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Etiqueta de la Biblioteca del Harvard College

 

El cable y los rieles

(La novela del diccionario, II)

primera parte

José Antonio Millán

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A mi abuelo paterno y a mi padre, telegrafistas

 

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Web jamillan.com

 

Hubo muchos Minot por Massachusetts en el siglo XIX, y no pocos de ellos se llamaron Charles. Por fortuna, un sitio genealógico nos pone sobre la pista del nuestro, en una lista de "Bachelors of Arts, Harvard University, Class of 1828" figura, en efecto, un "Charles Minot".



La Universidad de Harvard. Fuente.

Un sitio de "americanos famosos" nos conduce a un pequeño acopio de datos, que resumo: nació en Haverhill, Massachusetts, el 30 de agosto de 1810 (y era, por tanto, tres años mayor que José María Andrade). Murió en Somerville, Massachusetts, el 10 de diciembre de 1866. Estudió leyes y practicó en el condado de Suffolk. En 1841 fue nombrado superintendente del ferrocarril Boston and Maine, y al año siguiente (mientras Bouillete editaba en París su Dictionnaire) pasó a la compañía de ferrocarril Erie, donde alcanzó gran fama por motivos que pronto se desvelarán.

 

De genio vivo

Charles Minot (según otra fuente, que seguiremos extensamente), "tenía la reputación de ser de genio vivo, rudo en sus palabras, pero de modales muy democráticos con sus hombres".

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Monumento a Samuel Morse, Nueva York, Central Park W.

 

En 1850 (dos años antes había terminado la guerra entre Estados Unidos y México con la anexión de Texas), Ezra Cornell, que había construido el telégrafo experimental de Samuel Morse de Washington a Baltimore, estaba construyendo una línea entre Nueva York y el lago Erie. Minot se interesó mucho por su trabajo, y propuso a su empresa que creara su propio telégrafo a lo largo de su línea férrea, en el terreno de la compañía, como complemento del funcionamiento del ferrocarril.

En 1851 Minot destacó a dos jóvenes superintendentes para que gestionaran las dos secciones de la línea telegráfica: Charles L. Chapin en el oeste, y Luther G. Tillotson, que entonces contaba sólo 18 años, en el este.

De las reuniones del equipo pronto surgió la idea de aprovechar el telégrafo para regular el tráfico de los trenes. La idea era revolucionaria: hasta ese momento, y dado que existía una sola línea línea férrea para ambos sentidos, cada tren disponía de unas horas de circulación, y si no llegaba a su destino, tenía que permanecer en un apartadero para dejar paso a los otros trenes, que circulaban en sus horarios propios.

El libro de Charles Frederick Carter, When Railroads Were New (1909) narra en el capítulo Early Days on the Erie cómo se puso en práctica la idea:

El 22 de septiembre de 1851, el superintendente Charles Minot viajaba en el tren hacia el oeste operado por el conductor (conductor) Stewart. Tenían que encontrarse con el exprés que iba hacia el este en Turner. Como [una vez en Turner] el exprés no aparecía, Minot dijo al operador [telegráfico] que preguntara si había llegado a Goshen, catorce millas al oeste. Al recibir una respuesta negativa, escribió la primera orden ferroviaria jamás emitida por telégrafo. Decía así:

Al operador en Goshen:
Retenga al tren hacia el este hasta nuevas órdenes.
CHARLES MINOT, Superintendente.

Entonces escribió una orden para el conductor Stewart, que decía así:

Al conductor Stewart:
Prosiga a Goshen, sin preocuparse del tren en sentido contrario.
CHARLES MINOT, Superintendente

Cuando el conductor Stewart mostró esta orden al maquinista (engineer) Isaac Lewis, éste la leyó dos veces con creciente indignación. Entonces se la devolvió al conductor con gesto de desprecio:

¿Parezco un j*** tonto? gruñó Lewis. Conduciré este tren de acuerdo a las reglas horarias, y de ningún otro modo.



