El español medio se levanta en su casa propia ensordecido por el ruido de la calle, comprueba cómo han subido sus acciones, chatea por Messenger tras mirar qué películas que han bajado de la Mula y borra el spam. Luego enciende todas las luces y baja a tomar un café atendido por un inmigrante (al que paga con lo que le toca de los fondos europeos), da limosna a un niño pobre, que se la gasta enseguida disfrutando con sus amigos, mira a su turista y medio que pasan por la calle, frente a la farmacia de la manzana, planea el siguiente robo (o denuncia el que le han hecho), escribe a un pariente en la cárcel, dona otro órgano, emite un poco de CO2 y maltrata a un anciano mientras hojea las noticias de fútbol en el periódico musitando “que inventen ellos”, antes de irse a trabajar todas las horas que puede para comprarse videojuegos.

Felices fiestas.