Entrevista a José Antonio Millán

 

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Aparecida en el Boletín informativo de CEDRO, 29, marzo-abril 2002.

 
  • Desde su experiencia, ¿qué posibilidades le ofrece la Red a un autor?

La principal es la inmediatez de la puesta a disposición del público. Mi último libro ha tardado dos años desde que fue escrito hasta que ha salido a la calle. Eso no ocurre en las ediciones digitales, ni siquiera en las que son peer-reviewed, es decir, en las que tienen un comité de selección. Voy a dar un ejemplo, de una revista excelente: First Monday (http://firstmonday.org). El día 1 de abril recibo una notificacion por email de que está disponible el último número. Voy a un artículo que me llama la atención: "Second-Level Digital Divide: Differences in People's Online Skills". En su historia editorial se cuenta que fue sometido a la dirección de la publicación el 21 de marzo, y aprobado el 22 de marzo, ¡los dos del 2002! Es decir, una docena de días para recibirlo, evaluarlo, editarlo y publicarlo.

En el caso de los autores que disponemos de una web propia (como ésta) el lapso puede ser aún menor. A veces hay algo que concibo, redacto, me apruebo y publico en diez minutos. Normalmente no son cosas muy elaboradas, claro, sino noticias de algo que he visto o he leído, típicas de un blog, o bitácora de navegación.

Hay otro aspecto interesante, que es la respuesta por parte del público. Yo la clasificaría en dos tipos, la anónima y la personal. Las respuestas anónimas son las visitas a una página concreta (mensurables por número de descargas que tiene), y también las webs que dirigen enlaces hacia ella. El equivalente en el mundo del libro, de las revistas, serían respectivamente los ejemplares vendidos (no sabes si te han leído exactamente, pero al menos sabes cuántas personas se han sentido interesadas) y las recomendaciones que has tenido (algo que en el mundo tradicional nunca se puede medir). En la Red la ventaja es que puedes saber ambas cosas para cada artículo, de cada página.

La respuesta personal es la de aquellos que se dirigen a ti para contarte algo, para pedirte ayuda, para animarte... No diré que son legión, pero sí que es un goteo constante, y muchas veces muy útil, porque proponen correcciones, dan nuevas fuentes de información...

  • ¿En qué medida el editor digital realiza las mismas funciones que el editor "tradicional"?

El editor digital realiza todas las funciones que hace el editor tradicional, y además algunas más. Quiero decir que además del encargo o la selección de las obras, su corrección, su edición (comunes con el papel), tiene los aspectos propios del medio: diseño de la interactividad, de las herramientas de consulta,. etc. Hay funciones comunes a la edición digital y a la tradicional, como el análisis de la demanda o la promoción, que en el medio digital exigen un conocimiento bastante específico.

  • ¿Cree que el concepto de obra debe cambiar en el entorno digital?

Yo diría que en el entorno digital son obras todas aquellas cosas que lo son en el mundo tradicional, y además algunas más. Por ejemplo: una recopilación de enlaces de una página web tiene todo el derecho a ser considerada una "obra".

  • ¿Qué tendencias existen actualmente en el campo de la edición digital? ¿Podría citar algún ejemplo de ellas?

Puff... De nuevo, habría que decir que existen tantas tendencias como en la edición en papel, y algunas más. Y sólo en papel, pensemos en la edición de la Guía telefónica, del libro de cuatro páginas Osito se divierte, de un manual de geriatría y de la novela de Cercas... Cada sector, casi cada subsector es un mundo...

En la edición digital, para mí la mayor revolución se está llevando a cabo en el sector científico-técnico, con dos flancos muy curiosos: uno es la edición abierta y gratuita por parte de los mismos científicos (que ahora está alentando George Soros con la Budapest Open Access Initiative); otra es la aparición de editores que lo que venden no son obras, sino herramientas de búsqueda en un conjunto de libros. Sobre ambos aspectos se puede leer mi reciente artículo "Edición científica y difusión libre".