Mapa del trayecto con algunos hitos señalados. Fuente

El superintendente Minot utilizó todos sus poderes de persuasión para conseguir que Lewis arrancara; pero el maquinista se negó, en los términos más enfáticos. No estaba preparado esa mañana para cruzar el Jordán, de modo que pensó regirse por las reglas que estaban dispuestas para tales casos. Dado que no le quedaba otra solución, Minot ordenó bajarse al obstinado maquinista y se hizo cargo él mismo de la máquina. Lewis se refugió en el útimo asiento del último coche, donde habría tenido alguna oportunidad para su vida cuando el inevitable choque ocurriera, mientras el superintendente dirigía el tren hacia Goshen. Habiendo encontrado de nuevo mediante el telégrafo que el tren opuesto no había alcanzado Middletown, corrió hacia ese punto repitiendo las órdenes, y así siguió hasta alcanzar Port Jervis, ahorrando dos horas en el trayecto.

La reprensible conducta del superintendente causó una gran conmoción cuando Lewis la relató a otros maquinistas. En una solemne reunión convinieron en que no conducirían trenes bajo ese loco régimen. Pero Minot ordenó que los trenes de Erie Railroad se controlarían de entonces en adelante por telégrafo, y así fue.



Trenes y túneles del Erie Railroad. Fuente

 

Grabado en bronce

La fecha concreta del mensaje telegráfico está sujeta a debate (y se resolvió salomónicamente como "otoño"), pero en cualquier caso ocurrió en 1851, cuando Andrade y sus compañeros ya empezaban "por amor a la ciencia" "a poner los cimientos de una obra nacional".

Famoso por su éxito, y habiendo formado a muchos técnicos del ferrocarril, Minot murió en 1866 (cuando faltaba un año para el trágico fin de Maximiliano I). En 1910 se planeó erigirle un monumento en la estación de Turner, desde donde fue emitido el histórico mensaje. Fue sufragado por suscripción popular, que se convocó desde las columnas de The Telegraph and Telephone Age. Entre los que contibuyeron (con donativos que iban de 1/4 de dolar a 500 $) estaba Thomas A. Edison. Pero la mayoría de las contribuciones vinieron de cientos de empleados del telégrafo y del ferrocarril de los Estados Unidos y de Canadá.

El monumento se inauguró en 1912, y tenía grabado en bronce el primer mensaje telegráfico ferroviario. Recientemente se ha denuciado su estado de abandono.



Monumento a Charles Minot. Fuente




Detalle del anterior, tratado digitalmente
para permitir ver la inscripción y el altorelieve
de la máquina telegráfica con su cinta.

 

El fondo para libros

Un gesto corriente entre los norteamericanos que se han graduado en una universidad es legar a su alma mater un dinero con el que corresponder a los bienes recibidos de ella. Las huellas del fondo Charles Minot son frecuentes en las acquisiciones de libros de las bibliotecas de Harvard. Pero, ¿cuándo comenzó a funcionar?

Una noticia sobre una obra de Flaminio Cornaro impresa en Venecia en 1749, Ecclesiae venetae antiquis monumentis nunc etiam primum editis illustratae ac in decades distributae, nos dice que fue sufragada con un legado que estableció Charles Minot "para la compra de nuevos libros". Y nos aporta la fecha: el legado se estableció en 1870 (el año siguiente de la subasta de la biblioteca de Andrade en Leipzig).

¿Estaba el Diccionario universal de historia y de geografia entre los libros subastados en Leipzig en 1869? Sabemos que muchos de ellos fueron comprados por distintas bibliotecas norteamericanas, de modo que es bien posible. Sea como fuere, el Diccionario editado por José María Andrade se incorporó a la biblioteca de Harvard (costeado con el fondo que dejó a su universidad el pionero del cruce entre el ferrocarril y el teléfono), en 1889, dos años después de la muerte del infame Agustín Fischer.

 

Apéndice: Cronología comparada de José María Andrade y Charles Minot

 

N.B. No soy especialista ni en la historia del ferrocarril norteamericano, ni en los legados a las biliotecas universitarias estadounidenses; no he visto más fuentes que las que están accesibles en la Web. Por esa razón agradeceré cualquier puntualización o dato complementario que se me pueda dar.

 

Texto inédito, especial para esta web.

Creación, 17 de marzo del 2007

 

 

 

 

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