Guillermo Pérez Villalta, Ornamentos. Galería Carlos Lozano, Cadaqués (Gerona). 1 de julio al 31 de agosto de 1998 |
El
mundo secreto
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Colgante Muevevidas en
forma de cinta de Moebius, con la leyenda (empiécese a leer por donde se guste): "ESTOY DENTRO O ESTOY FUERA CUANDO EN MI PENSAMIENTO ENTRO PARA MIRAR FUERA ENTONCES". Plata. |
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Colgante Vellocino. El anillo lleva el lema
Brazalete de los Luchadores. |
De entrada, unas palabras sobre el continente:
la Galería Carlos Lozano cumple ahora 20 años, y esta noticia, que para cualquier
galería sería un acontecimiento, para una establecida en un pueblecito de la costa con
clientela forzosamente estacional es todo un logro. Desde Duchamp en los primeros
años hasta Pérez Villalta, muchos artistas contemporáneos han pasado por aquí,
incluyendo nombres de primera línea, como Miguel Condé o Pat Andrea. Carlos Lozano comenzó en el
entorno de Dalí, y cuenta cómo el artista le preguntaba en los primeros momentos de la
galería: "¿Com và la botiga?" (¿cómo va la tienda?). Lozano se exasperaba
al principio con semejante etiqueta, pero ahora, más calmado, reconoce todo lo que de botiga
hay en el ejercicio galerístico. Las joyas de Pérez Villalta fueron elaborados por el artista durante años como ejercicio semiprivado, hasta ahora, cuando la producción de Galería Senda y Dos i Una las ha sacado a la luz. Además de su actividad pública, bien conocida, Guillermo Pérez Villalta ha jugado con frecuencia con realizaciones para sí mismo y para sus amigos (la enseña y el interiorismo de una tienda, el plan de un jardín ) De esta veta han surgido estos ornamentos luego volveré sobre ese nombre, que reelaboran el mundo clásico y de figuración que se ha convertido en su sello personal. En los últimos años no han faltado ejemplos de interesantes creaciones de joyas entre nosotros: Paloma Canivet, Chus Burés o Mercé Girona, por ejemplo, lo que demuestra que nuestros jóvenes artistas han elegido con todas sus consecuencias la continuidad en una tradición muy antigua, y situada en esa difícil zona limítrofe entre artesanía y arte. Los objetos ornantes de Pérez Villalta no provienen de un aggiornamiento juguetón de la tradición joyera (como las de Burés), ni tienen raíces escultóricas (como las de Canivet o Girona), sino que beben directamente de las fuentes clásicas literarias e iconográficas, lo que las sitúa en un puesto próximo a la reelaboracion renacentista que brilló en la orfebrería y la lapidaria. Naturalmente, como fruto de un artista de finales de este siglo, no eluden la mirada irónica o transtextual, y en ella está parte de su fuerza. El mundo propio del artista aparece aquí tanto en la manera gráfica (transplantada al relieve) como en los temas y guiños: lo mitológico, lo homoerótico, el juego de perspectivas, lo mágico y ritual. Todo ello le sitúa paradójicamente cerca también de la apropiación que efectuó el modernismo (y muy concretamente en lo ornamental) sobre temas y modos clásicos. Por fortuna, Pérez Villalta se ha explicado sintética pero eficazmente respecto a sus propios contenidos e intenciones en esta serie de ornamentos. Por ejemplo, la elección de este nombre frente al de joyas, que es la opción más extendida, evoca un interés por el rito, por la persecución de un efecto con el que han sido realizadas (y por tanto, con el que deberían llevarse). Este afán de trascendencia ya no emana, ¡ay!, de la materia prima preciosa que se ha trivializado, ni de la imaginería que debe contarse a un mundo que la ignora, ni de la realización por más bella y preciosa que sea sino de ese otro elemento inseparable del artista contemporáneo: su palabra (en el doble sentido de su explicación, y de su compromiso). Lleva estos objetos (parece prometer Pérez Villalta), con la conciencia con que han sido creados, y obrarán en ti las maravillas que obraron en tiempos menos descreídos. Y por fortuna, unos materiales accesibles (plata, bronce con pátina), unas tiradas adecuadas y unos precios sensatos permitirán que la magia se extienda |