Donde las cosas no parecen muy claras todavía es en la edición literaria pero, si apareciera un lector con una buena pantalla a, digamos, 100 euros (cosa técnica y empresarialmente posible), con posibilidad de descargarse obras de la red, el cambio iba a ser gigantesco... Y no olvidemos la impresión bajo demanda: la posibilidad de imprimirse libros o periódicos en cualquier esquina, y con una calidad normal.

  • ¿En qué medida piensa que sigue vigente y continuará vivo el paradigma de la gratuidad en Internet?

Bueno: más que un paradigma, es un hecho: en la Red hay muchas cosas, y la inmensa mayoría gratuitas, y probablemente va a seguir habiéndolas (como la iniciativa Budapest, que comentaba en la pregunta anterior). La gratuidad no es algo exclusivo de la red: ahí está la radiotelevisión en abierto, o el fenómeno creciente de la prensa gratuita...

Probablemente en la Red también habrá servicios especializados que uno prefiera pagar. Al fin y al cabo, si un desembolso te puede ahorrar tiempo y esfuerzo, lo normal es que lo hagas. Ahora bien: es curioso que incluso alguien que, como yo, vive y trabaja prácticamente en la Red, no use ni un solo servicio de pago. Claro que no soy broker, ni analista financiero: entonces tendría que usarlos.

  • ¿Qué posibilidades ofrece la tecnología actual para reproducir y transmitir textos, o, en general, creaciones protegidas por el Derecho de Autor?

La mezcla de cámaras digitales, escáneres, reconocedores ópticos de caracteres (OCR), ordenadores, palms, e-books, teléfonos móviles, etc. (y digo etc. por no saber qué se nos inventará para mañana) crea en la práctica un universo fluido en el que cualquier cosa (textos o no textos) puede ser captado, usado, transmitido, reutilizado, o incluso leído...

Lo último que ha llegado a mis oídos es un software que comunica una consola de juegos (Game Boy) con una máquina de coser Singer, para transmitirle dibujos y patrones, que luego la máquina bordará. Me recuerda al proverbial encuentro surrealista entre una máquina de coser y un paraguas en una mesa de disección. Si las máquinas de coser ya hablan con las consolas, y estas se conectan a Internet y proyectan DVDs, bueno... casi cualquier cosa es posible.

  • ¿Cree que es posible hallar un equilibrio adecuado en el entorno digital entre la protección de los derechos de los creadores y productores de las obras y los intereses y derechos de quienes desean acceder a ella?

Hoy en día existen sistemas que restringen la posibilidad de copia de una obra digital, por ejemplo limitando el número o la extensión de fragmentos que se pueden copiar; o vendiendo obras con un tiempo limitado para ser leídas (por ejemplo, 48 horas); u obras que sólo se pueden leer en un equipo determinado, etc.

El problema es que eso restringe tremendamente el uso de la obra por parte del comprador legítimo. ¿Por qué sólo puedo copiar diez fragmentos de este libro, si necesito veinte? ¿Por qué no voy a poder leer el e-book que he comprado en mi Palm, además de en mi PC? En un mundo, además, tan tecnológicamente inestable como el nuestro, ¿por qué no voy a poder hacerme una copia de seguridad (backup)? O si el fabricante de mi cacharro lector decide no cuidarlo más, ni repararlo, ni ofrecer repuestos ("discontinuarlo"), ¿voy a perder las obras que he comprado para él, porque no se pueden pasar a otro cacharro? A lo mejor, si cerramos tanto las capacidades del usuario, este no querrá serlo, y con razón...

La esencia del medio digital es que las obras pueden producirse y consumirse en cualquier parte del mundo, y además que su copia es siempre posible, virtualmente gratuita, e idéntica al original. Muy probablemente las dinámicas que relacionan a autores, productores y compradores no puedan seguir los mismos caminos que en la época en que la obra estaba "pegada" a un soporte material. Ahora bien: cuál sea la nueva formulación que exija esta relación es algo que no puedo ni imaginarme. Aunque me arriesgaría a decir que no se va a parecer mucho a lo que hemos estado viendo en las décadas pasadas.

 

Última versión, 5 de mayo del 2002

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