Tomar los medios

José Antonio Millán

 

6 de febrero de 1993

Sección "Don de lenguas". Aquí está todo lo que hice en ella.

 

Tomar los medios

El estado estalinista controlaba a los propietarios de una simple máquina de escribir; la posesión de una multicopista era suficiente para acabar en la cárcel en la España de Franco; en el golpe de Pinochet el ejército se apresuró a ocupar las emisoras... La fe en la palabra y el miedo a la difusión de las ideas han sido constantes por lo menos desde la Europa de la Reforma. Pero henos aquí, en un mundo en que la fotocopia es un hecho trivial, en el que cualquiera puede grabar un video; un mundo con fax, impresoras láser, conexiones por módem, emisoras de aficionados, una red telefónica mundial... pero dominado en exclusiva por la Comunicación Oficial: cadenas de televisión, de radio, agencias, al servicio de los mensajes estatales y comerciales.

¿Por qué no tomar los medios, utilizar las increíbles tecnologías de la comunicación hoy disponibles para algo más que hacer contactos eróticos, y consumir? Ese es el proyecto de un grupo de jóvenes americanos, comenzado en un pueblo de New Jersey. El detonante de Stuart Sahulka y Greg Ruggiero, graduados de la Universidad de Rutgers, fue la Guerra del Golfo. Ante su inminencia, y el amordazamiento de los medios de comunicación, decidieron "hacer algo". Consiguieron una conferencia de Noam Chomsky en la que se predecía la guerra en la región, hicieron 250 ejemplares, y se lanzaron a Nueva York, a venderlos en el metro y por las esquinas. Ante su asombro, el panfleto se agotó, y comenzaron a publicar más. Así nació Open Media, que ahora edita, siempre con recursos domésticos, en New Jersey, Amsterdam o Seattle. Ninguna de sus publicaciones tiene copyright, y están diseñadas especialmente para poder ser fotocopiadas, aunque alguna llegará también a los circuitos "normales", de la mano de la progresista editorial New Press, de André Shiffrin.

Seizing the Media ("Tomar los medios"), el título de su manifiesto, se ha convertido en el lema de una red, Immediast International, que se comunica por correo, fax u ordenador (e-mail) y que agrupa a toda una serie de activistas de "medios subversivos". El New York Times o el Voice se han ocupado de este fenómeno editorial y político, junto a prensa más underground que ha reconocido los vínculos de este movimiento con el de los hackers (invasores informáticos de redes protegidas).

Los immediaístas han rescatado un viejo aforismo del situacionismo: "Aún es posible sacar partido del hecho de que las emisoras de radio y televisión todavía no están custodiadas por tropas". Ya sabe: mande por fax algo interesante, mientras aún le dejen.

 

Estado, colega

No es frecuente que un alto cargo ministerial se pase a la crítica de la esencia del sistema. Michel Schneider fue Director de Música y Danza del Ministerio de Cultura francés, hasta que dimitió, bastante harto, y escribió un libro La comédie de la culture que publica Seuil y adelanta la revista Lire. Dice así: "Por una especie de juego de palabras que no creo ni involuntario ni inocente, se parte de la evidencia de que hay espacio para todas las formas de expresión culturales (en el sentido antropológico), y se acaba por llegar a la idea falsa de que todas son culturales (en el sentido de obras del arte y del espíritu)".

El lector habrá reconocido aquí la pirueta que conduce (no sólo en Francia) a afirmaciones del estilo "el rock es cultura", lo que lleva a que ocupe espacios "culturales" en los medios de comunicación y reciba subvenciones estatales. Señala Schneider que subvencionar al grupo de rap "Cágate en tu madre" al lado de la música minoritaria de Pierre Boulez, implica sancionar las desigualdades ("lo que os gusta, eso es Cultura, estad tranquilos"). Se subvenciona un poco al rap, seguido por multitudes, para dar la impresión de apoyo a la juventud y a la modernidad, y la "cultura" es la coartada que ampara esta demagogia. Pero el poder, el poder incluso de decidir qué es cultura (en el sentido espiritual), está en manos de los que oyen a Boulez. Y el ex-alto cargo concluye con estas consignas: "No al Estado-colega. No al Estado-Narciso. No al Estado-zapeador".

 

El emigrante virtual

Suena el teléfono, y una voz afable pregunta por usted y le intenta vender un seguro. O bien, desea alguna información sobre un producto o un servicio y marca un número gratuito para pedirla. ¿Sabía usted que al otro lado del hilo pueden estar las palmeras de Jamaica, o una poblada urbe del sudeste asiático? Un artículo de François-Henri de Virieu, en Le Monde presenta las implicaciones de lo que empieza a llamarse teletrabajo (con sus variantes teleformación o telemantenimiento). Por una parte, el teletrabajo puede acabar con las aglomeraciones de las ciudades, con los problemas de tráfico; pero otra consecuencia previsible será que se explote (="ayude") aún más al Tercer Mundo... con toda comodidad, pues ya no hará falta ni que los inmigrantes vengan. El factor lingüístico --una de las herencias coloniales que más perviven-- se puede convertir en una nueva fuente de recursos. "Podemos ayudar a nuestros vecinos del sur del Mediterráneo [los argelinos, que hablan francés] a 'vivir y trabajar en su país' en vez de venir a llenar de problemas nuestros suburbios", opina De Virieu.

 

Alma en el músculo

Todos hemos visto alguna vez la imagen de uno de esos hombres o mujeres en bañador, aceitados, retorcidos en posturas inverosímiles para hacer sobresalir haces musculares inéditos, antes sólo contemplados en láminas anatómicas de Vesalio o en carteles de carnicería. Hartos tal vez de que se les considere meros paquetes de carne moldeada, puede detectarse en publicaciones culturistas un movimiento destinado a realzar otras cualidades: autodisciplina, equilibrio mental y, bueno, eso. En un número reciente del americano Muscle & Fitness un doctor postula que los culturistas "son mejores amantes", y lo explica con la fórmula: "físico + fisiología + psicología = sexo extraordinario".

Lo curioso es que haya que llegar a esa situación con la ayuda de los misteriosos compuestos, anabolizantes y nutrientes que llenan las páginas de la revista. A un lector inadvertido le pueden parecer incluso productos para coches, por la forma de los envases (latas y bidones), y por la propaganda: "Más combustible, más potencia", "¡Fórmula de resistencia energética de alta intensidad!", "Con quemador de grasas"...

 

 

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