Arte en las redes

José Antonio Millán

 

Presentado en la mesa redonda "Arte en las redes", en ART FUTURA, 19 de octubre de 1995, con Derrick de Kerckhove, Roy Ascott y Carl Loeffler.

Derrick de Kerckhove se formó en Lengua y Literatura francesa. Es director del Programa McLuhan de Cultura y Tecnología en la Universidad de Toronto (Canadá). De hecho, trabajó más de diez años con Marshall MacLuhan, un pensador cuya actualidad es asombrosa. La revista CyberStage de su ciudad le representaba hace poco bajo la figura de un volcán humano, con la cabeza humeante, y una inscripción poco tranquilizadora: "La mente en erupción de Derrick de Kerckhove". Y es cierto: es difícil ver un tema sobre el efecto social de las nuevas tecnologías que él no haya tocado, de la televisión a la Web. Ultimo libro: The skin of culture.

Roy Ascott vive en Bristol (Inglaterra). Tiene una sólida formación en pintura, trabajó sobre Cezanne y tiene gran experiencia en educación artística. Combate "la idea falsa de que, como la producción del artista es de naturaleza visual, el elemento cardinal de su formación debe ser la atención prestada a lo visual. El artista debe mirar, evidentemente, pero al tiempo hace falta que piense". Fruto de esta idea es su implicación en las nuevas tecnologías. Ya en 1963 expuso en el "Centro de arte cibernética". En 1983 creó un proyecto de creación literaria telemática de un cuento de hadas planetario, La plissure du texte.

Carl Loeffler vive en San Francisco (Estados Unidos). Dirige los proyectos de telecomunicaciones y realidad virtual en el Studio for Creative Inquiry, de la Carnegie Mellon University, Pittsburgh, y participa en una galería de arte electrónico en San Francisco. Coeditó con Roy Ascott un número famoso de la revista Leonardo: Connectivity. Art and Interactive Telecommunications. Como especialista en realidad virtual distribuida, su proyecto más famoso es Virtual Polis.

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Lo que verdaderamente es arte son las redes en sí mismas. Voy a empezar con un ejemplo que viene de un campo sólo aparentemente distante: la literatura.


[Un personaje propone un ejercicio sobre la Guía oficial dos caminhos de ferro de Portugal (guía de ferrocarriles)]

Fíjense bien: en este mismo momento el tren 125 corre entre las estaciones de Mealhada y Aguim. El tren 324 va a arrancar de la estación Torres Novas, falta exactamente un minuto, en realidad mucho menos. El 326 está entrando en Sonzelas, y en la línea de Vendas Novas, el 2721 acaba de salir de Quinta grande. ¿Ustedes van viendo, no? [...]

Montones inabarcables de trenes cumplen exactamente sus horarios. Y después, poco a poco imaginar todos los trenes de España, de Italia, todos los trenes que en este momento, las dieciocho y treintaydós, están en algún sitio, llegan a algún sitio, se van a algún sitio. [...]

El ejercicio sirve para otras cosas. ¿Han pensado en los dibujos? Si en este mapa de Portugal marcamos todos los puntos donde hay un tren a las dieciocho treinta, puede ser interesante ver qué dibujo sale de ahí. Variar de cuarto en cuarto de hora, para apreciar [...] cómo el dibujo se altera, se perfeciona o se malogra. [...] no estoy lejos de pensar que un día veré nacer un dibujo que coincida exactamente con alguna obra famosa, una guitarra de Picasso, por ejemplo. Si esto ocurre tendré una cifra, un módulo. Así empezaré a abrazar la creación desde su verdadera base analógica, romperé el tiempo-espacio, que es un invento plagado de defectos.

Julio Cortázar, Los premios (1960)

Bien: en gran medida aquí estamos hablando de romper el espacio-tiempo.

Hay que advertir que la fascinación por los espacios mentales de las guías de ferrocarriles no es exclusiva de Cortázar, sino que ha alcanzado a un tecno-optimista como Nicholas Negroponte.

Hay el peligro de que con la expresión arte en las redes ocurra algo como con lo de "arte por ordenador", de hace veinte años. Recuerden: nunca se ha hablado de "arte por pincel", o de "arte por bolígrafo". Sin embargo sí que existía el "arte por correo", el mail art. El medio, aquí, sí que tiene una importancia básica.

La cuestión es que en las redes está emergiendo realmente un nuevo tipo de interactuación de las personas entre sí, y de éstas con el medio. Al hablar de las redes --aclaro--, normalmente hablamos de la red por antonomasia, Internet, y más concretamente de la Telaraña mundial o Web.

En un sentido se puede hablar de la entrada del arte —en sentido clásico— en las redes, cuando en 1993 se pusieron las primeras imágenes del Louvre en la Web. Pero esto sólo es parasitismo, aprovechar el prestigio cultural de una forma preexistente, y cambiarla de frasco, por así decir.

