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Algo a cambio de nada.
El proyecto de audiolibro de Free Culture

Suw Charman

Traducción de Javier Candeira
hiperactivo.com

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Publicado originalmente el 24 de mayo de 2004:  Something for Nothing

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Sin perjuicio de los demás derechos que contemple la legislación.

Resumiendo:
Lee, copia, comparte, y disfruta.

 

El copyright. Todos sabemos lo que es: es la forma que tiene la gente creativa de proteger su trabajo frente al robo. El copyright es lo que evita que la gente te robe, o que saque dinero a costa del sudor de tu frente. ¿No es así?

En estos tiempos, la mayor parte de la gente tiene un sentido muy aguzado del valor de las cosas. El sitio de subastas por internet eBay da valor a trastos que anteriormente se tirarían o se regalarían. Amazon vende libros de segunda mano que habrían acabado donados a la beneficencia. The Antiques Roadshow genera la esperanza de que esa tetera tan espantosa que heredaste de la tía Bessie pueda valer cientos de euros, quizá miles.

El valor. Todo tiene su valor. Las cosas. Las palabras. La música. Todo. Y todos los que tienen algo con algún valor no sólo tienen derecho a extraer el máximo beneficio de ese valor, sino que también deberían hacer lo posible por protegerlo. ¿Verdad? ¿No es así?

¿No es así?

 

Libre como en "barra libre" [1]

Imaginemos que has escrito un libro. Un gran libro. Un libro que merece publicarse.

Digamos también que tienes un editor. Un gran editor. Uno que la gente conoce.

¿Qué pasa cuando convences a tu editor para que regale tu libro, gratuitamente, a todo el que lo quiera? No estamos hablando de dar copias a periodistas para que lo comenten, sino de convertir el libro a un formato electrónico y dárselo al público general para que no tengan que gastarse la pasta que tanto les cuesta ganar en comprarse un ejemplar físico para sus estanterías de madera.

Si se cree uno lo que dicen la RIAA [2] y otros partidarios de la legislaciones de copyright draconianas, lo que sucede cuando existe la opción entre una descarga gratuita (legal o de las otras) y un producto físico comprado es que la gente escogerá la version gratuita en perjuicio de la comprada. Así, según la RIAA, cada vez que se descarga la versión gratuita, se pierde una venta y los creadores (léase "derechohabientes") sufren una pérdida económica.

Según esta lógica, regalar tu libro, incluso con el consentimiento de tu editor, es una mala idea. Rayana en suicidio comercial. Ningún autor en su sano juicio lo haría, ¿verdad?

 

Give it away, give it away, give it away now [3]

El 25 de marzo del 2004 Penguin publicó el libro de Lawrence Lessig Free Culture. Simultáneamente se publicó en formato electrónico, un PDF gratuito y completamente legal que cualquiera podía descargar [4].

Lessig forma parte de Creative Commons, una organización que proporciona alternativas a la nota de copyright tradicional, así que es nada sorprendente que decidiera usar una licencia Creative Commons para Free Culture. La licencia especifica claramente y con precisión cómo pueden usar esa obra los que la descargan. Pueden "copiarla, distribuir, mostrar y representar la obra" y "crear obras derivadas" basadas en ella, siempre que se aseguren de "dar crédito al autor original" y no se dediquen a "usar la obra con fines comerciales".

Al liberar Free Culture, Lessig seguía el camino trazado por Cory Doctorow, cuyo Down And Out In The Magic Kingdom fue publicado por Tor Books en febrero de 2003, simultáneamente en papel y online en formatos PDF, ASCII y XHTML [5]. Y antes de Doctorow estaba Eric Flint de Baen Books, que había reeditado digitalmente con éxito gran parte de sus fondos de catálogo en el año 2000.

