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Núria
Almiron
Culturas de crecimiento en Internet: Europa y Estados Unidos
Madrid, 14 marzo 2001
Las telecomunicaciones eran, hasta no hace mucho, un
sector lejano y difuso para los ciudadanos. Hasta principios de la década pasada pocos de
nosotros hubiéramos sabido incluir en ellas algo más que al teléfono. Sin embargo, la
era de la información no sólo nos ha traído una eclosión de las telecomunicaciones,
aunque tal vez sería mejor decir que son éstas las que nos han traído a la era de
la información, sino que además hemos empezado a experimentar una fusión, o más
bien una impregnación total de ellas por parte de nuestra sociedad y cultura. La
sociedad-Red que describe inmejorablemente el profesor Manuel Castells [1] no es otra cosa que
el resultado, todavía no culminado, de esta penetración de las telecomunicaciones en
todos los reductos de nuestras vidas.
Aunque comparto con el profesor Castells la noción
de que es la sociedad la que modela las redes y no al contrario, creo que no es menos
cierto que una vez la sociedad ha ejercido su efecto en la tecnología (a través de las
legislaciones, del consumo y de los intereses económicos), además de ese efecto social
sobre la tecnología creo que puede hablarse del recíproco impacto de ésta en la propia
sociedad. En este sentido, el impacto de las telecomunicaciones en nuestra cultura y forma
de vida es uno de los mayores experimentados en la historia de la humanidad y, aunque en
estos momentos nos encontramos sólo en los albores de una nueva era, podemos vislumbrar
ya lo que significa tener o no a nuestro alcance unas determinadas tecnologías
como
por ejemplo, Internet.
Y de ese impacto recíproco entre tecnología y
sociedad quería yo hablarles. Y más concretamente hacerlo en el escenario de Internet
donde son de creación reciente sus reglas de juego y la aparición de jugadores, agentes
y estrategias industriales que en definitiva son las causantes de que la tecnología
llegue, y de cómo lo haga, a los usuarios. Los escenarios así creados son los
responsables que, a la postre, los ciudadanos puedan integrar en mayor o menor medida, y
con mayor o menor penetración, la cultura digital a sus vidas. Estos escenarios
económicos, comerciales, industriales o como quiera llamárseles son los responsables
últimos, en mi opinión, del tipo de cultura digital que se pueda crear en una
determinada sociedad.
Por lo pronto y para empezar, la simple observación
nos muestra que, a pesar de los procesos globalizantes, existen culturas de crecimiento
empresarial distintas en Estados Unidos y Europa. Especialmente distinta en España. Los
efectos y derivaciones que ello pueda ocasionar en los ciudadanos es algo que dejo al
análisis de cada cual pero permítanme que les ayude a la reflexión con esta
exposición.
Las telecomunicaciones en la sociedad
Para hablar de las culturas de crecimiento
empresarial en Internet no podemos por menos que retrotraernos a lo que podríamos
denominar "el punto de despegue técnico" de la sociedad de la información:
este "punto" no es otro que lo que ha venido en denominarse "la
liberalización de las telecomunicaciones".
Debido al carácter de servicio público de las
comunicaciones telefónicas, que obligaba a los gobiernos a garantizar su acceso
universal, durante casi cien años los ancestros de las telecomunicaciones estuvieron en
manos de empresas públicas, con la consiguiente formación de monopolios estatales, como
todo el mundo sabe. Sin embargo, en los últimos quince o veinte años, y una vez cumplido
el objetivo de alcance universal, las telecomunicaciones se han convertido además en uno
de los principales motores de cambio social y de desarrollo industrial. Lo que denominamos
"revolución digital" es un proceso profundamente anclado y centrado en el
sector de las telecomunicaciones debido a la intensidad de los cambios y convergencias
tecnológicas observados en las últimas décadas. Y cuando digo "Convergencia ¿a
qué me estoy refiriendo? A algo tan simple pero tan revolucionario como es la capacidad
para distribuir a través de un mismo medio señales de distinta índole
como son la
voz, el texto o las imágenes estáticas o en movimiento. Esto, que es fruto de la
digitalización de las redes de telecomunicaciones, ha cambiado por completo el panorama
económico, político y social en tanto en cuanto la revolución de las telecomunicaciones
tiene, está teniendo ya, efectos en la economía, las leyes, la política, el trabajo, la
educación, la cultura y el ocio. Y en consecuencia, también en los comportamientos de
las personas. Este papel clave de las telecomunicaciones en la nueva era ha llevado a
impulsar enormemente este sector por parte de los gobiernos de los distintos países, en
aras de posicionarse cuanto antes, lo mejor posible, en la nueva sociedad.
De aquí surge la necesidad de "liberar" a
este sector del yugo de los monopolios estatales cuya función, en el marco de la
telefonía hasta esos momentos, había dejado por cierto mucho que desear. Aunque en
realidad el proceso más que desregular lo que hace es regular a favor, lo que si es
cierto es que la mayor parte del mundo capitalista está de acuerdo en un momento dado en
que la mejor manera de fomentar la explosión de este poderoso sector es impulsando la
competencia en su seno, liberalizando los mercados, eliminando todas las trabas que
pudieran limitar la concurrencia de agentes y ofertas al mismo. Y de este convencimiento y
los consiguientes procesos de liberalización surge el escenario en el cual nos
encontramos ahora y a través del que se expande, o eso intenta, Internet [2].
