Los paisajes de la Rue Jacob
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Claude Boullé Galerie
"Paisaje", mármol toscano |
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Los bloques de calcárea tal y como se extraen de la cantera (cortesía de la galería) | Ved por un momento este paisaje de las
llanuras americanas, o tal vez de la zona más árida de la meseta castellana. Dos macizos
montañosos, a izquierda y derecha, rompen la uniformidad. Elevados como exhalaciones de
la tierra, proclaman el triunfo de lo vertical en el reino de lo extendido: el horizonte,
los celajes. A su alrededor unos leves ecos de luz, puras vibraciones de energía
prolongan sus siluetas en un salto. Reverberaciones de las formas en la calígine, finas
líneas disparadas hacia el cielo cruzan el paisaje, que sin embargo mantiene un tono
plácido y ensoñado. ¿O son edificios? Construcciones ciclópeas de una época arcaica, sólo la lejanía llama a confusión: acercaos y veréis erguirse los pináculos mordidos por la erosión, las mesetas pétreas, que hileras de esclavos (o máquinas creadas por razas prehumanas) apilaron en sillares, hilera tras hilera. Acción de las aguas Hace cincuenta, o cuarenta, millones de años, en lo que hoy conocemos como Eoceno, en tierras de la actual Toscana las rocas calcáreas más superficiales se vieron sometidas a la lenta infiltración de las aguas. Sutiles, incansables, impregnaron la roca por sus leves fisuras (que llaman litoclasas), pero no viajaban solas: soluciones de óxido de hierro y manganeso acompañaban su trayectoria a veces rectilínea y, apenas se evaporaban, dejaban las huellas minerales rojizas o verdosas. El nombre más usual del resultado es pietra paesina (en plural, pietre paesine), denominación que alude sólo a su capacidad de fingir paisajes, pero se conoce también como mármol ruiniforme, calcárea litográfica o a veces, sin más, como piedra de Florencia, por su origen más corriente. En el mundo anglohablante se conoce como scenic stone. En la rue Jacob de París, Claude Boullé mantiene desde hace años una pequeña galería dedicada a estas joyas. No todos los mármoles florentinos, por supuesto, albergan estas imágenes, y los que lo hacen las velan cuidadosamente: es necesario partir la piedra en láminas y pulirla luego, para que el contenido aflore en todo su esplendor. Boullé acude con frecuencia a las canteras para seleccionar in situ las mejores candidatas. Pero no sólo hay piedras italianas: mármoles españoles, como los de Macael, a veces ofrecen también sorpresas. |
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"Gruta
marina en una tormenta", mármol toscano, 16 cm de altura colección particular (procedencia: Claude Boullé Galerie) |
Cuentan en Florencia (recoge Minvielle) que las localizaciones de paesine se guardaban en secreto. Hasta qué punto, lo explica la historia de Rossino: un niño, hijo de un artesano que conocía el emplazamiento de un yacimiento especialmente bueno. Cada día salía en bicicleta, y volvía con una o dos piedras. Un día no retornó, y apareció muerto junto a la bolsa donde llevaba sus hallazgos: "La bella Paesina che fu il su calvario" ("la bella Paesina fue su Calvario" ). Sí: hay también muerte en estas piedras: una crucifixión lapidaria del seiscientos florentino recientemente subastada utilizaba la pietra paesina para fingir las escabrosidades del Gólgota. La construcción del sentido Nadie puede mirar un corte de estas rocas sin ver montes, desiertos, edificios en ruinas a veces, o mares tempestuosos. La misma predisposición íntima que nos hace reconocer en cualquier simetría punteada un rostro, anima las minúsculas acumulaciones de materia dotándoles de una escala ilusoria: paisajes y piedras, al fin y al cabo, poseen una misma identidad fractal. Cualquiera puede reconocerla. Recuerdo mis ocios como cabo de la guardia en el suntuoso vestíbulo de la Capitanía General de Burgos, y cómo el mármol verdoso de las mesas evocaba en seguida a la mirada soñadora (¡sin ayudas químicas!) grutas y cordilleras: un compañero de milicia me lo confesó un día, como un secreto... Y no sólo imágenes naturales: las piedras pueden ofrecer también sobre su superficie la asombrosa aparición de las obras del hombre. El jesuíta Athanasius Kircher (1602-1680) recogió en su Mundus Subterraneus ejemplos de piedras que representaban animales, plantas... o ciudades amuralladas: A. Kircher, Mundus subterraneus, t. III, p. 33 Detalle del "Paisaje" superior Estas representaciones, estas figuraciones involuntarias las vieron ya los