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Jesús M. González-Barahona

Hacia nuevas formas de producción y difusión del conocimiento

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Es habitual considerar a las Universidades como núcleos del conocimiento. En gran parte del mundo la sociedad ha confiado históricamente en ellas para producirlo y difundirlo. Sin embargo hoy día, cuando tanto se habla de la sociedad del conocimiento, cada vez se restringe más el acceso a ese conocimiento. Las Universidades, en muchos casos, se vuelven muy cuidadosas con la información que difunden sin cobrar por ella, y cada vez es más complicado acceder a muchas de sus producciones intelectuales. Aunque en su comienzo Internet parecía la herramienta definitiva en cuanto acceso libre a la información, lo que ocurre hoy día es justamente lo contrario: el acceso a esta información está hoy más restringido que ayer, y menos que mañana. Y el mundo universitario no es una excepción, sino un abanderado en esta tendencia.

Con este entorno, iniciativas como el proyecto OpenCourseWare del MIT pueden estar señalando un cambio de tendencia, o al menos una muestra de que es posible otra realidad. En lugar de esconder y dificultar el acceso a la información proponen publicar para todo el mundo, con costes despreciables para el receptor, el material docente que utilizan en sus cursos. Y este podría no ser más que el primer paso hacia una nueva forma de producir y difundir conocimiento.

El proyecto OpenCourseWare

Hace unos meses, el Massachusetts Institute of Technology (MIT) anunció el proyecto OpenCourseWare (OCW, que en traducción libre podría significar algo así como "material docente libre''). Desde octubre está disponible el resultado de la primera fase del proyecto, que incluye el material docente de unos cuantos cursos. En cuatro o cinco años se espera que el material usado por los alumnos de unos 2.000 cursos (la práctica totalidad de los que ofrece el MIT) esté publicado en Internet sin ninguna restricción de acceso, y preparado para ser consultado libremente. El proyecto, financiado en parte por fundaciones, no pretende ofrecer cursos a distancia o enseñanza no presencial, y no tiene vías directas de retorno económico. Al menos a primera vista es un ejercicio desinteresado de promoción del conocimiento.

Sólo el tiempo dirá lo que supone esta publicación masiva de la documentación utilizada en los cursos de una institución tan prestigiosa como el MIT. Pero se puede hacer algo de futurología. Por ejemplo es previsible que el material del MIT se convierta en referencia obligada para cualquier curso similar en cualquier Universidad del mundo. La calidad del material que elaboren los profesores de esos cursos se medirá, necesariamente, frente a la que se puede conseguir libremente en Internet. Quien no quiera seguir enseñanzas formales, pero esté interesado en los temas cubiertos por OCW, tendrá a su disposición gran parte de la información de que dispone quien se matricula en el MIT. Por supuesto, no dispondrá del resto de ventajas al alcance de los alumnos presenciales (entre ellas, el contacto personal con el profesor y los demás alumnos). Pero la diferencia no será tan grande como lo era antes de que existiese este proyecto.

Los responsables de OCW lo ven como una forma de compartir el conocimiento y de contribuir efectivamente a su difusión. También de ayudar a la mejora global del material que se usa en la educación superior. Hasta cierto punto, es la manera en que utilizan las tecnologías del siglo XXI para cumplir las metas que tienen como centro difusor del conocimiento. Y como tal, este proyecto merece especial atención, y más en una coyuntura como la actual, donde muchas instituciones educativas están tomando exactamente el camino contrario: limitar lo más posible el acceso a su producción científica y académica, con la idea de conseguir ingresos por la venta de derechos de acceso a ella, de forma directa o indirecta.

Naturalmente, es de esperar que el MIT obtenga importantes beneficios de esta iniciativa, aunque sólo sea en términos de imagen. Pero en cualquier caso, parece claro también que va a suponer un fuerte impacto sobre el sistema de educación superior, y especialmente sobre los estudiantes universitarios en todo el mundo.

Pero esto es sólo el principio

Y sin embargo, con todo lo novedoso que es OCW, podría ser sólo el principio de una nueva tendencia, de un viento nuevo en el entorno universitario. Por primera vez desde que tenemos tecnologías masivas de difusión del conocimiento, el coste de reproducción y transporte de la información a casi cualquier parte del mundo es prácticamente cero. Seguimos teniendo costes altos relacionados con la producción, compilación y organización de este conocimiento, y con su conversión en material educativo. Pero una vez que un material dado está en un formato utilizable por el alumno, las diferencias de coste entre hacerlo accesible para unas decenas de alumnos, o para centenas de millares, es mínima. OCW muestra una forma inteligente de aprovechar esta situación para cumplir con la meta de difundir el conocimiento. Pero aunque por ahora es una de las que más impacto ha causado, ni es la primera, ni será la última.