Estados Unidos: motor y modelo de referencia
No es necesario decir que el principal motor impulsor
y, a la vez, modelo de referencia, de este cambio de estrategia en el que pasamos de
escenarios monopolísticos hiperregulados al fomento de la primacidad de las leyes de
mercado son los Estados Unidos, evidentemente, el país con la industria de
telecomunicaciones más potente del mundo. Pero también hay que decir que la Europa
comunitaria no tarda en convencerse en que primar la competencia, reducir la regulación e
impulsar el desarrollo tecnológico redundará en precios más bajos, mejor calidad de los
servicios y distribución universal de las infraestructuras. Luego se ha visto que esto no
ha sido así pero no nos detengamos aquí.
Mientras que el proceso de liberalización de las
telecomunicaciones es absolutamente reciente para un ciudadano español o europeo (aquí
por ejemplo no hemos podido elegir entre operadores de telefonía local hasta este mismo
año), en Estados Unidos el proceso es algo mucho más anterior.
Si bien la ley de telecomunicaciones norteamericana
es de hace solo cinco años, de 1996, el proceso de desregulación empieza a gestarse
mucho antes, concretamente a mediados de la década de los setenta, cuando el gobierno
federal estadounidense demandó a la todo poderosa AT&T, la Telefónica
norteamericana, por poder monopólico en el mercado telefónico local, monopolio que le
permitía a su vez monopolizar los mercados de larga distancia y de equipos terminales.
Cuando en 1982 la AT&T acuerda con el departamento de justicia desintegrar su
infraestructura de redes locales separándola del negocio de larga distancia y de
fabricación de equipos, se empieza a gestar una nueva era, un nuevo orden de las
telecomunicaciones que seguirían a pies juntillas el resto de naciones modernas
aunque con años de retraso y con su propia idiosincrasia.
La historia de la AT&T es, en sí misma, una
muestra de las diferencias de aplicación y desarrollo del denominado proceso de
liberalización aquí y al otro lado del Atlántico [3]. La AT&T era en 1982 una
enorme compañía de teléfonos que proporcionaba servicios básicos en todo el territorio
de los Estados Unidos. Tras el compromiso alcanzado con el gobierno, la operadora se
deshizo del negocio de la telefonía local para dar a luz lo que se llamaron las 7 Baby
Bells (Bell significa campana en inglés, y una campana era el logotipo de la operadora
hasta ese momento). Las Baby Bells se conformaron durante unos años, junto con algunos
pocos competidores puntuales, como monopolios de telefonía local regionales. La AT&T
se concentró entonces en la telefonía de intercambio (la que conecta los estados) y la
telefonía de larga distancia en cuyo ámbito le aparecieron diversos competidores como
MCI, después fusionada con WorldCom, o Sprint. La convergencia tecnológica y la
insistente reclamación tanto de la AT&T como de los monopolios regionales a partir de
1982 para que se les permitiera operar en todos los mercados (dado que tecnológicamente
era factible hacerlo), hizo necesaria una ley que determinara los roles y alcances de cada
uno
lo que hizo la Ley de Telecomunicaciones norteamericana de 1996, Ley que
serviría de modelo a las restantes aparecidas a posteriori, como la Ley de
Liberalización de las Telecomunicaciones española de 1997. De hecho, cuando digo que
sirvió de modelo lo digo en sentido literal, porque, por ejemplo, la ley norteamericana
fue el documento básico de discusión en el acuerdo de servicios básicos de
telecomunicaciones celebrado en el seno de la Organización Mundial del Comercio en
febrero de 1997 (cuya sesión no se celebró hasta que la ley norteamericana estuvo
terminada).
Como les decía, la Ley de 1996 abre las puertas a
que diferentes servicios de telecomunicaciones se presten indistintamente por dos o más
compañías, sean estas telefónicas, de televisión por cable, de comunicaciones
personales, de telefonía inalámbrica celular, o lo que pudiera surgir. A partir de ese
momento el concepto de "compañía telefónica" daría un vuelco irreversible.
Las denominadas "telcos" ya no sólo
competirían entre ellas sino también con los proveedores de televisión por cable, de
servicios de Internet e incluso con las compañías eléctricas. Aquellos enormes
monstruos monopolísticos, no precisamente destacados por su dinamismo empresarial, se
enfrentaban de repente a un mercado en el que debían funcionar casi como emprendedores.
Los resultados fueron sin duda dispares.
Volviendo a la vieja AT&T, decía que su historia
era muy significativa porque en ella se refleja en su expresión más clara lo que
implicó dejar de ser un monopolio telefónico para convertirse en una compañía de
telecomunicaciones global
con competencia global. La primera fragmentación de la
que les hablaba, la que diera lugar a las 7 Baby Bells, llevó a que la operadora perdiera
casi a la mitad de sus clientes en el negocio de larga distancia en doce años, del año
84 al año 96. Y su evolución fue tal, que en 1995 AT&T decidió volver a dividirse,
esta vez de forma completamente voluntaria, para poder afrontar mejor los retos de la
competencia. Así, el 20 de setiembre de 1995, AT&T se escindió de nuevo esta vez en
tres compañías distintas e independientes:
- por un lado en una empresa de equipamiento y sistemas
de telecomunicaciones que se llamaría Lucent Technologies (y que ahora mismo está
llevando a cabo una campaña publicitaria de inversión millonaria, la habrán podido ver
en la televisión y los periódicos);
- en segundo lugar, en una compañía informática
llamada NCR (heredera de una empresa adquirida por AT&T con anterioridad);
- y por fin en una tercera empresa de comunicaciones que
seguiría llamándose AT&T. Se dio además la paradoja que la Ley de 1996 permitiría
además a la renacida AT&T volver a competir en el mercado de la telefonía local de
modo que la situación había dado un giro de 360 grados.
