Ladrones de tiempo

José Antonio Millán

Ladrones de tiempo

Un concepto nuevo amenaza con sumarse a la nutrida serie de recursos ideológicos con que se va cercando a los trabajadores: el "robo de tiempo". Quienes han acuñado el feliz término han sido expertos en seguridad industrial norteamericanos, y alude a lo que hacen los empleados que llegan tarde, toman mucho café o van demasiado a menudo al servicio. La solución es un control mucho más estrecho, y a este tema se acaba de dedicar una convención en Virginia (cuenta Emma Cook en el Independent). Una de las soluciones son las tarjetas inteligentes que actúan como llave de los torniquetes que franquean el paso a la cantina de la empresa, a los servicios, a la salida, o a otro departamento. Un sistema centralizado rastrea constantemente la situación de cualquier trabajador, con el pretexto, eso sí, de "localizarles si les llaman por teléfono". Pero además la informatización permite saber el número de pulsaciones en un teclado (y así medir la productividad), o controlar el uso del teléfono: el año pasado fue despedida una operadora de British Telecom porque sus llamadas tuvieron una media de 73 segundos en vez de los 60 estipulados.

Pero por fortuna ninguna propaganda eclipsará el hecho de que el mayor Ladrón de Tiempos es el sistema económico vigente. Acaba de aparecer en Inglaterra el libro The Time Squezze (que podríamos parafrasear como "la contraccion del tiempo"), escrito por el colectivo Demos. Sus datos son escalofriantes, y han provocado ecos en toda la prensa, empezando por un editorial en el Times: los cazadores-recolectores invertían (calculan los antropólogos) quince horas a la semana en ganar su subsistencia. Pues bien: desde hace una década la dedicación laboral no ha hecho más que subir, sobre todo en puestos directivos. Se calcula que en ese periodo los hombres han perdido un 4% del tiempo libre, y las mujeres un 10%: los adultos de Inglaterra gastan al año 900 millones de horas llevando a los niños al colegio; el tiempo necesario para la compra va camino de duplicarse, y también la longitud media del desplazamiento para ir a trabajar.

Aunque la jornada semanal alcance frecuentemente las 48 horas, la ética imperante parece ser que se extienda sin límite. En toda la prensa inglesa ha aparecido un anuncio de una compañía dedicada a incentivar a los empleados: la imagen es un edificio de oficinas, noche cerrada y todos los signos de actividad en el interior. Texto: "Aquí dentro nadie mira la hora". Puestas así las cosas, ¿quién está robando a quién?

El número de la bestia

Es frecuente que posiciones religiosas extremas presenten un claro tinte antitecnológico, pero más extraño es que encuentren pruebas que avalen su postura. Es lo que ha ocurrido con una secta presbiteriana fundamentalista, en el nordeste de Escocia, conocida como la "secta sin nombre". Han prohibido que sus niños vean la televisión (lo que sólo demuestra su buen juicio), pero también que utilicen ordenadores y otros artefactos electrónicos, cuenta el Sunday Telegraph. Lo que han descubierto los miembros de esta comunidad (y nadie sabía hasta ahora) es que los chips que son el alma de estos aparatos llevan grabado el número 666, que en el Apocalipsis representa el Mal.

Cabras de Qumran

El largo proceso de descifrado de los manuscritos del Mar Muerto ha entrado en una fase ligeramente más extraña. En efecto: una vez reconstruidos penosamente los principales rollos, quedó una nube de fragmentos imposibles de relacionar... hasta ahora. El material utilizado para escribir fue el pergamino de piel de cabra, y el intento (cuenta el International Herald Tribune) ha sido reconstruir la genealogía de los rebaños a partir de los restos del ADN. La hipótesis es que dos manuscritos de pergamino procedente de la misma cabra, o al menos del mismo rebaño, tienen más probabilidades de haber sido hechos en la misma época, o escritos por el mismo escriba, que otros procedentes de cabras lejanas. Razonable o no, no quedan muchas más formas de desentrañar este corpus de textos, cuyas palabras ya han sido registradas, concordadas, comparadas y agitadas por medios manuales e informáticos de todas las formas posibles, a la búsqueda del sentido o de ecos del Nuevo Testamento.

Paso a paso

La imagen de un grupo de ciudadanos canosos balanceando un coche hasta sacarlo de la acera sacudió a muchos ingleses a principios de mes, pero todavía más el hecho de que el ministro de Transportes calificara su acción de "sensible" y "dentro de sus derechos". Sí: los activistas pro derechos de los peatones han pasado a la acción directa, pero no han sido jóvenes airados sino jubilados y personas mayores agrupados en la Asociación de Peatones, que se fundó en 1929.

No se declaran enemigos de los coches, cuenta el Sunday Telegraph, pero están dispuestos a que quien quiera caminar pueda hacerlo sin problemas. En su última acción comando balancearon fuera de las aceras cincuenta coches en un distrito residencial del norte de Londres. Sus acciones, no violentas pero efectivas, en defensa de un derecho tan fundamental como es el de la carne sobre la chatarra, han tenido como blanco una situación urbana relativamente benigna. Pero si cayeran por casualidad un día cualquiera en Madrid (o en muchas otras de nuestras ciudades), ¿no añorarían en seguida la cizalla, el bulldozer, o la bomba de fragmentación?

Trece y negro

¿Cuál ha sido el grupo étnico con mayor crecimiento en los Estados Unidos en los últimos tiempos? La sorprendente respuesta es los nativos americanos (o "indios"), que han aumentado un 137% en los últimos veinte años. El dato lo proporciona Fortune, y viene a remover la imagen de una raza mortecina cuyos miembros se apagan uno a uno, mientras las pujantes minorías negras o hispanas ocupan todo el espacio.

Pero la realidad es más compleja aún. Resulta que el factor que ha desencadenado su éxito demográfico no ha sido tanto la simple natalidad como la afiliación: desde que se aprobó una ley que permite crear casinos en las reservas, los indios han explotado un filón que su entorno puritano rechazaba. Por ejemplo, una tribu dakota de Minnesota, compuesta por cien miembros, posee tres casinos cerca de Minneapolis. Cada miembro adulto de la tribu obtuvo el año pasado un dividendo de más de cuarenta millones de pesetas, con lo que las peticiones de integración en ese colectivo han crecido vertiginosamente. En estos momentos admiten a miembros hasta con un cuarto de sangre dakota.

 

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