Lengua y aventura

Anécdotas, curiosidades y hasta pasatiempos arropan un apasionante viaje por nuestras lenguas

José Antonio Millán

 

 

 Henriette Walter, La aventura de las lenguas en Occidente. Su origen, su historia y su geografía. Prólogo de André Martinet. Espasa. Madrid. 1997, 534 págs.

 

Si ingresan los nuevos estados miembros previstos en la Comunidad Europea, el número de lenguas de trabajo se habrá elevado a 15. Un cálculo elemental da en consecuencia 210 combinaciones de traducción (como polaco-portugués, danés-francés, etc.). Y esto es sólo Europa...

Estamos en una sociedad que depende profundamente de los intercambios entre lenguas, pero da la impresión de que la cultura lingüística de sus ciudadanos no ha avanzado mucho. Por eso es muy oportuna esta excelente obra de divulgación, que permitirá a cualquier lector con una formación básica captar una cantidad asombrosa de información.

Henriette Walter (lingüista, y que además domina siete idiomas) se ha propuesto una presentación de las lenguas europeas occidentales. Hacerlo por países llevaría a un árido listado que, además, apenas nos apartáramos de las lenguas oficiales, tendría situaciones asombrosas, como la presencia del serbocroata, alemán, esloveno, provenzal, catalán, etc., en Italia. El elemento organizador de esta obra no son, pues, los países, sino las lenguas, además conectadas con la historia, y esta perspectiva aclara y organiza un material que si no sería de difícil digestión.

El texto está interrumpido por cuadros, mapas, detalles, anécdotas y hasta pasatiempos. Así, encontraremos un campo semántico riquísimo: las pastas italianas (y ríase de las variantes de la nieve entre los esquimales), huellas de vikingo en nombres ingleses de lugar, o de vasco en nombres españoles, el origen de calamar en la palabra italiana para tintero, un neologismo de regalo: criópodo ("de pies fríos"), cómo es posible que antes de la revolución francesa sólo hablara francés la décima parte de la población, préstamos latinos ocultos en el alemán, las 300 palabras que más se diferencian entre las principales lenguas (como propina: mancia, gorgeta, pourboire, tip, trinkgeld), las que más se parecen (¡alcohol, paranoia, virus, gángster, revólver!), cómo adivinar el equivalente castellano de una palabra portuguesa, cómo saber por el acento si una palabra inglesa es un préstamo, descubrir la misa en kermesse y la compra en Copenhague, la carta más corta en latín, un ejercicio para leer danés de corrido a partir del conocimiento del inglés, otro para descubrir un nombre de origen celta entre otros que no lo son, y un amplísimo etcétera.

A partir de estos ejemplos, podría pensarse en una obra dispersa, pero nada más lejos de la realidad: el libro se desarrolla con un plan muy claro, y estos ejercicios y datos son llamadas de atención a los paralelismos y trasvases entre lenguas, a los parentescos ocultos, a las evoluciones. No es exagerado decir que el lector español no especializado que penetre en esta obra conseguirá un conocimiento mejor de su lengua, buenos datos sobre otras lenguas nacionales, una nueva visión de las que ya conoce, y un sentimiento familiar ante las que desconocía por completo.

Es una pena que este notable volumen de europeísmo militante no llegue a las lenguas eslavas, de las que sin duda nos aguardan muchos datos de interés. Y un detalle (muy oportuno en una obra sobre trasvases entre lenguas): la edición española presenta una cuidadosa adaptación a la lengua y a los intereses del nuevo lector al que va destinada. Un excelente índice de personajes y conceptos cierra un trabajo editorial modélico en una reciente colección (Espasa de la lengua) de la que podemos esperar mucho.

[Publicado en El País, en 1998]  

 

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