Pues bien, como todo el mundo sabe, a partir de
mediados de los noventa el sector de las telecomunicaciones iniciaría un intensivo
proceso mundial de fusiones y adquisiciones todavía vivo en la actualidad y que
conduciría exactamente a la situación contraria a la esperada por los impulsores de la
liberalización: es decir, a la hiperconcentración empresarial.
El nuevo orden de las telecomunicaciones exigía para
ser competitivo ser una empresa de actuación global. Para ser globales los principales
agentes empezaron una concentración sin precedentes en ningún otro sector. Esta
integración no fue en sí misma una sorpresa para nadie. Todos los gobiernos esperaban
grandes movimientos puesto que para que los proveedores de larga distancia pudieran
competir a nivel local debían adquirir o aliarse con compañías que tuvieran acceso
directo a los usuarios, como por ejemplo las compañías de cable. Y lo mismo ocurría con
los negocios locales o regionales con ambiciones globales.
Sin embargo, el nivel de concentración está siendo
tal que algunos han empezado ya a dudar, y con razón, de que la formación de unos pocos
megaoperadores consiga los beneficios esperados para el consumidor: es decir, precios más
bajos e infraestructuras bien distribuidas. Más bien parece que a lo que conducirá todo
esto es meramente a una mayor oferta de servicios por parte de un mismo agente, es decir,
a la concentración de la oferta, pero no a su optimización.
Aunque esto último ya entra dentro del campo de la
especulación, todo parece indicar que por ahora sólo en Estados Unidos se han cumplido
parcialmente los objetivos de la liberalización, mientras que ello no ha sido así en
Europa. Y ¿cuáles eran estos objetivos?
1) El incremento de la oferta de telefonía local,
que como decía aquí es muy reciente y todavía se realiza con numerosas trabas;
2) La aceleración de la instalación de servicios de
banda ancha (que en España por ejemplo no ha empezado a darse hasta hace bien poco
mientras en Estados Unidos, aunque sigue siendo minoritario, ya se cuentan por millones
los usuarios con conexiones a Internet de banda ancha)
3) Y el abaratamiento de los costes de la banda ancha
gracias al aumento de la competencia y a las economías de escala (lo cual aquí no vemos
por ningún lado).
El escenario europeo
¿Cuál es el escenario europeo? ¿Qué es lo que ha
ocurrido en Europa?
En Europa ha ocurrido exactamente lo que la
experiencia de los norteamericanos nos habían advertido que ocurriría si los europeos no
tomábamos las medidas pertinentes.
Como les decía, Europa se ha mirado en la
experiencia norteamericana a la hora de fijar reglamentaciones para la mal llamada
desregulación del sector y ayudar así a la desencadenación del crecimiento económico.
Una de sus últimas y más decisivas fases ha sido la liberalización del llamado bucle
local, el último tramo del cable que llega hasta el consumidor y que todavía estaba en
posesión de las operadoras dominantes en cada país europeo: es decir, de Telefónica,
British Telecom, France Telecom, Telecom Italia, Deutsche Telekom, etc.
Durante esta fase reciente, Estados Unidos participó
en las deliberaciones aportando consejos y apoyando con su experiencia que la apertura de
las redes de telecomunicaciones, y especialmente la apertura del bucle local, aceleraba la
disponibilidad de conexiones rápidas y mejores [4]. Por ejemplo, decían los norteamericanos, de 1998 a 1999
Estados Unidos había duplicado el número de bucles locales recibidos de los operadores
históricos; y la instalación de líneas DSL, aquí llamadas ADSL, se había multiplicado
también de forma que a finales de 1999 más del 50 por ciento de norteamericanos estaban
en disposición de recibir DSL.
Sin embargo, en los documentos aportados en la fase
de reflexión los norteamericanos exponían también algunas de las amenazas que los
europeos debíamos salvar. La principal de ellas era la resistencia de los monopolios
históricos a liberalizar el bucle local y la tendencia a discriminar a la competencia
estableciendo tarifas de interconexión excesivas. De no contrarrestarse estas fuerzas
contrarias, los operadores históricos podrían no solo frustrar el desarrollo de una
verdadera competencia local sino también demorar la instalación de servicios de banda
ancha para los consumidores. Esto nos lo advertían los norteamericanos hace ya dos años
y está claro que Europa no supo evitarlo porque es exactamente lo que está ocurriendo.
Muchos de los monopolios históricos en los países
de la Europa comunitaria han puesto lógicas trabas a la liberalización; liberalización
que sin embargo no podremos considerar culminada hasta que el último y más poderoso
monopolio, el del bucle local, esté verdaderamente abierto a la competencia (no sólo
desde un punto de vista técnico sino también desde un punto de vista práctico y
efectivo).
Las consecuencias de esta "liberalización a la
europea" se hacen principalmente evidentes en el desfase europeo con los niveles
estadounidenses de desarrollo económico y de penetración de Internet en la sociedad.
El desfase
La década de los noventa fue testigo de la
diferencia remarcable en el desarrollo económico entre la Europa comunitaria y los
Estados Unidos. La mayoría de estudios realizados al respecto identifican la causa de
ello en los niveles de difusión de las tecnologías de la información (mucho menores en
Europa que en los Estados Unidos) y también en la fuerte inversión realizada en el
sector de las tecnologías de la información por Estados Unidos a partir de 1996
y
que no ha tenido paralelismo aquí.