"En Free Culture describo por qué para Cory Doctorow tenía toda la lógica publicar su libro en línea gratuitamente", explica Lessig. "Cuando mi editor leyó este razonamiento quedó convencido, así que me preguntó si deberíamos intentar convencer a Penguin para [hacer lo mismo]. Había estado planeando cómo convencerlo de que intentara convencer a Penguin, pero lo llevó a Penguin motu proprio y estuvieron de acuerdo. Creo que es estupendo por su parte que se atrevieran a experimentar".

El 26 de marzo, el influyente weblogger Reverendo Doctor AKM Adam (más conocido como AKMA), profesor de Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Seabury Western, preguntó en su weblog: "¿A alguien le apetece grabar un capítulo del nuevo libro de Lawrence Lessig?".

AKMA llevaba tiempo interesado en la obra de Lessig, desde antes de la publicación de Free Culture.

"Leí Code and Other Laws of Cyberspace [6] hace varios años", dice AKMA, "cuando los años jóvenes de Napster no eran sólo un vago recuerdo. Soy un escrito en activo y un ávido lector/espectador/oyente, así que los temas sobre los que reflexiona Lessig me afectan de muchas maneras. Como autor, apoyo los argumentos de Lessig en favor de una Cultura Libre en la que mi trabajo pueda circular sin los impedimentos que suponen los elevados precios que imponen las editoriales universitarias. Estoy más interesado en comunicarme que en limitar el acceso a mi trabajo a sólo aquellos que están lo bastante forrados para pagarse un ejemplar".

La respuesta a la pregunta de AKMA fue inmediata y abrumadoramente positiva pronto la sección de comentarios estaba llena de webloggers que se ofrecían para leer capítulos

El propio Lessig se enteró del proyecto del audiolibro cuando un amigo le reenvió el enlace, y "durante medio segundo, tuve que convencerme de nuevo de que era una gran idea, porque si bien esperábamos que la gente podría desear leer el libro en su ordenador, no nos habíamos planteado la posibilidad de que lo escucharan en audio. Medio segundo más tarde pensé que de hecho era una forma extremadamente buena de difundir nuestro mensaje; mi editor está deseoso de vender libros, y hasta cierto punto yo también lo estoy, pero lo que de verdad deseo es difundir el mensaje tan ampliamente como sea posible, así que la difusión de la versión en audio es exactamente lo que estaba deseando".

El 27 de marzo, el primer MP3 ya estaba colgado en la red.

 

A Dios rogando y con el micrófono dando

Mi involucración en el proyecto comenzó igual que la de todos los demás; con un comentario en el weblog de AKMA a primera hora de la mañana del día 27, ofreciéndome a leer un capítulo, cualquier capítulo. Había muchas posibilidades de que también se hubiera acabado allí, si no hubiera sufrido de un infrecuente ataque de insomnio.

Resulta que esa noche los relojes se adelantaban una hora y, por razones tan solo evidentes para mi subconsciente, no podía dormir. En vez de hacerlo me quedé enfrente del ordenador, hablando con personas del otro lado del mundo en el canal de IRC #joiito. Puntualmente, las 00:59 dieron lugar a las 2:00.

Poco tiempo después, AKMA se conectó y tuve la ocasión de acordar con él un capítulo Capítulo 8: Transformers. En ese momento aún no había leído el libro, pero estaba interesada en ver cómo se desarrollaría el proyecto y no pude resistirme a aceptar un capítulo que me permitiría hacer la broma de que "es que pensaba que trataba de robots disfrazados".

El 28 de marzo dediqué algo de tiempo a configurar Audacity, un programa libre de de edición de audio, y grabé y publiqué mi capítulo.

 

Una voz no hace coro, pero ayuda al compañero

A miles de kilómetros de distancia, en otro continente, el artista, cineasta y músico Tim Samoff estaba pasando por el mismo proceso.

"Cuando AKMA publicó su idea sobre el audiolibro de Lessig, pensé inmediatamente que sería divertido participar", dice Samoff.

"Soy un defensor de los copyrights estilo 'algunos derechos reservados' desde hace tiempo. Incluso antes de conocer el proyecto Creative Commons, ya aplicaba mi propia versión de la frase 'algunos derechos reservados' a todo mi material escrito y grabado. Cuando me enteré de la existencia de Creative Commons comencé encantado a usar sus licencias como declaración de copyright".

