El tesoro de nuestra lenguaCinco siglos de
diccionarios del español reunidos José Antonio Millán |
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Real
Academia Española
Página de la Academia dedicada al Nuevo Tesoro: |
Sebastián de Covarrubias, autor de uno de nuestros primeros diccionarios (1611), definía así tesoro: "Es un escondidijo y lugar oculto do se encerró alguna cantidad de dinero... de tanto tiempo atrás, que dello no avía memoria ni rastro alguno". En el primer diccionario de la Academia, el de Autoridades (1739) ya se registra el sentido de "depósito, suma o compendio de noticias, o cosas dignas, y estimables". Esta definición se mantiene en todos los diccionarios académicos, hasta que en el de 1884 se precisa: "Nombre dado a ciertos diccionarios o catálogos de palabras, con definiciones o noticias útiles y curiosas". ¿En qué biblioteca he encontrado y recorrido semejante conjunto de obras lexicográficas? En mi propio ordenador, gracias a la confluencia de dos factores: el DVD (que multiplica por 10 la capacidad del CD-ROM), y la indización de la obra, que permite preguntar por cualquier palabra ("lema") y llegar a la columna que la contiene, en todos y cada uno de los diccionarios que la albergan. Este Tesoro agrupa sesenta y seis diccionarios, lo que supone prácticamente la totalidad de las obras de importancia para nuestra lengua, de la primera a la última, tanto las editadas por la Academia como las demás. Las obras aparecen en imagen, o facsímil electrónico: es decir: podremos hojear las páginas, pero no rastrear automáticamente la presencia de determinada palabra en el interior de las definiciones. Es un conjunto ingente (más de 150.000 imágenes) en el que hay que lamentar la baja calidad de ciertas imágenes en obras modernas y propias, como la última edicion del diccionario académico. Este conjunto de diccionarios del español no atenderá sólo a las necesidades de los aquejados de lexicomanía ("Furor desatentado por la investigación del origen y de las derivaciones de las palabras", según Ramón Joaquín Domínguez en su Diccionario Nacional, 1853). El español es la única lengua de importancia que carece de un Diccionario histórico que suministre datos tanto a lingüistas como a estudiosos de la sociedad, de la historia o de la evolución de las ideas. En el camino hacia esta obra se encuentra sin duda este Nuevo Tesoro, cuya necesidad fue sentida ya hace tiempo: en 1957 Samuel Gili Gaya comenzó la edición ¡impresa! de un proyecto que tituló Tesoro lexicográfico 1492-1726, y que quedó sin terminar. La fecha de la inclusión de una palabra en un diccionario, su definición, o los cambios que experimenta, son todos datos preciosos para conocer el surgimiento o la recepción de una palabra, y de ahí el interés del anterior director de la Real Academia, Fernando Lázaro Carreter, por disponer cuanto antes de este útil instrumento. El programa informático adolece de cierta opacidad y lentitud en servir las imágenes. No se pueden exportar digitalmente que yo haya visto las útiles listas de lemas con los diccionarios en que aparecen: sólo imprimirlas. Alguna frase de diálogo con el usuario es poco afortunada: "El resultado de la consulta produce demasiadas ocurrencias". Los estudios sobre el español están de enhorabuena con la edición de esta obra, buena demostración de a qué puede llevar la confluencia de viejas tareas (conocer no sólo nuestra lengua, sino el modo en que las generaciones anteriores la han ido estudiando) y de técnicas nuevas. |
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Publicado originalmente en El País, mayo del 2001 |
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