Según estos estudios mayoritarios Estados Unidos
poseería diversas ventajas con respecto a Europa [5]:
1) Una mayor producción de bienes de tecnologías de
la información (que podría ser causada por una mayor inversión en profesionales
especializados en el sector en su momento);
2) Una menor rigidez estructural para difundir las
tecnologías de la información (por ejemplo para crear nuevas empresas de tecnología);
3) Y un mayor uso de bienes tecnológicos por parte
de la población (en el consumo de sus ciudadanos, más digitalizados que los europeos).
Todos hemos oído mil veces el mito de que los
Estados Unidos poseen una cultura más emprendedora que favorece la expansión de los
sectores nuevos. Lo que ocurre es que no se trata de ningún mito.
Los expertos europeos afirman que las fuerzas
motrices de la nueva economía de la Unión Europea se han comportado en la segunda mitad
de los noventa como lo hizo Estados Unidos en la primera mitad del decenio [6]. Iríamos cinco años
por detrás según este análisis.
El otro dato que muestra el desfase provocado por
nuestra "liberalización a la europea", y probablemente también podríamos
encontrar una "liberalización a la española" por las peculiaridades de nuestra
situación que luego detallaré, el otro dato digo lo encontramos en las cifras de
penetración de Internet en la sociedad.
No es preciso manejar demasiados datos aquí. El año
2000 finalizó con casi el 60 por ciento de los ciudadanos estadounidenses conectados a
Internet. En Europa la media de conexión es del 28 por ciento según el último estudio
del Instituto de Economía alemana de Colonia [7].
Holanda, Suecia y Dinamarca están a la par que los
estadounidenses con más del 50 por ciento de ciudadanos conectados. En España,
iniciábamos el milenio celebrando que ya éramos siete los millones de españoles
conectados a Internet: eso significa menos de un 16 por ciento de penetración.
Y en cuanto a infraestructuras los datos son todavía
peores. Mientras que el 12 por ciento de los hogares estadounidenses y el 60 por ciento de
sus empresas tenían acceso a Internet el año pasado mediante alguna tecnología de banda
ancha (cable, ADSL o satélite por ejemplo), en España, los datos más optimistas indican
que sólo un 15 por ciento de todas nuestras infraestructuras de comunicación son ya de
banda ancha; y los abonados a ellas no alcanzan ni al 5 por ciento de la sociedad y son
mayoritariamente empresas [8].
La escasa disponibilidad de acceso de banda ancha a
las redes de comunicaciones sin duda es una de las principales causas de la lenta
incorporación de los ciudadanos y las empresas españolas a Internet. Otra de las
principales es, como no, el precio.
El caso de Internet
La tarifa plana para llamadas locales de la que gozan
desde hace años los usuarios norteamericanos les ha permitido hasta ahora, en la
práctica, conectarse a Internet las 24 horas del día pagando una reducida cuota
(alrededor de las 5.000 ptas. al mes). La amplia proliferación de redes de televisión
por cable en ese país también ha ayudado enormemente a que un gran número de personas
tengan acceso de banda ancha a la Red con sólo adaptar estas infraestructuras ya
existentes.
En Europa este no ha sido ni es el caso, y mucho
menos en nuestro país donde, por cuestiones diversas, las redes de televisión por cable
nunca han llegado a expandirse.
La imposibilidad de conseguir una tarifa plana real
para el acceso a Internet ha frenado en nuestro país desde buen principio el uso
extensivo de la Red. El problema, hay que reconocerlo, es técnico: las redes telefónicas
europeas en general no están preparadas ni diseñadas para un acceso masivo y prolongado
en el tiempo de sus usuarios, como es el que requiere Internet. Sin embargo, todo indica
que las operadoras de telecomunicaciones tampoco parecen estar dispuestas a disminuir sus
beneficios realizando las inversiones que serían necesarias para paliar esta limitación.
Desgraciadamente éste no ha sido el único ni el
más importante inconveniente. El problema de base es que los exmonopolios históricos se
han liberalizado muy lentamente y, en la mayoría de ocasiones, han sido favorecidos por
los respectivos gobiernos en el momento de incorporarse a una situación de competencia
plena y abandonar su posición dominante. Hacerlo significaba, evidentemente, perder su
posición de exclusividad
y, tras décadas de actuar en soledad, las resistencias
han sido, todavía son, notables, como ya nos advirtieron los norteamericanos.
De entre todos los escenarios europeos, el escenario
español ha sido uno de los peor liberalizados de Europa. Las cifras hablan por sí solas.
Recuerden que mencionaba antes que AT&T había perdido un 40 por ciento de su cuota de
mercado en llamadas de larga distancia a mediados de la década de los noventa. Pues bien,
a finales de ésta sólo Deutsche Telekom o British Telecom en Europa habían perdido
cuotas similares a la norteamericana, entre un 35 y un 40 por ciento respectivamente. Pero
Telecom Italia o Telefónica, por ejemplo, apenas habían perdido un 15 o un 16 por ciento
de mercado. En el 2000, Telefónica sólo perdió un 1 por ciento más de este mercado, es
decir, la cuota perdida acumulada en llamadas de larga distancia sólo llegaba el año
pasado al 17 por ciento [9]. Y eso en las llamadas de larga distancia, las que gozaban de
una liberalización real del mercado desde 1998.