"Lawrence Lessig ha sido siempre una especie de héroe de culto para la gente como yo. No podía dejar pasar una oportunidad de ser parte de su causa".

Otro participante, Kevin Marks de mediAgora, dice que se involucró porque "parecía un proyecto interesante. Había estado siguiendo atentamente a Lessig, había leído sus dos libros anteriores y estoy convencido de la importancia para la cultura de las obras derivadas."

Mientras una servidora se afanaba con Audacity, intentando evitar que las pes me salieran demasiado explosivas y las eses demasiado sibilantes, más de 20 personas más estaban haciendo exactamente lo mismo. Las conversaciones en la sección de comentarios del blog de AKMA se encaminaron hacia los consejos sobre cómo hacer buenas grabaciones y qué software usar. El proyecto ganó impulso rápidamente.

"El interés general en participar me impresionó", dice AKMA, "pero al final no me sorprendió. Lo que yo había supuesto es que haría falta el ejemplo persuasor de unos pocos amigos prominentes para echar a rodar la pelota, y de hecho tanto Dave Winer como David Weinberger contribuyeron con sus capítulos al principio del proceso; pero para cuando se subieron al barco, la primera ola de contribuciones ya había comenzado. Ayudaron a generar la energía e ilusión que iluminaron la iniciativa, pero la mayor parte de los capítulos llegaron de gente a la que sólo me eran vagamente conocidos, o completamente desconocidos, antes de comenzar".

Kevin Marks se sorprendió de lo rápidamente que despegó el proyecto. "En tres días ya estaba escuchando el libro completo en el iPod mientras iba al trabajo en bicicleta", comenta. "Habiendo trabajado antes en proyectos de medios, esa celeridad, debida al trabajo en paralelo de voluntarios, fue altamente impresionante".

Samoff es igualmente intusiasta: "Me fascinó. Todos los días comprobaba el sitio de AKMA para ver si había nuevos capítulos. Fue genial; me encantó escuchar las distintas versiones aportadas por la gente":

 

Servidor de usted

A la vez que se grababan los capítulos y se comprimían los MP3es, surgió el problema del alojamiento. Mucha gente podía aportar su locución, pero no tenían los recursos para alojar el archivo permanentemente. Unas cuantas personas se fubieron a la tarima y se ofrecieron a alojar el proyecto, incluyendo a Scott Matthews, el impulsor de Andromeda, programa para reproducir música en la Web.

"He estado bastante involucrado en los debates de copyright", dice Matthews, "y esto tenía pinta de ser divertido. Es bueno que la gente se esfuerze en algo que les importa, y me pareció obvio que Andromeda podía ayudar a sacar el máximo partido del esfuerzo."

En el plazo de tres días, el texto de Free Culture había sido locutado, grabado, albergado, replicado y publicado con Bittorrent por un grupo de personas que, en su mayor parte, no se conocían entre sí, nunca habían trabajado juntos, y que apenas eran más que un grupo de voluntarios entusiastas.

Participar en el proceso fue una experiencia reveladora.

 

Tú mismo con tu mecanismo

Mientras que se desarrollaba el proyecto audiolibro, otros estaban haciendo de las suyas con el PDF de Free Culture. Lo cuenta Lessig en su blog; "36 horas tras la publicación del libro, ya hay nueve versiones disponibles, incluyendo MS-reader, Rocket e-Book, zipped, iSilo, Mobipocket, EasyRead, PostScript, Plain Text, y HTML".

Pronto llegarían traducciones, más nuevos formatos, pegatinas, arte; una gran variedad de 'obras derivadas'. Todas hechas por amor al arte, sin finalidad de lucro.

A pesar de haber publicado Free Culture bajo licencia Creative Commons precisamente para que la gente pudiera liarse la manta a la cabeza y tirar para adelante, Lessig no había previsto la magnitud y el alcance que de hecho tuvo la participación.

