Barcelona, 2010
(piedra tallada)
La llama tiene
una naturaleza tumultuosa y dinámica,
propia de un ser gaseoso que se genera y consume a cada instante.
Representarla es congelarla, matarla, o tal
vez nacerla a una nueva vida:
helicoidal, cónica o piramidal (¿pues no significa pirámide 'en forma de
fuego'?),
lisa, estriada o múltiple como una cabellera,
fingidamente doblegada a la fuerza de un viento inexistente,
agitada en grupo como una pradera,
planta de hojas de fuego, hidra furiosa, edificio que asciende ondulando,
su fuerza petrificada, fundida, tallada, dibujada se agota
en el esfuerzo agónico de aparentar violencia, movilidad,
peligro.
Estas llamas fracasadas, estos incendios
inocentes de materias inertes
nos conmueven con sus esfuerzos acartonados por infundirnos pavor.
Cubiertas de musgo, despintadas, con las aristas erosionadas por los siglos
aun pretenden movernos al respeto o al reconocimiento.
Y nosotros, mirándolas de hito en hito, reconocemos
la intención del artista: la evocación del fuego eterno o nutricio,
del tormento perenne, del calor del amor, de la fe,
del esplendor de la presencia divina...
Llamas quietas bajo la capa de los siglos,
en cementerios, iglesias, edificios
y enseñas, ¿a quién contáis qué, y con qué medios?
Convertidas en gritos mudos, fuegos helados, cataclismos en miniatura,
furias eternamente en suspenso, eco de un poder...
París, 2010
Barcelona, 2004
Madrid, 2001
Lloret de Mar, 2011
La Coruña, 2010
México, 2005
Bolonia, 2011
Barcelona, 2005
Tokyo, 2009
Sanlúcar de Barrameda, 2011
Córdoba, 2011
Santiago de Compostela, 2011
Buenos Aires, 2009
Barcelona, 20**
Córdoba, 2011
Tarazona, 2005
Creado el 12 de octubre del 2011 |