En conjunto, en el año 2000, Telefónica conservaba
el 91 por ciento del mercado telefónico español. El 91 por ciento Lo cierto es que, como
hemos podido ver en los últimos resultados económicos de la empresa, la privatización
de Telefónica se ha dejado notar tan poco en el mercado como en su cuenta de resultados.
¿Cuál ha sido la consecuencia de este retraso en la
liberalización de las telecomunicaciones?
Pues en buena parte la formación de un sector de
Internet bien diferenciado a un y otro lado del Atlántico.
No hace falta ser ningún entendido para darse cuenta
de ello. Cuando hablamos de la industria de Internet en Estados Unidos ¿de quién estamos
hablando? ¿quiénes son los líderes, las empresas que más éxito tienen, que mayores
inversiones aglutinan, que más han crecido? O para estar al día
¿las que más
pérdidas están teniendo en bolsa
?
En los primeros puestos de todas las listas están
Yahoo, America On-Line, Amazon, eBay o los sites de Microsoft [10]. Pues bien, de
estas cinco que he mencionado, tres son empresas de las llamadas puras de Internet,
nacidas con la era de la información (Yahoo, Amazon, eBay), una es una empresa de
software archiconocida (Microsoft) y la última es una empresa de la era preWeb (America
On-Line) que ha explotado con Internet. Los líderes de la industria de Internet en
Estados Unidos son todos empresas relacionadas o nacidas con la nueva era de la
información.
Sin embargo, cuando hablamos de los líderes de la
industria de Internet en nuestro país ¿a quién encontramos en todas las estadísticas?
Terra-Lycos ocupa el primer lugar indefectiblemente. Y tras ella Yahoo, Microsoft y
también Ya.com, EresMas o Wanadoo. Pues bien, Terra-Lycos pertenece a una operadora de
telefonía histórica, Telefónica, como todo el mundo sabe. Ya.com pertenece a otra
operadora histórica, Deutsche Telekom, EresMas pertenece al grupo Auna, el grupo surgido
hace poco de la segunda operadora de este país, Retevisión y Wanadoo pertenece a Uni2,
la filial para Internet de France Telecom [11].
En el resto de Europa, los dominios más visitados
también incluyen a empresas puras de Internet pero en países como Francia o Alemania,
los portales de las operadoras históricas respectivas son los líderes de sus respectivas
Internet Wanadoo o Voilà en Francia pertenecen a France Telekom, y T-Online en
Alemania pertenece a Deutsche Telekom, por ejemplo [12].
Es decir, mientras que en Estados Unidos ha florecido
toda una industria de Internet de entre la que han surgido los líderes de la Red, en
Europa, las principales nuevas marcas puras de Internet pertenecen a las operadoras
históricas que, además, se han lanzado de lleno al sector de los contenidos en, algunos
casos, con éxito mundial: Terra-Lycos es el portal hispano más visitado del mundo. Pero
es que Terra-Lycos es el tercer portal de Internet del mundo, solo tiene delante Yahoo y
America OnLine.
Para algunos, que las tradicionales telefónicas
europeas reconvertidas en empresas globales de telecomunicaciones no se hayan limitado al
negocio de la conexión y el transporte de datos es algo meramente coyuntural. Por ejemplo
Renato Soru, presidente de Tíscali (la operadora que quiere ser la America On-Line de
Europa) está convencido que Internet es un negocio para empresas nuevas [13].
Razones no le faltan. Hace seis años America OnLine
era simplemente un BBS, un servicio electrónico, de éxito sí, pero de tamaño modesto.
Sin embargo, tras engullir a Compuserve y lanzarse de lleno a la arena de Internet el año
pasado nos sorprendió a todos comprando una empresa que, de entrada, todo el mundo
consideraba de mayor tamaño, más sólida y más consolidada que AOL: me refiero
naturalmente a Time-Warner. Ahora AOL es la primera empresa de Internet en el mundo por
capitalización bursátil. Tiene casi 30 millones de usuarios (a los que no sólo ofrece
acceso sino también contenidos) y es la propietaria de marcas como Netscape, Compuserve,
ICQ o CNN.
La teoría de Soru es que ni la industria de los
ferrocarriles nació de los empresarios líderes en el negocio de las caravanas, ni la
industria de los ordenadores personales nació de los líderes de la incipiente
informàtica de la época. Y que, por lo tanto, la industria de Internet tampoco surgirá
de las cenizas de las operadoras de teléfono. Sin embargo, Soru no cuenta lo más
importante. Desconozco el caso de los ferrocarriles y las caravanas, aunque intuyo que
podría ser igualmente cierto, pero en el caso de la industria del ordenador personal,
aunque los líderes de la informática de los miniordenadores o mainframes no inventaron
el ordenador personal, sino que lo hizo una empresa pura de la nueva época, y lo hizo en
un garaje, Apple, no es menos cierto que el dinero de los líderes del momento ayudó a
hacer crecer la nueva industria. Y si no que se lo digan a IBM, que puso todo su engranaje
a funcionar para crear un estándar, el compatible PC, que ninguna nueva empresa pura de
la era del ordenador personal hubiera jamás podido financiar.
Y aquí es a donde quería llegar. Porque ¿Quién
tiene en la actualidad capacidad para enfrentarse con el músculo financiero de los
exmonopolios telefónicos en Europa? (Al margen de los bancos quiero decir). O, para ser
más concretos ¿qué empresas puras de Internet tenemos en España? Piensen en alguna
empresa que pueda hacer frente a los principales portales y servicios de Internet en este
país y que todavía no haya sido engullida por alguna operadora con actividad en España,
por alguna entidad financiera global o por alguna marca pura de Internet no española.
