Nicolás Hernández |
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José
Antonio Millán |
Aunque
el autor o la editorial dan la impresión de haberlo querido ocultar, esta es una novela
de ciencia-ficción, pero si alguien se ve disuadido por este hecho, peor para él. Es una
novela compleja, sí, pero con una complejidad por así decirlo remuneradora: presenta una
primera superficie textual a la que el lector se puede entregar sin problemas, pero quien
quiera profundizar en alguno de sus elementos probablemente salga recompensado: hay muchas
cosas en Nueva Lisboa.
La historia comienza con el último hombre libre sobre la Tierra. Los últimos restos de la Humanidad se han hundido, voluntariamente pero para siempre, en un mundo de realidad virtual, y uno de ellos vuelve para rescatarlos a todos. A dónde vuelve es uno de los problemas de la novela: vuelve a otro universo de realidad virtual, que fue el punto de partida de todos los hombres antes de sumergirse, cada uno, en su sueño solipsista. De hecho, el comienzo y todas las partes intercaladas en cursiva ocurren en este punto cero virtual (aunque hay suficientes claves dispersas por la obra, habría convenido adjuntar a la edición un plano de localizaciones). La búsqueda de los otros sólo tiene una vía: el interrogatorio al Sistema que gestiona el universo virtual, pero éste pronto demuestra estar atrapado en un conflicto (un poco a lo HAL de 2001). El protagonista deberá extraerle las claves de su reclusión mediante relatos que se alejan cada vez más en el tiempo, hacia detrás. Los elementos que contienen estos relatos del Sistema, pero aún más su entrelazamiento y el juego entre cada uno de ellos y la situación de narrador/oyente iniciales, es lo que proporciona las pistas para su desentrañamiento. La Sherezade virtual intenta dilatar el tiempo y la narración, porque sus fines son opuestos a los del protagonista. Varios de esos relatos son pequeñas joyas, como la creación del universo, un tanto borgiano, del planeta Altan, o la Europa cercana en la que triunfa el terrorismo aleatorio. El parque de atracciones virtual bajo la forma de la ciudad de Lisboa es uno de los puntos clave de la obra, que aborda crudos temas sexuales o escatológicos con una fuerza desacostumbrada. Nueva Lisboa es al tiempo una obra profundamente divertida, y que implica muchas cuestiones de tipo social y filosófico. Frente a la postura generalmente optimista con que suelen contemplarse innovaciones tecnológicas como la realidad virtual, ésta aparece aquí retratada en sus aspectos alienadores: lugar de evasión, pero también isla de destierro y campo de trabajo. Hay un trasfondo político que va tomando cuerpo a lo largo de la narración: la advertencia contra la apatía en la vorágine de un mundo que satura los sentidos con imagenes, palabras y sonidos manufacturados, que envuelve a los seres en un entorno sobre-informado, pero mal informado. La solución que Millán nos propone no es la huida hacia Paraísos más o menos artificiales, sino el enfrentamiento, la reflexión y la recuperación de la memoria histórica, si aún estamos a tiempo... Las paradojas lógicas o narrativas abundan, así como un juego metaliterario muy a lo Italo Calvino. Pero no estamos ante un constructo artificial, sino que todas las partes y los recursos utilizados tienden a crear una tensión enriquecedora, que hace que la mente del lector se acabe convirtiendo en el terreno en el que se dirime la obra. |
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Publicado originalmente en Archipiélago (Barcelona y Pamplona), nº 23 (1995). Primera versión en esta web, 23 de abril del 2006 |
Sobre Nueva Lisboa |