"Pensé que la gente lo cambiaría de formato", dice, "pero nunca soñé que crearían un wiki, o una versión en audio, o que lanzarían proyectos de traducción como han hecho los polacos y los chinos. Eso fue extraordinariamente sorprendente".

¿Y lo mejor de este torbellino de actividad? Todo ello fue legal. Si se hubiera hecho lo mismo con casi cualquier otro libro del mercado, se habría estado rompiendo la ley. En algunos casos, los editores habrían caído encima de los voluntarios con todo el peso de la ley. Pero Lessig y Penguin han hecho algo casi inaudito: dejar que el público trasteee tanto como quiera con un libro recién publicado y comercialmente valioso.

 

Impactos

Y bien: la publicación simultánea en formatos electrónico y de papel de los libros de Doctorow y Lessig, ¿es el comienzo de una tendencia en la edición, o sólo una rareza?

"Sé que algunos editores lo están haciendo", dice Lessig, "y espero que más de ellos lo hagan. Depende de lo que digan los números; los editores son gente de negocios, personas racionales, y harán lo que más cuenta les traiga, y si tenemos razón sobre la forma en que funciona el mercado, entonces lo harán. Lo economistas, por supuesto, te dirán que es la forma más eficiente de vender, hacer que el contenido esté lo más disponible que se pueda, porque cuando el coste marginal es cero el precio es cero, y cuando el coste marginal es positivo deberías poner un precio positivo".

En otras palabras, los costes asociados con regalar un PDF son desdeñables, así que tiene sentido regalarlo. Hay unos costes significativos en la producción de productos físicos como los libros, así que tiene sentido cobrar por ellos.

Y sin embargo, cuando Cory habla en su weblog de reinventar la edición, podría no estar muy lejos de la verdad. Lo que logran estas ediciones simultáneas es alterar el modelo tradicional de producción de contenidos, al ofrecer rutas alternativas para su difusión.

 

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Añádanse proyectos como el audiolibro de AKMA, y los modelos cambian aún más

 

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En estos nuevos modelos, los nuevos colaboradores pueden a su vez hacer de distribuidores y consumidores. A veces no hacen falta facilitadores y los autores pueden comunicarse directamente con los colaboradores. Pero, y lo que es más importante, estos modelos proporcionan flexibilidad en términos de cómo accede el lector al producto.

"Es análogo a las librerías", dice Lessig."Vas a la librería, y te dejan hojear los libros. Algunas librerías, como Barnes and Noble, te venden café para que puedas sentarte y leer el libro mientras curioseas. La razón es que los consumidores exigen este tipo de accesos antes de tomar una decisión de compra, y creo que según los consumidores vayan exigiendo este tipo de cosas en la compra de libros por línea, el mercado tendrá que reaccionar".

Además de facilitar un acceso al producto, estos modelos facilitan la construcción, alrededor de cada publicación, de una comunidad creativa que la promociona haciéndola circular de boca en boca. La clave del éxito de esas comunidades (sean comunidades 'relámpago' que se reúnen para un proyecto dado y luego se disuelven, o más permanentes) es utilizar una licencia facilitadora como la que propone Creative Commons.

Al contrario de lo que la RIAA pretende que creamos, la mayor parte de la gente no quiere quebrantar la legislación de copyright preferirían no convertirse en criminales sólo por dedicarse a sus asuntos. Las licencias 'algunos derechos reservados' que incluyen una provisión para la creación de obras derivadas no comerciales sirven para más que para descriminalizar a los que construyen sobre obras preexistentes. Al declarar que se permiten las obras derivadas no comerciales, dan de hecho su bendición, la del autor y del editor, lo que sirve de un estímulo activo a los creadores que de otro modo habrían dado por sentado que no valdría la pena hacer algo a partir del original.

 

Dinero gratis

Es demasiado pronto para saber cómo han afectado la publicación del PDF de Free Culture y las obras derivadas subsiguientes a las ventas del libro impreso, pero las primeras señales son esperanzadoras.