Sin duda encontrarán muchas empresas, situadas en
pequeños nichos de mercado, acabadas de nacer o recicladas de anteriores negocios
frustrados. Pero difícilmente encontrarán ninguna que pueda hacer frente a un
Terra-Lycos, a un Ya.com o a un Yahoo. En cambio, son multitud los ejemplos de empresas
puras de Internet españolas vendidas a operadoras históricas, a multinacionales o a
empresas puras de Internet norteamericanas: Por ejemplo, tenemos los casos de Servicom,
Arrakis, CiudadFutura, LatinRed, Olé, Ozú, Telépolis, Inforchat, RedesTB, Jet, CTV,
Intercom, Abaforum, Encomix, ReadySoft, Ya.com por supuesto
y no sigo para no
aburrirles. Es cierto que muchos eran meros proveedores de acceso pero pocas buenas ideas
no han sido adquiridas por un pez mayor en este país.
Con ello no quiero decir que no haya espacio para
empresas de Internet españolas pero yo hablaba de las primeras posiciones, de los
líderes en visitas, tráfico y todas las cifras que venden o hacen publicidad y comercio
electrónico. Estoy hablando en definitiva de aquellos a quienes todos los estudios de
mercado incluyen en sus cortas listas de supervivientes a cinco o seis años vista, de
aquellos que conforman el imaginario digital diario de la mayoría de usuarios. Y entre
ellos, no hay ninguna empresa de Internet española no vinculada a una operadora.
Esta diferente conformación de la industria tiene su
imagen más gráfica en algo tan prosaico como sus millonarios. Los famosos
cibermillonarios estadounidenses (los fundadores de Amazon, eBay, Yahoo, etc.) lo son, en
su mayor parte, gracias a la cotización en bolsa de sus empresas (aunque el NASDAQ está
cayendo en picado desde que acabó el milenio, los que tenían que hacerse ricos con él
ya lo han hecho).
En cambio, los primeros cibermillonarios que ha dado
a luz el hiperespacio español, salvando todas las distancias, lo han sido esencialmente
por vender sus empresas a los grandes de la Red, a operadoras históricas o a empresas de
Internet estadounidenses. Los unos, los cibermillonarios americanos, han creado empresas y
las han convertido en valores bursátiles codiciadísimos (todavía codiciados a pesar de
los descalabros de la bolsa). Los otros, los cibermillonarios españoles, han creado
productos y los han vendido a las empresas dominantes. La mayoría de estos últimos, de
los españoles, por no decir todos, no tenían otra opción. O vendían o corrían el
peligro de quedarse fuera del mercado una vez las grandes operadoras pusieran en marcha
sus respectivos portales y servicios concomitantes [14].
La cultura de crecimiento que aflora tras tamaña
demostración de falta de competencia es bien clara. Las anteriores situaciones de
monopolio han supuesto, en algunos casos más que otros, una ventaja de partida para las
operadoras históricas que, en el caso europeo además, a la convergencia tecnológica (es
decir, a la posibilidad de distribuir de todo a través de cualquier medio) han añadido
también su entrada en el negocio de los contenidos.
Los gobiernos europeos han empezado a reaccionar
fomentando la creación de emprendedores, impulsando la formación de fondos de inversión
tecnológicos y, con mucho retraso, lanzando planes como el Info XXI español. Sin
embargo, la industria de Internet en Europa ya tiene unos jugadores bien asentados. Las
empresas de investigación de mercados aseguran por ejemplo que, en Internet, a medio
plazo sólo podrán sobrevivir los cuatro o cinco portales más importantes. La mayoría
de los nombres citados en Europa son empresas vinculadas a monopolios históricos.
La cultura de crecimiento empresarial en Internet ha
sido tan distinta a un y otro lado del Atlántico que la propia desaceleración que padece
el sector tiene características e intensidad distinta en estos momentos.
Mientras que en Estados Unidos han fracasado
estrepitosamente las ofertas de acceso gratuito a la Red (sólo sobrevivían tres a
principios del 2001) y la bolsa se derrumba porque los líderes afirman que prevén menos
beneficios para este año. No amenazan con perder dinero sino simplemente advierten de que
ganarán menos. En España la mayoría de empresas de Internet siguen dando enormes
pérdidas (véase los últimos resultados del líder, Terra) sin que el desplome bursátil
sea tanto como en los EE.UU. porque la mayor amenaza, según todos los analistas, no está
tanto en la reacción de los mercados a esta situación como en la capacidad de
resistencia al endeudamiento de las grandes operadoras. Y es que las operadoras europeas,
y esta es una diferencia nada desdeñable, han apostado enormes inversiones a una nueva
tecnología, el UMTS, de la que nadie sabe todavía a ciencia cierta si logrará imponerse
(en España no han sido tales las inversiones pero la tasa radioeléctrica impuesta por el
gobierno a la telefonía móvil coloca a las operadoras nacionales en la misma situación)
[15].
Conclusiones
Aunque en Europa hemos seguido los pasos de los
Estados Unidos, creo que podemos decir que aquí hemos tenido un modelo propio de
liberalización e introducción de Internet en la sociedad. De hecho, nuestra
"explosión" de Internet, si es que puede llamársele así a nuestros bajos
índices de penetración, se debió exclusivamente al fenómeno del acceso gratuito. Esta
situación no se ha reproducido en Estados Unidos porque allí la mayoría de usuarios
prefiere pagar una cuota de conexión que les garantice un servicio de calidad, dado que
ya disponen de tarifa plana para las llamadas locales.