El movimiento del software libre ha demostrado, en otro ámbito, las ventajas concretas de compartir el conocimiento sin trabas. Pero el modelo en que se basa el desarrollo de la mayor parte del software libre es más ambicioso. El conocimiento difundido no suele ser ``subproducto'' de una actividad principal (como lo es en cierta medida en OCW, donde la actividad principal es la docencia presencial). Además, los programas libres no sólo se difunden tal cual: también se garantizan permisos para reelaborarlos, modificarlos y mejorarlos (o empeorarlos). Son estos permisos lo que convierten habitualmente cualquier programa libre en obra colectiva. Y obra colectiva de un tipo nuevo, donde los autores en muchos casos ni siquiera se conocen...

Dados estos antecedentes, es inmediato preguntarse porqué no aplicar modelos similares a los del software libre en la producción de material docente. Igual que un programa, el material elaborado por un profesor para un curso cualquiera puede ser completado, actualizado y mejorado por otro profesor (o, en general, por otro experto en la materia con capacidad docente), en cualquier parte del planeta. A su vez, esta nueva versión puede ampliarse, contrastarse o editarse críticamente en otro lugar, quizás por un estudiante aventajado. Y todas estas modificaciones pueden ser coordinadas por el autor original, para producir un resultado que ya no es su obra, sino algo más.

Hoy día tenemos ya sistemas adecuados para empezar a explorar estas posibilidades. Herramientas como los wikis están ayudando ya a elaborar documentación mediante la colaboración entre grupos de autores dispersos por todo el mundo. Muchas bitácoras (weblogs) están incluyendo mecanismos que premiten a sus usuarios colaborar en la mejora colectiva de la información sobre un tema. La informática y las comunicaciones son potentes aliados cuando se trata de colaborar en la producción de información, y muchos modelos de producción académica que eran inimaginables cuando se usaba papel se convierten hoy en ejercicios triviales.

 

¿Y todo esto para qué?

Muchas Universidades se han convertido (¿quizás lo fueron siempre?) en lugares donde se raciona la difusión del conocimiento. En contra de su razón de ser, se procura que sólo el que paga tenga acceso a la producción académica. A veces, esto es algo que promocionan los profesores a título personal, pero cada vez más es la propia institución quien se esfuerza en rentabilizar económicamente cualquier difusión de conocimiento. Los argumentos son muchos, y probablemente muy razonables, casi siempre relacionados con la supervivencia de la Universidad tal y como la conocemos, siempre necesitada de recursos.

Pero en esta carrera por conseguir recursos, la Universidad está perdiendo al menos parte de su función social. Algunas iniciativas como OCW nos recuerdan cuál es al razón de ser que tiene el mundo universitario, y el que nos sorprendan dice mucho de lo lejos que se está habitualmente de ella.

Afortunadamente, el impacto de unas pocas iniciativas que aprovechen las tecnologías actuales puede ser enorme, debido al factor multiplicador que supone la publicación de material a bajo coste para poblaciones potenciales enormes. Por eso, OCW puede no ser más que el principio de una nueva forma de promover el conocimiento. Un primer peldaño de una escalera que nos lleve, escalón a escalón, hacia un nuevo estadio en la producción de conocimiento, hacia la colaboración y la difusión global de la educación.

En gran medida, aún nos empeñamos en producir y difundir conocimiento con los viejos medios que tan buenos resultados dieron cuando la tecnología disponible era la impresión en papel. Pero los medios que tenemos hoy a nuestro alcance nos permiten muchos nuevos modelos. Por ahora, casi sólo se están usando para restringir las posibilidades a lo que era norma en el mundo de la imprenta. Pero posiblemente estamos ya en el umbral de un nuevo mundo, en el que aprendamos a aprovechar toda esta novedad para diseñar nuevos esquemas y nuevas realidades que nos acerquen un poco más al ideal del conocimiento universal.

Referencias

 

Publicado en enero del 2003
Última modificación, 22 de enero del 2003

© 2002, 2003 Jesús M. González Barahona.
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