Lo que es más interesante no es "bombear Arte en las redes", en expresión de Roy Ascott [1], sino ver cómo estas contribuyen a crear el fenómeno artístico. Y aquí hay que detenerse brevemente para ver de qué arte estamos hablando. Por fortuna, a fines del siglo, ya debería ser evidente para todos que arte es literatura, y música y artes plásticas, pero también ese espacio amplísimo de creación y de interacción que inauguró quizás Marcel Duchamp, y que es el arte conceptual. Precisamente de todas las categorías preexistentes es aquí donde mejor se ajusta el arte emergente en las redes.

El arte en las redes tiene las características de conectividad e interactividad del medio, y se beneficia de la posibilidad de crear construcciones acumulativas, que se van formando por la actuación de las personas que intervienen. También permite actuar sobre el entorno, ya sea sobre los otros participantes de las redes, o sobre un entorno simulado, de realidad virtual (como el proyecto de la ciudad de Carl Loeffler). También posibilita que el entorno actúe sobre los participantes, como en los proyectos que sitúan sensores en lugares determinados, para informar sobre los cambios que se producen (en el fondo, una versión elaborada de la guía de ferrocarriles de Cortázar).

Mediante la conexión telemática se puede construir una obra literaria cooperativa, como el cuento de hadas planetario, La plissure du texte de Roy Ascott. Este tipo de obras son herederas de los cadáveres exquisitos surrealistas, o de las obras del Taller de literatura potencial OULIPO: ha habido arte de redes antes de Internet.

Pero vale la pena contemplar más de cerca un típico producto de arte en la Web: THE FILE ROOM, del artista catalán Antonio Muntadas y la Randolph Street Gallery. Muntadas proviene del video arte. Este sitio de la Web funciona desde hace un año y se dedica a reunir datos sobre actos de censura: entendiendo por censura "el proceso por el que personas en el poder suprimen información, tratando de ocultar imágenes, sonidos o palabras".

The File Room es una base de datos interactiva, que da acceso a casos de censura según su época, según el lugar donde tuvieron lugar, o según el tipo: por ejemplo, censura relacionada con la raza, con las creencias religiosas, con los desnudos, etc.

El proyecto se inició con un conjunto de artistas y estudiantes de arte que trabajaron de forma casi gratuita para reunir un conjunto de casos inicial. A partir de ahí han sido las colaboraciones de las personas que han accedido al sitio de la Web las que han ido incorporando más materiales, hasta constituir la "escultura social" que es el Archivo: una obra multidimensional en la que "la tecnología interactiva se utiliza para añadir nuevos puntos de vista, completar las lagunas informativas, desafiar las nociones de autoría, y reflejar voces y opiniones directas". Está encabezado por la siguiente advertencia: "Este proyecto no pretende el papel de una biblioteca, una enciclopedia o ni siquiera un editor. No reclama ninguna autoridad erudita, editorial o científica, pero en vez de ello propone métodos alternativos de recopilación de información, procesamiento y distribución".

Hay una extraña sensación con Internet: como señala el proyecto The File Room, "por el momento la red es un sistema libre para el diálogo y la información". Esta situación es algo absolutamente anómalo en el mundo contemporáneo: !un medio de comunicación libre! Pero esta situación podría cambiar en cualquier momento, y en cualquier momento podría surgir la censura.

Entre los cientos de casos que se agolpan en el archivo virtual hay de todo: desde la censura bíblica del emperador Justiniano hasta la condena de Galileo. La inquisición española —no hay ni que decirlo— está muy bien representada. Pero también se leen casos contemporáneos, como éste:


Hay proveedores de Internet que escogen a qué newsgroups de Usenet pueden acceder sus clientes y a cuáles no. [Estos newsgroups constituyen uno de los mayores tablones de anuncios electrónicos del mundo]. Concretamente, no dejan acceder a la mayor parte de los alt.*, --que contienen las imágenes eróticas y temas alternativos-- y a otros muchos. La censura acecha en cualquier punto del curcuito.

Por eso The File Room es no sólo una obra de arte en la red, sino una obra de arte sobre temas que afectan vitalmente a la red, y una obra creada por la misma red.

Quienes creemos que el arte no es sólo un reflejo del mundo, sino algo que lo transforma podemos ver en este proyecto y en otros muchos a lo largo y largo de las redes, auténticas obras de arte.

 

Esta fue la URL primitiva de The File Room (hoy inactiva)

Connect-Arte es una revista por línea que presta gran atención al arte en las redes

La página de Zush no hay que perdérsela

[1] Prix Ars Electronica 1995, Hannes Leopoldseder y Christine Schöpf (Eds.), Austria

 

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