"Penguin me han hecho saber que al libro le ha sentado muy bien", dice Lessig. "Los autores no ven las cifras de ventas hasta pasados seis meses, así que no tengo forma de saber cuál será el resultado último, pero en Penguin parecen estar muy contentos. Desde mi perspectiva, eso es de lo que hay que preocuparse, de si el editor está contento, porque si lo está hay mayores probabilidades de que repitan el experimento en un futuro".

Para Cory Doctorow también era difícil saber precisamente cómo las versiones electrónicas gratuitas afectaron a las ventas de Down and Out in the Magic Kingdom, ya que, como él mismo dice, "no hay otra primera novela con la que podamos comparar las ventas". Pero lo que está claro es que la primera tirada se vendió 'muy deprisa', y la gente se ha descargado 'cientos de miles' de copias de la versión electrónica, presentando el trabajo de Doctorow ante un público significativamente mayor del que habría podido acceder a la lectura de su libro en su forma impresa. Claramente, la estrategia no debió de perjudicar a Doctorow o a Tor, su editorial, dado que siguieron el mismo camino con la segunda novela de Doctorow, Eastern Standard Tribe.

Entonces, ¿publicará Lessig su próximo libro también en forma electrónica?

"Espero que sí", afirma. "Realmente no tengo planes para el próximo libro, pero creo que tiene sentido, independientemente de cuál sea el mensaje del libro, porque ayuda a difundir su contenido tan ampliamente como se puede, apoyando y promocionando las ventas subyacentes del libro como objeto físico".

Pero las ventas no son la finalidad última de esta táctica. Lessig hace especial énfasis en Free Culture en que aligerar el control de copyright resultaría en una mayor creatividad. El proyecto de audiolibro de AKMA probó este argumento de forma clara y enfática. La gente, si tiene la autorización legal para hacerlo, construirá sobre los cimientos de una obra con resultados tan creativos como imprevisibles. De forma más concisa que cualquier argumento de los expuestos en las páginas de Free Culture, el audiolibro ilustra exactamente hasta qué punto la sociedad disfruta creando, y hasta qué punto nos empobrecen las prácticas de copyright que limitan esta creatividad.

Como dice AKMA: "Esto confirma los argumentos del profesor Lessig: que existe un gran potencial positivo en una cultura en la que las obras prosperan al margen de los constreñimientos del control de copyright corporativo, eterno y universal".

 

No es tan fácil como "algo a cambio de nada"

En un mundo ideal, esta edición simultánea sería la norma. Esta libertad de construir sobre la obra de otro y enriquecer el patrimonio común con nuevas versiones y formatos sería la norma, no la excepción. La consiguente expansión de ideas y conocimiento hasta todo el que estuviera interesado sería la norma. Y la descriminalización de quienes prefieren probar antes de comprar también sería la norma.

Parece evidente que la digitalización de los contenidos no es el fin de la edición, pero algunos editores se resistirán. Siempre los hay de reacciones lentas, que no se dan cuenta de los beneficios potenciales.

"Creo que o bien no lo pillan", dice Lessig, "o son muy conservadores. Hasta ahora se han descargado más de 200.000 copias de mi libro de la Internet. Según el concepto del copyright según la RIAA, esto significa que se han perdido 5 millones de dólares, y sólo hay que pensar un momento para reconocer que eso no es en absoluto cierto. Entiendo que las empresas y la gente que las lleva le tengan un poco de miedo, porque es muy difícil probar cuál es el efecto que tiene a favor o en contra, así que si no hay pruebas, la cautela puede ser una respuesta apropiada".

La industria de la edición puede y debe adaptarse a nuevos métodos de diseminación de contenido, como ha hecho siempre. Podría incluso beneficiarse de este nuevo modelo. Pero la gente siempre necesitará libros bien escritos, que les cuenten historias, conocimiento, información, y que el modo en el que las personas acceden a esos contenidos cambie no implica que la gente vaya a dejar de comprar libros de forma catastrófica. Los humanos son curiosos por naturaleza, y los PDFs no tomarán el lugar del placer inherente a poseer un libro, poder hojearlo donde y cuando uno quiera, sin tener que encender un ordenador o un PDA.