El hecho de que en España el crecimiento de usuarios
de Internet dependa de la existencia de estas ofertas gratuitas es toda una contradicción
para la deseada competencia del sector. Puesto que sólo los grandes pueden permitirse
ofrecer acceso gratis (aunque ni siquiera ellos quieren mantenerlo). Para que el volumen
de usuarios crezca sin acceso gratuito es preciso que exista una oferta de tarifa plana
real de calidad. Algo que todavía no existe en España [16].
Pero el proceso de internetización que estamos
sufriendo desde hace cinco años adolece de más contradicciones.
Algunas son paradojas técnicas, pero afectan
directamente la cultura Internet que se generará en nuestras sociedades.
La primera es cómo vamos a poder compatibilizar las
dos grandes obligaciones que nos hemos impuesto. La primera, considerada un derecho, es el
acceso universal, para todos los ciudadanos, vivan donde vivan, sea cual sea su clase
social, a Internet. La segunda es la necesidad de competencia para que el sector funcione
y las tecnologías se implanten con el menor coste social. ¿Cómo es posible
compatibilizar esta contradicción? Es decir, ¿Fomentar la competencia y al mismo tiempo
conseguir el acceso universal sin ahogar al sector obligándolo a llevar infraestructuras
allí donde no es rentable? Lo más terrible es que cuando esta contradicción no se
resuelve, siempre sale perjudicada la misma parte. Lo estamos viendo ahora mismo con la
suavización de las obligaciones que se habían impuesto a las operadoras de cable de este
país quienes, viendo la imposibilidad de cumplir con las expectativas exigidas, que eran
llegar a todas partes, han reclamado y conseguido que se las libere de tal carga.
La segunda contradicción o paradoja tiene mucho que
ver con esto último. Me refiero a la ya mencionada concentración. Estamos arriesgando el
objetivo de conseguir acceso universal en aras de beneficiar la competencia pero ésta,
por el momento, lo que ha traído en primer término es una concentración del sector como
no se había visto en ningún otro escenario.
Si a la posición de debilidad del consumidor frente
a los exmonopolios históricos le añadimos la penetración de estos en Europa en el
sector de los contenidos, más allá de las infraestructuras o la fabricación de
equipamientos que parecía ser el escenario natural de las operadoras de comunicaciones,
nos encontramos con un porvenir, como mínimo, preocupante.
La poca capacidad de reacción de nuestro país, en
este sector, es además notoria. Se podía leer estos días en los periódicos un dato de
lo más transparente al respecto: el de la dependencia tecnológica. Mientras que los
Estados Unidos ingresan cuatro veces más de lo que pagan en concepto de royalties por
patentes, nuestro país tiene un déficit tecnológico de un 80 por ciento al respecto. Es
decir, solo el 20 por ciento de los pagos por derecho de explotación de patentes quedan
cubiertos por los ingresos [17]. La causa es bien sencilla: aquí no invertimos en
investigación.
Así las cosas, ¿cuál es el esbozo de cultura
digital que se puede dibujar con estos parámetros? Ciertamente uno de lo más limitado.
Somos tecnológicamente dependientes del exterior. Somos un país con poca tradición
emprendedora. Hemos vivido hasta ahora en un modelo de exmonopolio dominante favorecido
por una liberalización que ha limitado, inicialmente, en lugar de ampliado, el acceso a
las infraestructuras. Y somos un país con una de las penetraciones de ordenadores
personales más baja de la Unión Europa (20 por ciento cuando la media europea es del 25
por ciento) [18].
España está a la cola de Europa en tecnologías y
muy alejada de los primeros puestos en los índices que miden el desarrollo tecnológico
de los países, como el Indice de la Sociedad de la Información de IDC (International
DataQuest), donde ocupamos el lugar 24 de 55 estados, o el Índice de Comercio
electrónico de la Economic Intelligence Unit, donde ocupamos el puesto 21 en una lista de
60 estados. Y eso que somos la décima potencia económica mundial. Aunque la mejor foto
de nuestro poco peso específico en Internet lo vemos en el propio uso del castellano en
la Red. En Internet el castellano es la sexta lengua en uso [19].
Todos los monopolios se han demostrado nefastos a la
larga. Sin ir mas lejos estos días podemos leer las terribles consecuencias que tuvo la
creación de uno de los primeros monopolios tecnológicos que existió, el de IBM y sus
tarjetas perforadas a principios del siglo pasado. Sin la tecnología de IBM los nazis
jamás habrían podido censar, ni descubrir ni aniquilar con tanta precisión, a la
población judía de Europa. El libro de Edwin Black [20] demuestra que fue la posición
de monopolio y poder de IBM en ese sector la que le permitió colaborar con los nazis y
mantener esa colaboración a pesar de todos los impedimentos. Aunque este sea un caso
extremo, nos muestra las cotas alcanzables en situación de poder comercial absoluto y nos
recuerda que los monopolios pueden llegar a ser muy perjudiciales. Sin embargo, los
procesos de liberalización limitados o mal planificados pueden acabar siendo igual de
nefastos, puesto que también dejan en gran desamparo a los ciudadanos.
