Parque cretácico

José Antonio Millán

 

2 de octubre de 1993

Sección "Don de lenguas". Aquí está todo lo que hice en ella.

 

Parque cretácico

¿Qué siente un científico cuando su campo de trabajo adquiere una popularidad repentina y cae en el reino de la explotación comercial masiva --con todo lo que ello implica? El paleontólogo Stephen Jay Gould (a quien debemos obras de divulgación tan excitantes --y discutidas-- como La vida maravillosa) dedica un largo artículo en uno de los últimos números de la New York Review of Books al fenómeno de Parque Jurásico.

Los dinosaurios han pasado de ser habitantes de polvorientos museos a protagonistas de la película del año, ¿por qué? Me gustaría creer --dice Gould-- que el interés actual se debe a "la investigación y a las ideas fascinantes que ha generado nuestra profesión". La imagen de animales pesados, estúpidos y robotizados ha sido sustituida por la opuesta: ágiles criaturas bien adaptadas a su medio. "Cuando era niño los ornitópodos ponían huevos y se largaban. Hoy, esas mismas criaturas son modelo de dinosaurios maternales, cariñosos, políticamente correctos"... Pero el interés por los dinosaurios no es una novedad absoluta: a mediados del siglo pasado se exhibían réplicas en una Feria Mundial, pocas décadas atrás asomaban con frecuencia en películas (Godzilla, Hace un millón de años...). Gould compara la situación con lo que ocurría con los yoyós cuando era pequeño: un año estaban de moda, luego desaparecían durante un tiempo... para volver con una fuerte campaña. Sencillamente (aunque le duele reconocerlo), en la actual Dinomanía sólo ve "el reconocimiento y la explotación de posibilidades comerciales".

Gould se muestra fascinado por el reto técnico de representar animales extintos en la pantalla, lo que no le impide censurar la película, a la que considera mucho más endeble que la novela, con errores científicos graves (la reconstrucción de un ser vivo a partir de un ADN fragmentario), y la presencia de colores, texturas y comportamientos que pueden únicamente ser objeto de conjetura... Lo grave, afirma, es que los simulacros reinen incluso en contextos donde no deberían estar: los museos modernos, en un ansia de ganar público (y dinero), y bajo la coartada de "animar a la gente a ver otras secciones", montan muestras donde muñecos de dinosaurio mueven la cabeza y rugen. Nada, recalca Gould, puede superar el vértigo de estar ante los huesos reales que pertenecieron a uno de estos animales hace 65 millones de años. Si las instituciones científicas renuncian a esa única baza en una postura indulgente con un público mudable, peligran muchas cosas.

Cuenta Jay Gould que se encontró hace tiempo con Michael Crichton (autor de esta mediocre novela y de algunas mejores, como La amenaza de Andrómeda). "Oye", le dijo, "¿por qué pusisteis en la cubierta de Parque Jurásico un dinosaurio del cretácico?" (la diferencia puede llegar a significar cien millones de años arriba o abajo). "¡Anda!", dijo Crichton, "Ni idea. Sólo estábamos viendo varios diseños de cubierta, y éste era el que parecía mejor".

Pues eso.

 

El nombre del Señor

En muchas culturas primitivas, el nombre de un individuo equivale a su identidad, y es cuidadosamente preservado de cualquier ataque u ofensa. Las grandes corporaciones occidentales no son menos celosas al respecto, como acaba de relatar Business, el excelente suplemento económico del británico The Independent. MGM Auto Group era un negocio de venta de coches en Blackpool, una pequeña ciudad de Inglaterra, que un día recibió una carta de los abogados de la Metro-Goldwyn-Mayer (los estudios cinematográficos del león rugiente) conminándoles a no hacer promoción de su empresa, nacional o internacionalmente. Más casos: a principios de este mes, un salón de belleza de Londres llamado "Número Cinco" fue amenazado con los tribunales por la firma francesa Chanel (que comercializa un perfume llamado "Nº 5").

Pero quizás el ataque más sangrante ha sido el emprendido por WordPerfect (fabricante de uno de los procesadores de textos más vendidos --aunque no el mejor) contra la empresa inglesa Future Perfect, dedicada a la traducción y edición. El gigante americano del software trató por todos los medios de impedir el registro de la marca Future Perfect, alegando que podía causar confusión. Tras dos años de batalla, WordPerfect ha retirado sus pretensiones. Esto ha sido toda una victoria para el director de Future Perfect, Stephen Bryant, que se fotografía sonriente junto a su logotipo y tres gruesos diccionarios, y afirma : "Las empresas pequeñas deberían pensárselo dos veces antes de sucumbir a semejantes presiones".

 

Contraste

Como bien sabían los pedagogos, hay dos medios opuestos de exhortar a un determinado comportamiento: mostrar los beneficios que se derivan de seguirlo, o señalar los males que provoca su transgresión. Esta segunda vía puede dar lugar a alguna situación comprometida, como puede comprobarse en el último número de Hustler, revista estadounidense muy subida de tono.

Lamentablemente, el extendido azote del sida está haciendo olvidar otros muchos riesgos de las relaciones sexuales incontroladas: sin ir mas lejos el herpes genital, que antes de la aparición del síndrome de inmunodeficiencia estaba considerado como una de las mayores amenazas. Pues bien: en medio de un torrente de rosados miembros cumpliendo su misión ("el émbolo brillante y engrasado / embiste jubiloso la ranura", como cantó en soneto Severo Sarduy), se nos aparece a todo color y tamaño real la imagen de otro émbolo, éste irregular, más bien oxidado y poco jubiloso, bajo la leyenda "el herpes es para siempre". Reclamo eficaz, sin duda, pero que corre el peligro de turbar uno de los fines inconfesos de semejantes publicaciones: animar al lector.

 

Diodos destemplados

En el mundo del arte se van abriendo camino poco a poco las soluciones virtuales. Incluso en un reino purista y cerrado como es el del percusionismo podemos presenciar la progresiva entrada de dispositivos electrónicos que remedan la acción del terso parche de cuero, o la lámina vibrante de metal. El órgano oficioso de los baterías de todo el mundo es la revista norteamericana Modern Drummer (que podríamos traducir castizamente por "El tamborilero moderno"). Esta publicación, que acogió primero y con cierta repugnancia los equipos tradicionales manufacturados en Japón --!incluso para música country!--, ahora reseña conjuntos de percusión virtual, con nombres como "Midi-Cyms CP-16 Electronic".

Como elemento curioso, señalaremos que (hasta que se harta) el crítico no tiene más remedio que llenar de comillas su artículo, para hablar de "címbalos", "parches" y demás, dado que todo lo que contiene el equipo son estrechas superficies de plástico cableadas, que sólo con un esfuerzo se pueden relacionar con sus homólogos tradicionales. ¡Ah!, estas baterías virtuales tienen una ventaja: que su sonido no inunda la habitación, sino que puede ser conducido a unos discretos auriculares. Como recuerda uno de los anunciantes de la revista: "Usted creerá que está tocando un equipo acústico. Sus vecinos creerán que ha muerto".

 

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