La pluma y la pantalla

José Antonio Millán

 

La pluma y la pantalla

A medida que se desarrolla el mundo de las obras electrónicas, va siendo más difícil dejarlas de lado en cualquier revisión de la actualidad cultural. Muchas publicaciones (aunque tengan la palabra "libros" en su título) tratan ya rutinariamente productos electrónicos. La New York Times Book Review, por ejemplo, ha incorporado una sección "CD-ROM", al lado de viejas categorías como "Non fiction", o "Paperback".

Un número del mes pasado ofrece la reseña de tres CD-ROMs. Su examen es interesante porque suponen tres modalidades bien diferentes de relación de una obra electrónica con el mundo del libro. Seeing the unseen es un conjunto de libro + CD-ROM sobre la obra de Harold E. Edgerton, que desarrolló desde los años treinta técnicas para retratar fenómenos instantáneos. Las famosas imágenes de la corona que forma una gota de leche al caer, o de la bala surgiendo por la boca de un revólver, se deben a su laboratorio. El libro, publicado por el M.I.T Press, tiene 89 páginas, pero el CD-ROM que le acompaña contiene una gran cantidad de imágenes. Las imágenes del disco no están presentes en el libro, y el crítico opina malignamente que la razón es que de esa forma el lector no comprueba que "la vieja página impresa es todavía más rica y más agradable de mirar que la pantalla brillante". Sin embargo es muy probable que un libro que diera cabida a todas las imágenes que ahora se suministran en formato electrónico costara mucho más que las 4.000 ptas y pico que vale el conjunto.

Saturdy Night Live es el nombre de un famoso programa de televisión, y el producto editorial que sale con ese nombre es una auténtica orgía multimedia: puede adquirirse como libro con dos CD-ROMs, como libro con dos videocasetes, como sólo un producto en CD-ROM, etc. En este caso lo que justifica sobradamente la presencia de estos soportes es la posibilidad de incluir fragmentos televisivos, bandas sonoras, etc. En la versión en CD-ROM, el habitual bip derogatorio cuando uno pincha con el ratón una zona que no debe se ha convertido en la voz de John Belushi que grita "¡Pero no-o-o!".

La tercera obra, A Passion for Art, sólo en CD-ROM, es un recorrido por la Barnes Foundation, de Filadelfia. Es el primer título de Corbis Publishing, la compañía que posee privadamente Gates, el presidente de Microsoft. Albert Barnes fue un excéntrico que reunió una considerable colección de impresionistas franceses. Su pasión de coleccionista le llevó a colocar las obras formando curiosos conjuntos de pinturas y objetos (hasta el extremo de que en una de sus pocas salidas de Filadelfia, a Toronto, la exposición hubo de recrear las salas originales de Barnes). El CD-ROM permite el tránsito por estas salas, además de proporcionar, por supuesto, la imagen de obras individuales o sus detalles. La obra también da acceso a los archivos privados de la fundación. Como guinda, uno puede oír al mismo Barnes explicando cómo se debe ver alguna de sus obras, y también como no debería verse.

El centro del este

Antes, todo estaba más claro. Eran los "países de detrás del Telón", las "naciones cautivas", o las del "Pacto de Varsovia". Pero, ¿cómo llamarlas ahora? Quien plantea la cuestión es William Safire, que escribe sus famosas columnas sobre lenguaje en el New York Times dominical. El punto de partida fue el reproche de un diplomático, que le pidió que no hablara de las naciones de "Europa Oriental". "Ellos se sienten centroeuropeos", dijo.

En el fondo, la denominación Este recalcaba la pertenencia a la esfera soviética, mientras que Centro recordaba la influencia alemana. Era política, no geografía: Praga, capital de (entonces) Checoslovaquia, parte del "Este", está al noroeste de Viena, que nadie dudaría que pertenece al Oeste. Safire piensa que en la actualidad ésta no es sólo una cuestión semántica. "Por ejemplo, si Polonia es parte de Europa Central, ¿no debería ser admitida en la OTAN antes que si está en Europa Oriental?".

El autor refleja una encuesta de urgencia entre periodistas y diplomáticos, y he aquí una respuesta: "Kaliningrado y la mitad de la Polonia actual eran Alemania hace 50 años, de forma que son Centro. Europa Oriental es Ukrania, Bielorusia y Rusia occidental", dice uno. ¿Y Rumanía y Bulgaria?, pues "Europa sudoriental". Pero aún hay otra cuestión más, que el autor deja abierta: ¿qué entendemos por Europa del Norte y del Sur?

Tanto ruido para nada...

Si la historia es la "maestra de la vida", debemos confiar en la memoria para que no se repitan errores pasados. Por ejemplo, uno de los más gruesos: la bomba atómica sobre Hiroshima. ¿Qué saben de ella los ciudadanos del mundo? Según una encuesta Gallup que recoge el Washington Post, muy poco. Uno de cada cuatro americanos no saben que Japón fue el blanco de la primera bomba atómica. Pero más de la quinta parte ignoran hasta que hubo un ataque atómico. Si eso se refiere a acontecimientos del pasado, el presente no está mucho mejor: una encuesta en la noche electoral americana mostró que casi la mitad de los votantes creían que la mayor partida en el presupuesto federal era o la seguridad social (wellfare) o la ayuda exterior, que en realidad son las dos menores. No es por ponernos a comparar, pero me encantaría saber el conocimiento de nuestros conciudadanos sobre el Alzamiento Nacional y el presupuesto nacional.

¿Pero quién compra esto?

Damien Hirst es el enfant terrible del arte británico. Una de sus obras más conocidas es una oveja muerta que flota en un tanque con una solución al 5% de formaldehido. Su título: "Lejos del rebaño". El Independent on Sunday acaba de publicar un reportaje de Jon Stock con el mismo título que encabeza esta nota. Una de sus fotografías muestra otra obra de Hirst: una cabeza de vaca pelada y sanguinolenta, que deja un charco oscuro en el suelo de la Serpentine Gallery. En torno, a distancia prudencial, grupos de hombres y mujeres de etiqueta sostienen copas en la mano y la miran de reojo. De ellos trata el artículo.

El reportaje desvela muy bien el entramado social y de riqueza que crea la clientela de un artista tan extremado... y en definitiva de cualquier artista. El mayor coleccionista de Hirst es Saatchi, el magnate de la publicidad, y sus gustos son rápidamente transmitidos y aprovechados por una compleja red de agentes, galeristas y clientes. "¿Qué ocurrirá --concluye el artículo-- si Saatchi se despierta una mañana y cambia sus gustos. Hirst debe estar rezando porque el cordero siga en el menú".

5 milímetros de placer

Le Monde acaba de acoger en su primera página una buena noticia para la cultura gastronómica francesa: la AFNOR acaba de regular las catas aficionadas de foie gras. Aparte de fijar las dimensiones de la muestra (30-40 gramos y un espesor mínimo de 5 mm.), las normas establecen que los miembros del jurado no tendrán que haber consumido café, alcohol ni chicle en la hora anterior y que deberán tomar un poco de pan blanco entre muestra y muestra, "para neutralizar las papilas". Semejante despliegue regulatorio se debe a la importancia económica de estas catas, que pueden hundir o hacer triunfar una marca determinada. Se brindan sanas reglas epistemológicas (comparar sólo cosas comparables: el foie gras crudo por un lado y el cocido por otro). Pero sin embargo se impone un pobre abanico de apreciaciones, muy distinto de la exhuberancia léxica de la cata de vinos: la calificación irá, sencillamente, de "muy desagradable" a "muy agradable".

 

 

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