¡A por ellos!
José Antonio Millán
El año pasado se han comprado en nuestro país un millón de coches. Si tanta gente ha decidido financiarse un medio de transporte que alarga su jornada laboral en varias horas, en vez de exigir mejores servicios públicos, allá ellos. Pero este extraño concepto de la comodidad moderna no debería ser a costa de quienes andan a pie.
Por decirlo claramente: los peatones estaban antes. Ya es extraño que el Código de la Circulación dé preferencia al vehículo en cualquier situación no regulada, o que los pasos subterráneos dificulten el cruce de los que andan, a favor del de los coches; pero que los automóviles suban a las aceras, obturen las esquinas y se salten los pasos de peatones, es algo sencillamente inadmisible.
La reacción, por fortuna, ya ha comenzado: en algunos puntos de Italia el coche que dificulta el paso se encontrará esta pegatina: "Molesta". Entre nosotros se ven dos formas básicas. La patada es la respuesta del viandante ante el coche que no respeta su derecho de paso. Se realiza descargando el pie con fuerza sobre los cuartos traseros del vehículo agresor. Resuena muy fuertemente en el interior y, dada la calidad de la chapa, puede conseguir una buena abolladura. No plantea problemas éticos, porque siempre es de aplicación el principio de "Si está al alcance de mi pie, está donde no debía estar". El conductor suele seguir su marcha sin decir nada, señal de que ha entendido.
El sigo mi camino sólo pueden utilizarlo, por desdicha, los más jóvenes. Uno llega a la esquina para cruzar, y se encuentra con que no tiene sitio material para hacerlo. Con frialdad absoluta pone un pie en el guardabarros, se sube al capó, y atraviesa la barrera de lata como si tal cosa. Ancianos e impedidos prefieren descargar sus prótesis sobre alguna parte débil del vehículo (faros, retrovisor), y luego dar un penoso rodeo, pero ya con la respiración agitada, y un sentimiento de justicia.
Revisada la edicion en marzo del 2002