La digitalización y distribución gratuita del contenido no es una erosión del copyright. Es una afirmación de un tipo distinto de contenido el derecho de dejar que el público copie libre y legalmente lo que el editor y el autor publican pensando en esas copias. Es la libertad del autor de liberarse de las cadenas de "todos los derechos reservados" y "ningún derecho reservado", y de moverse en el terreno intermedio, más beneficioso, de "algunos derechos reservados".

 

"¿Y si no soy novelista?"

Por supuesto, un lector puede haber llegado hasta aquí y estar pensando: "Pero , y si no soy novelista, ni escritor, ¿en qué me afecta esto a mí?".

Bien: si alguien lee libros, le afecta. Si ve películas, le afecta. La televisión. La radio. Todos los medios se ven afectados por esto. El problema es que, cuando el efecto en cuestión es un daño por omisión las obras que no se crean porque lo impide la dificultad de negociar los derechos, se convierte en algo mucho más difícil de medir y cuantificar. No se echa de menos lo que nunca se tuvo.

"Ése es el gran problema con el punto de vista que dice 'es fácil pedir permiso'", dice Lessig, "porque la realidad es que la consecución de los derechos es un follón tan extraordinario que la mayor parte de la gente ni siquiera se lo plantea. Por esta razón dejar bien claros desde un principio los derechos asociados con el contenido es una forma estupenda de lograr que la gente participe, y cuando lo hacen empiezan a darse cuenta de dónde falla el sistema existente".

 

Pero no soy estadounidense

Igualmente, el lector podría estar pensando: "Pero Lessig es estadounidense, y yo no. ¿En qué me afecta la ley de copyright de los EEUU?" Hay que recordar que la Internet no está limitada por las fronteras geográficas, ni tampoco lo está la cultura. Un sitio web europeo que albergue contenidos que, por ejemplo, jueguen con un personaje de Disney, recibirá de todos modos una carta de los abogados de Disney requiriéndole el cese de las actividades infractoras (cease-and-desist letter), sin importar cuál sea su situación geográfica.

"Hay una idea central de la que tiene que darse cuenta el resto del mundo", dice Lessig, "y es que los Estados Unidos están forzando al resto del mundo a adoptar su visión extremista de la propiedad intelectual y que, por medio de tratados internacionales, la legislación estadounidense se está convirtiendo en internacional. Hay un conjunto de problemas comunes que habrá que resolver entre un montón de países: necesitan actualizar las leyes de copyright al siglo XXI pero los Estados Unidos son un lastre. Creo que otros países tienen que tomar la iniciativa y obligar a los Estados Unidos a adoptar una postura más razonable".

"El sistema, tal y como está ahora mismo, refuerza el poder de la cultura estadounidense [en otros países]. Necesitamos un sistema más equilibrado y racional que fomente una gama mayor y más diversa de desarrollos culturales en todo el mundo".

 

Compromiso de base

Soy miembro de Zoetrope.com, una web dedicada a ayudar a los autores y cineastas que quieren desarrollar sus habilidades, hacer contactos, aprender el oficio. Intenté comenzar un debate sobre copyright y Free Culture en los foros de guionistas, pero la única persona que respondió no supo o no quiso enterarse de qué iba el tema. Por desgracia, ésta no es una actitud infrecuente, y no sólo entre individuos.

"La gente es sorprendentemente irreflexiva en lo que respecta a estos temas", afirma Lessig. "Cuando Creative Commons tuvo la primera conversación con el Authors Guild, y su reacción inicial fue decirnos que estábamos intentando robar a los autores. Intentamos demostrarles una y otra vez que lo que proponíamos mejoraría la vida de los autores, pero su reacción inicial fue totalmente negativa".

