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Introducción:
La escuela y el ordenador:
el nuevo culto cargo
Desde finales del siglo XIX floreció en las islas de Melanesia un curioso
culto.
Sus habitantes veían cómo el poderoso hombre blanco se establecía en sus
territorios y comenzaba un desfile incesante de bienes que acudían a sus
manos: primero barcos, cargados de mercancías, armas, alimentos, y luego
aviones igualmente repletos de cosas deseables...
En la mentalidad
de los nativos, estas riquezas llegaban sencillamente a quienes sabían
atraérselas con los procedimientos mágicos adecuados. En el deseo de
participar de ellas, crearon toda una serie de ritos para provocar la
llegada de las mercancías. Es lo que se conoce como culto cargo (de
la palabra inglesa para 'carguero').
Entre otros
gestos propiciatorios, los adeptos de este culto crearon auténticos "campos
de aterrizaje" (terrenos allanados y desprovistos de vegetación), dotados de
"torres de control" (estructuras elevadas realizadas con los medios a mano).
Por la noche, hogueras situadas a lo largo de la "pista" señalaban el camino
para los aviones repletos de tesoros, que nunca acababan de llegar...
Confieso que la
imagen de los nativos produciendo un remedo de nuestras tecnologías y
confiando en que les llegaran sus frutos me ha venido a la mente más de una
vez viendo muchas de las cosas que han ocurrido los últimos años en el
terreno de las tecnologías de la información y de la comunicación, y muy
especialmente en relación con el sistema educativo.
Lanzaré rápidamente mi tesis: el deseo de "estar a la
última", junto con un conocimiento imperfecto de qué hay realmente detrás de
estas tecnologías, ha llevado a los responsables políticos y educativos a
resolver la cuestión con el expediente más sencillo: lanzar a las escuelas
ordenadores y conectarlos a la Red. Pero las medidas conducentes a que estos
dispositivos reviertan en mejoras de la capacidad cultural y ciudadana de
los estudiantes brillan por su ausencia. Sí: tendremos (en los centros en
que haya más equipos, y en el que sus estructuras físicas y organizativas lo
permitan), alumnos que "usan el ordenador" (básicamente el procesador de
textos), que "navegan por la Red" y que "utilizan buscadores". También es
posible que utilicen materiales didácticos que han hecho otros.
¿Es ésta la revolución prometida? ¿Estos son los bienes
que la sociedad del conocimiento va a traer sobre nosotros? A mi modo de
ver, lo que estamos creando son consumidores avanzados de hardware,
de software (por supuesto, tan solo del dominante: las alternativas
libres y abiertas asomarán poco el sistema educativo) y de comunicaciones.
Cuando crezcan sabrán perfectamente comprar cosas por la red, bajarse
películas (con un poco de suerte, legalmente) y pagar su impuestos usando el
carnet electrónico. De nuevo: ¿es esto lo que queremos?
Voy a la segunda parte de mi tesis: la situación actual
de las tecnologías y de las comunicaciones es el terreno ideal para
desarrollar toda una serie de habilidades en los alumnos, en las relaciones
entre ellos, y en las relaciones de ellos con el profesor y el mundo.
Existen materiales didácticos, algunos muy buenos, existen aplicaciones
diseñadas para complementar los saberes del currículum escolar. Existen
tambien repertorios de recursos didácticos que otros han creado por la Red,
y, de nuevo, los hay excelentes. Pero creo que lo que más puede ayudar a la
formación de auténticos "ciudadanos digitales" es el uso creativo de la
multitud de herramientas y de los inmensos repertorios de datos que hoy en
día están a disposición de todos en la Red. Y gratis.
El objetivo de este pequeño libro es sugerir usos de
los recursos existentes para crear saber en la Web y para
trabajar en colaboración. Esto es lo que refleja la etiqueta 2.0 que
figura en el título de este libro.