Y no podemos olvidar que los que marcan el ritmo del
progreso tecnológico no son los laboratorios de investigación, ni las necesidades
sociales ni los gobiernos. Los que marcan el ritmo del progreso tecnológico son las
empresas, sus estrategias y sus políticas empresariales. El desencanto que ello pueda
generar en las sociedades se está empezando ya a notar. Y es que las amenazas son muchas:
por ejemplo la discriminación tecnológica entre los que tengan acceso de banda ancha y
los que no, o las concentraciones hiperbólicas creadoras de monopolios globales con
tentáculos en todos los niveles de la sociedad y con el consiguiente poder de presión, o
incluso el inminente desabastecimiento eléctrico con que se nos amenaza fruto de un
intensivo crecimiento y de otra privatización en ciernes, la de las eléctricas.
Y el desencanto puede aumentar a medida que crezca la
brecha digital.
En este país estamos acostumbrados a ir rezagados
con respecto a Europa y a Estados Unidos. Sin embargo, ir rezagados en la era
informacional puede abrir la mayor brecha de todos los tiempos.
El reto al que nos enfrentamos no es poco: conseguir
no perder el tren de las oportunidades ofrecidas por los nuevos descubrimientos
tecnológicos y, al mismo tiempo, evitar al menos la total mercantilización de lo mejor
que tienen nuestra civilización: su cultura. Que las redes electrónicas estén
controladas por pocas y muy poderosas compañías comerciales globales, como las denomina
Rifkin [21],
que no sólo dominan las infraestructuras sino también gran parte de los contenidos sólo
puede llevar a la banalización, a la trivialización, y a la frivolización de las
experiencias culturales de los ciudadanos, puesto que esto y no otra cosa es lo que se ha
demostrado otorga beneficios y cuotas de mercado mayúsculas.
Las enormes oportunidades y ventajas que desata la
era digital no deberían ocultarnos la otra cara de la liberalización y la convergencia.
Muchas gracias.
NOTAS
[1] Castells,
Manuel: La era de la información, Alianza Editorial, Madrid 1996, 2000.
[2] Es
de interés aquí la lectura de "Is there a third way for the Internet in
Europe?", de Erkki Liikanen, para el Global Internet Summit celebrado en Barcelona,
mayo 2000.
[3] Para
un buen resumen de la historia de las telecomunicaciones en EE.UU (y Canadá) ver:
"La reforma de las Telecomunicaciones en América del Norte" de Ana Luz Ruelas,
Stephen D. Mcdowell y Martin R. Dowding, publicado en Estudios de América del Norte,
la revista electrónica semestral de la Maestría en Estudios de Estados Unidos y Canadá
de la Facultad de historia de la Universidad Autónoma de Sinaloa, México, volumen I,
número 1, noviembre de 1999.
[4] El
Departamento de Comercio de Estados Unidos envió una nota de prensa y un documento de
trabajo a la Dirección General de la Sociedad de la información ("El Acceso
desglosado al bucle local"). Ambos textos están disponibles en: http://www.aui.es/biblio/documentos/bucle/usa-dc-bucle.htm#documento.
A su vez, la comisión europea publicaría a continuación el siguiente documento:
"Unbundled Accesss to the local loop: Enabling the competitive provision of a full
range of electronic communication services including broadband multimedia and high-speed
Internet", Bruselas 26-4-2000, disponible en: http://europa.eu.int/comm/dg04/liberalization/telecom/local_loop/com_2000_237_en.pdf.
[5] Oficina
de Publicaciones Oficiales de la UE: "Chapter 3: Economic Growth in the EU: Is a
a"new" pattern emerging?" en The EU Economy. 2000 Review. Luxemburgo
2000.
[6] Dirección
General de Asuntos Económicos y financieros: La situación de la economía de la UE en
el año 2000. Comisión Europea, Bruselas 2001.
[7] "Internet
en España: de nuevo a la cola", en Baquía: http://www.baquia.com/com/20010219/not00001.html.
[8] Según
Forrester Research y Doing.
[9] El
País: "Telefónica resiste la competencia en España", domingo 4 de marzo de
2001.
[10] Media
Metrix y Nielsen/Net Ratings, noviembre 2000.
[11] NetValue,
octubre 2000.
[12] NetValue,
octubre 2000.
[13] Una
de las diversas entrevistas en las que explica su visión está en: http://www.e-torrevieja.com/entrevista.asp.
[14] Almiron,
Núria: Cibermillonarios. La burbuja de Internet en España, Editorial Planeta,
Barcelona 2000.
[15] "Con
la deuda al cuello", en Baquía: http://www.baquia.com/com/20010219/art00020.html
[16] En
marzo el 2001 todavía no existía en España una tarifa plana real para los usuarios
domésticos que se conectan a Internet mediante llamada telefónica local. Las únicas
tarifas planas reales en funcionamiento activo son en estas fechas las aplicadas a
tecnologías de banda ancha como el ADSL o el cable. El resto de tarifas, de consumo con
conexiones de banda estrecha, son todavía onduladas (de horario restringido o con límite
de tiempo mensual).
[17] El
País: "La escasa inversión en investigación dispara el déficit tecnologico
de España un 21%", lunes 5 de marzo de 2001.
[18] "European
& US Internet usage", NetValue, marzo 2001.
[19] Según
Vilaweb: http://www.vilaweb.com
[20] Black,
Edwin: IBM y el Holocausto. La alianza estratégica entre la Alemania nazi y la más
poderosa corporación norteamericana, Editorial Atlántica, Mexico-Buenos Aires 2001.
[21] Rifkin,
Jeremy: La era del acceso. La revolución de la nueva economía, Paidós, Estado y
Sociedad, Barcelona 2000. |