aplicarla en los controles de
nuestros aeropuertos, profesionales que encuentran en su
intransigencia y su rigidez la mejor garantía de continuidad para su
puesto de trabajo. Ellos y ellas han recibido simplemente un folleto
con instrucciones. Y sólo ellos tienen la autoridad para decidir si
autorizan o no un bote con leche materna, si hay que descalzarse o
no y por qué, o si deben exigir receta médica por un jarabe contra
la tos que puede ser esencial para el viajero pero que no la
necesita.
El 15 de
diciembre mi artículo era traducido al inglés:
El
13 de noviembre publiqué en
El País el artículo "Los ritos de la seguridad". Aquí esta
para suscriptores, pero también está recogido en otros lugares
de la red, como
éste,
éste o
éste. He aquí un extracto:
La última vuelta de tuerca: ahora el pasajero aéreo se ve forzado
a exponer sus champús y pomadas para las hemorroides en una bolsita
transparente. No dejan llevar ni agua en una cantidad razonable.
¡Dios mío!, ¿qué más inventarán? La razón que dan es que han
descubierto a islamistas con explosivos líquidos. Pero ¿y los
explosivos sólidos? ¿Y las armas blancas de cerámica, indetectables
por los arcos de metales? ¿Y las armas de fuego desmontables,
camufladas entre elementos neutros del equipaje? No he aprendido
estas cosas frecuentando webs terroristas, sino en
películas normales. Y otra pregunta: ¿por qué no aplican estas
medidas también en trenes, autobuses o mercados, donde ha habido
muchos ataques terroristas?
¿Qué pretenden estos ritos siniestros e ineficaces, con ecos de
campo de concentración (personas sedientas despojadas de su ropa,
sin zapatos, con sus pertenencias a la vista en una bolsita,
formando largas colas)? ¿Qué persiguen, aparte de aumentar los
beneficios de las compañías de seguridad y las ventas de agua a
bordo? Parece duro decirlo, pero están probando hasta dónde puede
llegar la sumisión de los ciudadanos. Y da la impresión de que puede
llegar muy lejos. Es un ensayo general para los tiempos que vendrán.
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