etruscos y los antiguos chinos. El Renacimiento comenzó su utilización artística, tal vez a partir de ejemplos orientales (véase más adelante). Sus pintores usaron estos paisajes ya trazados para situar a veces personajes que los transitaban. Los lapidarios encontraron muy útiles sus formas para fingir figuras de montañas o lejanías en sus minuciosos taraceados pétreos, que sedujeron por igual a los Medici, y a Luis II de Baviera. ¿Dónde podemos verlas hoy? El Museo di Mineralogia L. Bombicci de Bolonia tiene algunas bellas muestras, igual que el Opifico delle Pietre Dure de Florencia. Aparecen también ejemplos, de cuando en cuando, por subastas y anticuarios. Pero esta vida artística de las rocas tuvo una segunda parte: tras seleccionar las piedras que pintan paisajes, pintar paisajes a la manera en que lo hacen las piedras. No sé si los estudiosos de estas cosas se han fijado lo suficiente este movimiento: una tradición secreta que nace por las mismas fechas de la utilización de las pietre paesine remeda en la pintura los efectos de torbellinos calcáreos, como en la obra del pintor holandés Hercules Segers. La tradición oriental nació en China, para pasar luego a Japón. se manifiesta en dos tipos de intervenciones artísticas: el suiseki, que busca rocas de formas evocadoras o caprichosas, a las que se limita a poner en una peana, y el biseki, que admite el cortado y el pulido para mostrar sus dibujos internos, y que de este modo está cerca de la tradición paesina. Ambas se han mantenido activas en China y Japón. Piedra de Chao Hua, China, biseki a la venta en el sitio de Luckywonders
En su versión actual, que representa Claude Boullé, el arte de las pietre paesine entronca con la tradición dadaísta del object trouvé tanto como con la practica del Renacimiento. Las rocas son fruto de la naturaleza: es la mirada del artista y el acto de apropiación lo que las convierte en arte. Boullé crea sus obras casi en igual medida que la infiltración eocena: ésta en una dilapidación exhuberante de materias y milenios y aquel en la reconcentración y focalización hacia la imagen que está en el corazón de algún bloque... Despojadas, desnudas (como conviene al gusto contemporáneo), las piedras de Boullé hablan por sí solas.
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¿Qué ha sido de las pietre paesine en esta época trivial y descreída? Al igual que muchas otras artes de la piedra, han ido a parar a la ornamentación, con frecuencia recargada y de mal gusto, encarnada en objetos, souvenirs y esculturillas para repisa de chimenea o mesita de té. Por una pirueta del destino, las paesine se usan sobre todo hoy para plumas estilográficas, en cuyo peso y maniobrabilidad prefiero no pensar, pero que tal vez engendren en el usuario que, tarde por la noche, las usa para pergeñar una carta más bien trivial, descripciones de desiertos y ruinas ciclópeas que le sorprenderán al releerla por la mañana. Otra vía de recuperación viene de la mano de esa confusa mezcolanza que se ha dado en llamar New Age: entre sus muchas recuperaciones no podía faltar la de los lapidarios de la antigüedad, redivivos en cromo-, cristal- y litoterapias. Esto es lo que dice el sitio francés Crystal Energie de la paesina: "Es una piedra que desarrolla el sentido artístico, que vuelve particularmente sensible a la belleza de los desiertos, al esplendor de las ruinas antiguas". Junto a esta muestra de desfachatez un dato, quizá cierto: ayuda a la reabsorción de las fracturas óseas. |
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Artículo inédito. Publicado
por primera vez en esta web. Creado el 11 de septiembre del 2002. Posteriormente a su aparición en la web, este artículo ha sido republicado en la revista Geo, nº 191, diciembre del 2002, con otras fotografías, algunas de ellas muy bellas. Ultima modificación: 30 de noviembre del 2002 |
El gran blog
Pruned hablo sobre este artículo
aquí (gracias por la alerta a Virginia Hernani). A través de él, llegué a este otro blog sobre paesine. Sobre su utilización de base para pinturas véase este ejemplo alucinante. Sobre la galería de Claude
Boullé: He detectado explotación de paesine (es decir, scenic stone) en Canadá, en el archipiélago de la Reina Charlotte: http://www.canadianrockhound.com/2000/02/cr0004211_scenic_stone.html Un caso para mí indescifrable (por japonés), pero con una interesante muestra: http://www.asahi-net.or.jp/~jm9n-ymkw/mine/gallery3/177paesina.html
Y, por último: hay otras piedras que no dibujan paisajes, sino que los hacen. |