Entrevista con José Antonio Millán

 

 

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Aparecida en un boletín de la ONCE, mayo del 2006

Perdón imposible. Enhorabuena por un libro tan ameno, útil y entretenido. ¿Desmoraliza tener que dar pautas para que la gente puntúe bien? Porque eso quiere decir que no sabemos puntuar...

Bueno: el reconocimiento de que algo no se acaba de hacer bien es el primer paso para solucionarlo... Dar pautas a quienes están deseando escribir de forma más efectiva es todo un placer.

¿Malos tiempos para el respeto y el cuidado por el lenguaje?

Pues no sé qué decirle... Las cartas al director de los periódicos están llenas de protestas por incorrecciones. Nunca ha habido más diccionarios, ni tan buenos. Llevo vendidos 20.000 ejemplares de mi libro... Hay bastante gente que ama, cuida y respeta su lengua; lo que pasa es que al lado hay un montón de personas a quienes les trae sin cuidado.

¿Ha llegado el momento en que es necesario la constitución de ONG que velen por las palabras?

(Risas) No estaría mal: Lexicógrafos sin Fronteras. La verdad es que un proyecto que me encantaría es hacer un diccionario en colaboración, no buscando la precision de definición, sino ver cómo la gente vive las palabras. He hecho alguna experiencia con niños, y es precioso... En cuanto encuentre patrocinador lo lanzo en la Web (o a lo mejor sin uno...)

¿Hay que hacer caso a los agoreros que profetizan la muerte de la letra manuscrita? ¿De veras llegará un día en que no sabremos qué aspecto tendrá nuestra letra?

¡Eso es un problema! Yo cada vez sé escribir peor: normalmente escribo en el teclado del ordenador, y cuando hago alguna anotación rápida es en mi Palm, con reconocedor de caracteres, o a fuerza de pulgar en el móvil. Mi letra manuscrita no la entiendo ni yo mismo...

Creo que uno de los factores que contribuyen al éxito de su libro es el tono que mantiene todo él, desenfadado, vertiginoso a veces... ¿Por qué, a priori, relacionamos la gramática y la ortografía con algo aburrido,espeso, poco útil?

Toda mi experiencia demuestra que cuando a la gente se le explican bien las cosas relacionadas con su lengua (me da igual que sea el funcionamiento de una condicional o el origen de la coma) reacciona con interés, con atención y en seguida muestra ganas de saber más. Lo que no se puede hacer es empezar regañando: ¡qué mal habláis!, ¡qué mal escribís!, ¡con tanto SMS vais a pudrir la lengua!, etc. Y luego: hay muchas maneras de presentar las cosas, pero algo tan vivo como el uso y la evolución de la lengua tiene que tener forzosamente lados apasionantes. Se trata de buscarlos y exponerlos.

¿Por qué está peor visto cometer una falta de ortografía que presentar un párrafo entero mal puntuado?

Porque la falta de ortografía la reconoce cualquiera (y si no, siempre puedes buscar en un diccionario, o usar el corrector de un procesador de textos). Pero ¡a ver quién es el listo que dice que algo está mal puntuado! ¡Que lo demuestre! Ahí no hay reglas fijas, como en la ortografía. Es una cuestión de criterio, pero de un criterio a veces fino y sutil.

Por fortuna, resulta cada vez más difícil encontrarse con palabras como ‘minusválido’, ‘subnormal’, ‘impedido’... ¿hasta qué punto es importante la batalla del lenguaje para la consecución de logros sociales de colectivos como el de discapacitados?

Yo creo que la batalla por cambiar la realidad tiene un flanco importante que es cambiar la lengua: no como único campo de acción, insisto, pero sí como una forma de recordarnos a nosotros mismos, y de manifestar a los demas, que no aceptamos ciertas herencias del pasado. Si no se tiene ese cuidado, el uso de judiada, maricón, o inválido contribuye a perpetuar los estereotipos. Hay que buscar formas alternativas, no ofensivas, de mencionar las cosas. Pero tampoco me parece bien imponer por decreto términos alternativos: deben surgir de la aceptación, del convencimiento, o incluso de la creatividad de los hablantes...

¿Qué le sugiere la palabra ‘discapacidad’?

La presencia del prefijo dis- (dislexia, dispepsia) indica ‘dificultad’. Sé que discapacidad viene por calco del inglés, pero parece una buena forma de sugerir no algo completamente negativo (como había en inválido), sino un estado de impedimento que tiene muchos grados, y que tal vez es reversible. Todos hemos sido en algún momento discapacitados (por una enfermedad, una lesión), y todos lo seremos... al menos los que tengan la suerte de vivir muchos años.

A este respecto, leo un párrafo que le transcribo: “los/as profesores/as del centro en cuestión han podido comprobar cómo los/las alumnos/as son menos tímidos/as (...)” ¿Cuál es la línea limítrofe que separa el lenguaje sexista del esperpento?

Esperpento es el ejemplo que me ha dado, y las intervenciones públicas en las que no se dice la palabra “ciudadanos” sin añadir “y ciudadanas”. Hay una primera cuestión casi estética: no hay que complicar el texto o el discurso con repeticiones. Para mí no hay ningún problema en usar el género gramatical masculino (que como lingüista sé que es el “termino no marcado”) para aludir a personas de ambos géneros sociales. Ahora bien: reconozco que puede dar lugar a malentendidos. Una opción que seguían ciertos autores norteamericanos era usar a veces el masculino y a veces el femenino cuando hablaban de sus lectores. Yo lo he utilizado en mi libro. A veces digo “como ha visto el lector” y otras “la lectora se habrá dado cuenta”... ¡menos mal que lo hice! Creo que un altísimo porcentaje de mis lectores son lectoras (¡¿lo ve?!: este tipo de frases es el que complica el uso de los géneros gramaticales...)

¿Está usted de acuerdo con eso de que no hay palabras feas sino mal entendidas?

Bueno hay palabras socialmente feas, como los términos tabú (que por suerte ya hay diccionarios que señalan específicamente). Son las cosas que uno no diría nunca en público, ni ante un juez (pero que sin embargo surgen en una riña tabernaria). Pero en todos los terrenos hay palabras que se desgastan, que se van volviendo inconvenientes, y son sustituidas por otras: eso ocurre por ejemplo con los eufemismos para referirse al lugar donde se realizan las necesidades corporales: esa sucesión de excusado, retrete, (cuarto de) baño, servicios, toilet, ... Aparte de esto hay palabras que suenan mejor que otras, pero creo que es una variable muy individual: tu fealdad puede ser la belleza del de al lado.

Ya sé que es como preguntarle a un niño a quién quiere más, a su padre o a su madre, pero no me resisto: Si tuviera que elegir un signo ortográfico, ¿cuál sería?

Los puntos suspensivos... Porque son tan..., tan... Resuelven tantas...

Por último, y como conocedor de ambos territorios (su página web http://jamillan.com es francamente deliciosa, y además invita a que uno se pierda en ella), dígame algunas virtudes y defectos de la palabra en el mundo impreso frente al mundo de Internet.

La palabra en Internet, el texto digital, es dúctil y maleable, viajero, ligero y comprimible, reproducible sin pérdida de calidad, cortable y pegable. La palabra impresa huele, se toca, se goza sensorialmente. ¡Pero en el futuro tendremos las dos cosas al tiempo!

 

Creado 25 de noviembre del 2010

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