Vallcarca muere

03 marzo 2010 13:30

Encaramado por la montaña del Carmel, el barrio de Vallcarca era un conglomerado de casitas, villas, torres. En una de ellas vivió el compositor Arnold Schönberg entre 1931 y 1932, en el número 20 de la Bajada de Britz, y allí compuso parte de su ópera inconclusa Moisés y Aarón.

El poeta Juan Eduardo Cirlot tuvo conocimiento de este hecho, y en el año 1956, acompañado de algunos amigos (entre los que estaba Antoni Tàpies), subió a colocar una lápida alusiva en esa casa. Lo recuerda la hija del poeta, Victoria Cirlot quien, con fotografías de Manuel Armengol y textos de su padre compone el precioso libro Cirlot en Vallcarca (Barcelona, Alpha Decay, 2008).

Pues bien, ese barrio, antiguo destino de veraneantes alejado de la ciudad, ese "sublime barrio de Vallcarca", "insuperable gueto espiritual" para Cirlot, ha empezado su desaparición. La historia es conocida (y más en Barcelona): primero el barrio se abandona. Las casas no se rehabilitan. El Ayuntamiento deja los adornos colgados de navidad a navidad (arriba). Los okupas empiezan a habitar las casas vacías.

 

Se derriban las viejas torres, llenas de encanto, con sus jardines melancólicos, para elevar horrores modernos donde meter diez, veinte veces el número anterior de habitantes.

No es cuestión muchas veces de joyas arquitectónicas (aunque también las haya): son exponentes de formas de vida, pedazos de nuestra historia, porciones irrecuperables de vida.


Vallcarca es un barrio goloso para la especulación: súbitamente se ha vuelto céntrico (al menos en relación a su situación anterior), y tiene un metro a la puerta. Es, además, lugar de paso en el ascenso o la bajada de turistas del Parque Güell: para la mirada clasista y pacata de nuestros ediles, era una vergüenza que había que erradicar, y de paso hacer negocio. Están en ello...


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EL futuro del Boadas

29 enero 2010 19:06

Foto Com2bcn

Leo hoy que ha muerto el marido de Dolors Boadas. Dolors, alma del bar Boadas, es la hija del fundador del local, Miquel Boadas Parera, quien lo inauguró el 24 de octubre del año 1933. Era hijo de emigrantes catalanes y fue barman en el Floridita de La Habana.

El bar está en un local alquilado, y hace un año el Ayuntamiento intervino para evitar que fuese a parar a otras manos. Ahora la cuestión es peor: la amenaza de la desaparición física de quienes lo han llevado las últimas décadas.

El Boadas es un bar decó como no hay muchos en el mundo. Su desaparición sería una tragedia para una ciudad que quiere ser la capital del diseño: es toda una muestra de arqueología de un estilo y de una forma de vida, pero arqueología viva e integrada en el pulso de la ciudad actual.

Sin embargo, enclavado en el arranque de esas Ramblas prostituidas por el turismo, el Boadas puede perecer: ocupado por una franquicia, o convertido en otra cosa, como un cascarón más. Pero los barceloneses queremos que siga siendo lo que es: un bar acogedor y en el que se respira el ambiente de otra época, aunque forma parte de la vida de la ciudad.

Un puñado de profesionales de la coctelería han trabajado en el local los últimos tiempos: con su concurso podremos mantener viva esta obra del diseño y de las personas.

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El caparazón

17 enero 2010 14:02



A veces hay coincidencias curiosas, que hablan de vivencias comunes. Es el caso de este blog (o, mejor dicho, la sección de la web que le precedió), titulado La destrucción de Barcelona y del libro de Juan José Lahuerta Destrucción de Barcelona, publicado por Mudito & Co en el 2004 (segunda edición del 2005).

Se trata de un precioso librito que toca temas vitales del universo de la ciudad. Lo recordé hace poco al reencontarme en Via Laietana con un edificio vaciado, ahora ya prácticamente rehecho.

Decía Lahuerta:
En el colmo del cinismo, de muchas de esas casas demolidas se han conservado las fachadas. Fachadas al aire: podríamos creer, por ejemplo, que estamos viendo ahí las pieles de la ciudad, convertida toda ella en un Bartolomé [...] Esas fachadas, en verdad, son como sus caparazones [de crustáceos]  después de que haya sido sorbida su carne, aspirado todo lo blando y jugoso, suculento, sustancioso, que tenían dentro. Las manzanas, los bloques y las casas de algunos barrios de Barcelona han sido vaciados también de esa carne y esos jugos de que está hecha, al fin y al cabo, la vida, una vida atesorada por el tiempo, acumulada (pág. 15).


San Bartolomé. Miguel Ángel Capilla Sixtina

 Sí: hay una curiosa tendencia en Barcelona a sofocar la vida, desplazarla, hurtarla. Y estas cáscaras vanas son un buen ejemplo.

Creo que han hecho un hotel.




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Caspolino

06 septiembre 2009 18:46


Escribí hace años sobre el Caspolino, cuando lo cerraron. Hace pocos días pasé por la plaza y vi que habían derruido por fin el pequeño edificio... cuatro años y medio después de su cierre.

Entonces recordé que Carles Pàmies me había hecho llegar un video del último día de funcionamiento, y me pareció una idea buena recuperarlo. Helo aquí...

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