Las operaciones de recopilar y crear saber, de hacerlo
de forma colaborativa y de compartirlo con otros no son un fruto exclusivo
de esta época de desarrollo de la Web, pero sí que encuentran en ella sus
posibilidades más claras. De ahí el lema de la presente obra: en el
universo digital, cualquier material se hace didáctico.
Prólogo:
Instrucciones de uso
¿Quién podrá sacar provecho de
este libro? Sobre todo, las personas que ya tengan una cierta práctica de
utilización de programas informáticos (tratamiento de textos, correo
electrónico, ...), y --principalmente-- con un buen conocimiento de la Red
(uso de buscadores, navegación,...). Y mejor aún si han contribuido a la
creación de materiales, del tipo que sea, para la red (blogs, páginas web,
etc.). Porque este librito quiere sobre todo lanzar a la práctica de
lo que algunos llaman Web 2.0, y que no es sino la Web que construyen sus
usuarios: escribiendo blogs, contribuyendo a la Wikipedia, subiendo
fotos, etc.
En las páginas que siguen se va a hablar
de una serie de programas y servicios, todos gratuitos, con los que
propondremos determinadas prácticas; todos son accesibles en Internet (no
hay que descargar ninguno en el ordenador). Pero puede darse el caso de que
un determinado programa funcione con un navegador (pongamos, Internet
Explorer) y no con otro (digamos, Firefox).
Los que presento quizás no sean los
únicos programas posibles para hacer las cosas que propongo, pero tienen la
ventaja de que los he utilizado personalmente y he guiado a otras personas
en su práctica. Por otra parte, debo decir que no tengo ningún interés
personal en que se utilice ninguno de ellos.
Podría incluso darse el caso de que
semanas o meses después de aparecer este libro alguna de las aplicaciones ya
no exista, o haya cambiado determinados procedimientos, o se tenga que pagar
por usarla (al fin y al cabo, las han creado empresas privadas). O también
puede ser que surja algún otro programa que sirva mejor para los mismos
fines. Es posible, pero si este libro sirve para abrir los ojos a las
posibilidades del medio digital, sus propuestas y retos se pueden adaptar a
otro programa, a otro proyecto, a otras necesidades...
Y, por supuesto, y dado que a estos
programas se accede en servidores remotos utilizados al tiempo por muchos
usuarios, es posible que en ocasiones no respondan, o vayan muy lentos. ¿La
solución? Como de costumbre, intentarlo en otro momento.
En los capítulos de esta obra no se va a
dar ningún manual de utilización de ninguna de las aplicaciones
mencionadas: sencillamente, no habría espacio para ello. Lo que sí
proporcionaré son ciertos rudimentos. Algunos de los programas son muy
simples (aunque reconozco que para una persona no versada en las
complejidades de la Red puede no haber nada evidente). Otros tienen ayudas
que permiten profundizar en seguida en ellos (y se dará su referencia). Para
muchos se podrán encontrar foros de usuarios, donde se pueden plantear y
resolver problemas. El profesor debería, por supuesto, adquirir un dominio
general del programa concreto antes de proponerlo a sus alumnos, pero
tampoco es mala táctica aprender juntos (y muchos saben el placer que causa
al alumno tener algo que "enseñar" a su profesor).
En muchos casos las ayudas y los foros
estarán en inglés. Así es y así seguirá siendo, mientras los creadores de
los programas provengan sobre todo de países anglohablantes. El profesor de
inglés puede tener aquí una oportunidad valiosa de demostrar el
interés de su asignatura, y ayudar a la traducción de las instrucciones (por
cierto, luego puede publicarse su versión en la web, como ayuda para otros y
gloria para sus artífices). Pero en general, la capacidad de leer textos en
inglés es hoy un requisito tan imprescindible para el ciudadano digital como
tener acceso a un ordenador.
