Campaña
sobre iluminación religiosa

Comunicaciones recibidas

 

 

para contacto:
portada arroba jamillan.com

1x1c3.gif (41 bytes)

una colmena de luciolas que inflama los sentidos del olfato, del oído y de la vista

El bosque vivo de Ramos

 

VELANDO VELAS

por Salvador Ramos (desde algún punto de Andalucía)

"¿Vendrá la muerte, y soplará en mis ojos?"

Yo digo sí a las velas, yo digo sí al velamen, yo digo sí al velorio:

* Porque creo que no hay que confundir el progreso con la facilidad; la modernidad con la simplificación... y a mi pobre vista se ha pecado de pobre dejación implantando la retórica plana de la corriente alterna y el "electrotonus" en los lugares del ámbar, la resina, el óleo y la cera, amputando la carga simbólica acumulada durante siglos en los velorios de culto y devoción: si nos remontamos a los textos iniciáticos -la identidad, ya se sabe, siempre ligada a los espacios fundadores, a las metáforas de origen-, baste citar, al paso, aquella fantástica alegoría de la Biblia en la cual se identifican los regalos del Altísimo con las abejas que fueron a construir su panal y elaborar su chozario de cera y destilar su miel justo sobre la carcasa al sol, el esqueleto/osario de un león.

** Porque no me identifico en las bombillas. La corriente eléctrica me resulta demasiado explícita. Las velas, en cambio, me hablan precisamente desde lo que velan; me dicen mas por lo que ocultan que por lo que revelan. ¡Un atril cargado de velas crepitantes es un bosque vivo, una colmena de luciolas que inflama los sentidos del olfato, del oído y de la vista¡ ¡Ritos y susurros¡ ¡Suya es la fuerza mistérica y antigua de la llama¡

*** Porque la vela en llama viva reacciona si le soplas; te responden, titilan, se quiebran y modulan al entrar en contacto con tu aliento: te prueban, pues, que estamos vivos, todavía. El suyo es un reposo "en vela"; una atenta espera, un silencio solidario, un diálogo interactivo.

**** Porque la vela alumbra por su propia cera. El pabilo es un hilo que se toca los extremos, se retuerce, se entizna, se anihila. La bombilla se apaga, pero su fuerza queda intacta, se repliega a otra fase del cableado, a otro segmento de la instalación. Por cierto, uno no sabe nunca dónde acaba el humo. El humo -que deja traza, que imprime carácter- paradójicamente forma parte de los cables más fuertes que unen la tierra con el cielo; subrayando la condición vertical de lo sagrado.

Item más, hagamos constar que los aromas de la vela ardida nos patinan las alturas, nos visten lo invisible, nos dan cuerpo. El humo nos patina, decíamos. El voltio, en cambio, es pura asepsia, no deja boya, ni cerco, ni señal; ningún mensaje flotando: la abeja mecánica, el lobo con cara de pez, mister amperio, se interrumpe y -como Pilatos- se lava las manos: ¿alguien sabe cuándo duermen los peces?

***** La vela está ligada "ab ovo" a la cultura del mas allá. La bombilla pertenece a la técnica del más acá. La vela nos alumbra el corazón. La bombilla le habla al pensamiento. La vela pertenece al imperio de lo simbólico, resalta una emoción, acompaña a un deseo, expresa un rogatorio.

La vela une lo que la bombilla separa.

 

Tristes remedos en la catedral de Valencia

 

Aparte de adhesiones variadas (ninguna, tengo que decirlo, por parte del clero), quiero destacar otras reflexiones de interés.

En el aspecto teológico, el Doctor M., de Madrid, me señala el sentido de colectividad que tienen en la liturgia la cera y el aceite: la primera creación de muchas abejas, y el segundo salido de numerosos frutos. De este modo (dice) se simboliza la unión del Pueblo de Dios.

La científica social S., de Barcelona, recalca el aspecto sacrificial de la vela, o del vaso de aceite, que se consumen al estar encendidos, frente a la permanencia de la lámpara eléctrica.

Creación: 24 de junio del 2002

Última versión 3 de enero del 2003

salida