Hasta que los creadores individuales se involucren en la discusión, hasta que las organizaciones que representan a esos creadores entiendan y se comprometan con estos principios, será muy difícil convencer a los legisladores de que es necesario cambiar la ley.

"Los tribunales sólo cambiarán lo que las actitudes de base [ya] hayan cambiado", dice Lessig. "Y la forma en que cambian las actitudes de base es si cada vez más gente se involucra, habla y discute de estos temas, y comienzan a ser creadores. Esto es lo que ha logrado la Internet, ha animado a la gente a que se conviertan en creadores, y según se van convirtiendo en creadores y se van enfrentando a la legislación del siglo XIX, se dan cuenta de por qué la ley es absurda. Y creo que eso va a suceder más y más antes de que veamos progresos reales".

Los cambios en la legislación de copyright son inevitables. La tecnología se mueve más deprisa que la ley, y más deprisa que los que pretenden ejercer control exclusivo sobre la cultura. No importa cuánto software de gestión digital de derechos se implante, siempre habrá quien se lo salte. Para las industrias musical, discográfica y de la edición sería mucho mejor gastar sus energías en ver cómo pueden trabajar con la nueva tecnología, cómo pueden usarla para promocionar sus productos, en vez de intentar controlar bajo llave las obras de creación en un arranque de megalomanía.

La única forma de conseguir este cambio es si comenzamos a empujar todos en esa dirección. No son sólo los creadores los que tienen mucho que perder con las leyes de copyright actuales, sino también los consumidores. Puede que no todos seamos creadores, puede que la imposibilidad de realizar obras derivadas no nos afecte a todos, pero todos sufrimos cuando hay obras antiguas que no entran en el dominio público a pesar de estar fuera de la circulación o carecer de valor comercial.

El copyright es más de lo que parece a primera vista, más que los MP3s y las locuras de la RIAA. Free Culture, de Lawrence Lessig, hace una excelente descripción del estado del problema, y muestra el peligro que la legislación actual supone para el progreso cultural.

Y además, es un libro libre, esto es, libremente disponible en la red. [Y, recuerde, también en español. N. del T.]

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas

[1] La palabra inglesa free significa tanto "gratis" como "libre". Por esta razón quienes escriben en esta lengua tienen que distinguir cuando están usando la palabra en su primera acepción (free as in 'free beer', o "gratis como la cerveza gratis", que era el título original de esta sección) de cuando la están usando en la segunda (free as in 'free speech', "libre como la libre expresión"). Esta es la misma razón por la que los traductores tenemos que hacer notas como ésta, que expliquen las decisiones tomadas a la hora de traducir estas explicaciones [N. del Traductor].

[2] Equivalente estadounidense de la SGAE española [N. del Editor].

[3] La lectora habrá reconocido una letra de los Red Hot Chili Peppers [N. del E.].

[4] La edición original está en http://free-culture.org/. Hay traducción española en http://www.elastico.net/archives/001222.html [N. del T.].

[5] El mismo Doctorow cuenta la historia en su artículo "Libros electrónicos: ni libros, ni electrónicos", que está aquí al lado: http://jamillan.com/doctorow.htm [N. del E.].

[6] Versión española El código y otras leyes del ciberespacio. Sobre ella véase: http://jamillan.com/codigo.htm [N. del Editor]

Creación: 1 de septiembre del 2004

Última corrección, 2 de septiembre del 2004

 

 

Suw Charman vive en Inglaterra. Tras estudiar geología descubrió el mundo de la escritura y el periodismo, lo que le ha llevado a colaborar en publicaciones científicas o musicales. Ha creado un sitio web para enseñar una de las lenguas más curiosas de Europa, el galés. Lleva su propio e interesante blog, Chocolate and Vodka. ¿Por qué todo esto?: "Porque me encantan las palabras. Cuando no estoy escribiendo por dinero, estoy escribiendo por placer, y no puedo imaginar una época en la que no querré aplicar la pluma al papel o los dedos al teclado".

 

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