Todos los proyectos están planteados
para llevarse a cabo con ordenadores de capacidades normales y conexión,
también normal, a la Red. Un ordenador muy potente y conexión de banda ancha
facilitarán, sin duda, las cosas, pero no deberían ser imprescindibles. En
los proyectos concretos no pediremos nada más que el trabajo de creación de
los participantes. Las imágenes serán por lo general opcionales (para que
los proyectos se puedan hacer sin necesidad de cámaras digitales), pero ya
indicaremos cómo se pueden usar legalmente imágenes gratuitas (en el
Apéndice 2, apartado C). También se podrán usar imágenes de baja definición,
como las que se toman con teléfonos móviles con cámara, aparato que tienen
muchos estudiantes, por cierto.
Los proyectos están planteados de modo
que supongan una cierta progresión (esto se aplica sobre todo a los
capítulos I-III, o el VII exige el VI), pero también podrán abordarse
autónomamente.
Todos están pensados para ser hechos en
grupo. Algunos exigen la presencia simultánea de todos los alumnos para
realizarlos. Otros se pueden hacer en distintos momentos (e incluso desde
distintos ordenadores): los llamaremos asíncronos. Todos ellos
deberían plantearse y comentarse conjuntamente, para extraerles todo su
potencial.
Por su naturaleza, muchos de estos
proyectos son interdisciplinares, y ahí reside, para mí, uno de sus
principales valores. Por el soporte en el que se realizan, siempre implican
cuestiones tecnológicas (comunicaciones, programas...). Por sus contenidos
posibles, en seguida podrán surgir cuestiones geográficas o históricas,
artísticas o culturales. Por su desarrollo, implican habilidades de
expresión escrita. Para su documentación surgirá la necesidad de utilizar la
lengua inglesa. Etcétera. No siempre las normas de funcionamiento de los
centros permiten fácilmente la colaboración entre profesores de distintas
áreas, pero estos proyectos serían un caso magnífico para ejercerla.
A continuación, los elementos que forman
parte de los proyectos, y su dificultad.
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Dificultad |
Texto |
Imágenes |
I
Crear para la Web |
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l |
¡ |
II
Escribir, compartir |
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l |
¡ |
III
Colaborar en la enciclopedia |
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l |
£ |
IV
El álbum virtual |
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V
Escribir, corregir |
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l |
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VI
El diario de a bordo |
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l |
£ |
VII
Marcar el territorio |
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l |
£ |
Clave:
Obligatorio
l
Recomendable
¡
Opcional
£
Dificultad:
Una de las consecuencias mejores de
estos proyectos es que pondrán a quienes los hagan en disposición de
utilizar materiales que han creado otros, y también de ofrecer lo que han
hecho para que otros lo usen.
La educación en cómo usar los elementos
ajenos (texto, imágenes...) y cómo ofrecer los propios es otro fruto valioso
que podemos sacar de estas prácticas. A ello dedicamos el Apéndice 2,
apartados D y E, que en ningún modo deben pasarse por alto.
La página web
http://jamillan.com/escuela20
contiene los enlaces a recursos y ejemplos usados en este libro: de esta
forma no hará falta teclear (con riesgo de error) las direcciones: en esa
página figuran según su orden de aparición en el libro.
El autor es fácilmente localizable en la
dirección portada[asigno de arroba]jamillan.com, y recibirá encantado
comentarios de las personas que se lancen a los proyectos aquí contenidos.
Sin embargo, no podré servir de ayuda ante las dificultades que surjan con
los programas utilizados: no es mi cometido. Pero sería estupendo que los
profesores que comiencen a trabajar en estas direcciones hagan un sitio
participativo (en blog, wiki, o donde sea) para comunicarse
mutuamente los logros o los problemas, y resolverlos entre todos.
De hecho, la creación de este sitio
sería una de las consecuencias más lógicas, y agradables, de este libro...
Todas las direcciones web aportadas
estaban activas en el momento de cerrar la obra, el 15 de mayo del 2009,
pero nada garantiza que lo sigan estando en el futuro. Hay que tener en
cuenta que las páginas aquí reproducidas pueden haber cambiado, sobre todo
si estaban en wiki, o haber dejado de existir. El universo digital es
esencialmente fluido, como la persona que se asome a él comprobará
inmediatamente...
Y ahora: ¡ánimo y adelante!
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