Hablar con nuevas palabras

Doce mil términos técnicos, extranjeros o vulgares
que se abren paso en nuestra lengua

José Antonio Millán

 

  Mª Antonia Martí (coord.), Salvador Climent e Irene Castellón
Diccionario de neologismos de la lengua española
Barcelona. Larousse. 1998
342 págs.
Los diccionarios generales recogen el vocabulario más estándar, lo que significa que los tecnicismos, los términos vulgares y los extranjerismos tienen una presencia muy irregular, a veces sólo testimonial. Y no es de extrañar: estas son las áreas en las que con más frecuencia aparecen usos pasajeros, al hilo de la moda o la actualidad.

Los diccionarios de neologismos pueden suplir esta carencia, y además es frecuente que llenen lagunas de las obras generales (que presentan sorprendentes ausencias de palabras y expresiones muy bien asentadas). Los últimos años no han carecido de buenas obras de este tipo, como el Diccionario de voces de uso actual de Manuel Alvar Ezquerra (Arco Libros, 1994).

El presente Diccionario de neologismos incorpora, pues, numerosos tecnicismos, algunos sin duda con cierta frecuencia, como leptón; otros raros: hipocolesterolemia. Es difícil saber qué términos técnicos merecen figurar en una obra como ésta (y los criterios aquí utilizados no están explícitos): una desdichada circunstancia puede llenar las páginas de los diarios de dioxinas… durante unos días. Probablemente la única solución lexicográfica sea incluir los términos que tienen una frecuencia alta en un buen corpus.

Aparecen también extranjerismos extendidos, como intifada, unas pocas siglas, como IRPF (aunque ni en este caso ni en los extranjerismos se indica la pronunciación --¡se podría decir "irpef"!--, con lo que se pierde una utilidad segura para los estudiantes extranjeros). Aparecen marcas registradas, como lycra, levis, y también compuestos y derivados de los que están cundiendo en la inflacionaria jerga administrativa y periodística: desburocratizar.

Menos justificada es la inclusión de palabras bien asentadas, como ligue (¡incluso en el diccionario de la Academia) o habanera. Se agradece, sin embargo, la presencia de expresiones como sala de embarque (ausente en prácticamente en todos los diccionarios, incluso modernos) o hacer el burro. A propósito: lo que no tiene ningún sentido es que no se pueda acceder a estas expresiones desde embarque o burro. Vulgarismos o coloquialismos como clara (la bebida a base de cerveza) o lingotazo completan la nómina, heterogénea pero necesaria, de las voces que quedarán o no en nuestra lengua, pero que hoy son una realidad.

[Publicado en El País, el 31 de julio de 1999]  

 

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