¿Qué aprender?

José Antonio Millán y Susana Narotzky

 

A pesar de los seis años transcurridos desde su primera publicación, creemos que el actual sesgo de las políticas educativas (y muy especialmente de las universitarias) aconseja repetir conceptos básicos.

 

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En manos del sistema educativo se sitúan muchas demandas sociales: algunas de ellas explícitas, y otras ocultas, pero no menos reales... Nosotros dividiríamos estas demandas en dos tipos: 1) formar profesionales y 2) formar ciudadanos. Nuestro intento en este artículo será analizar estos dos fines, para remontarnos a los medios para lograrlos, y ahí descubriremos cómo estos confluyen en un terreno común...

 

 Formar profesionales

La primera disyuntiva se plantea en los fines de la formación: si hemos de atender a dos discursos paralelos (el de las declaraciones políticas y el de las captaciones publicitarias), el objetivo del sistema sería crear a los profesionales

  • que la sociedad necesita

  • que demandan las empresas (es decir: formar a los profesionales para que encuentren trabajo)

Ambas cosas no son lo mismo: en este país (como en otros) hay mucha gente empleada haciendo cosas que la sociedad no necesita, o que incluso son nocivas para ella (sin ir más lejos, los responsables de la televisión mal llamada pública).

El primer problema es saber qué necesita la sociedad; es decir: en los términos de anticipación en los que necesariamente se mueve la educación: saber qué se va a necesitar dentro de siete, diez, quince años. Esto va a depender del proyecto político de reproducción social, es decir del proyecto de mantenimiento o transformación de las relaciones sociales dominantes (económicas, políticas). En una misma "sociedad" coexisten diversos proyectos políticos que dan lugar a visiones muy diversas de lo que "necesita" la sociedad. A pesar de que aquellos que detentan el poder nos intentan mostrar la sociedad como una unidad indiferenciada con intereses y proyectos comunes, no lo es.

Aun si partiéramos de un proyecto mayoritariamente consensuado (lo cual no es fácil), conocer el tipo de formación que lo apoyaría tampoco lo es. Y lo que es peor: aunque se supieran detectar necesidades futuras, ¿cuanto se tardaría en promover los estudios que las cubrieran? En esta compleja estructura contemporánea en que la expresión “formación de formadores de formadores” se puede oír sin pestañear no cabe una respuesta formal ágil a unos cambios vertiginosos del medio.

La formación directamente orientada a la búsqueda de empleo es también nebulosa. El mismo concepto de empleo aparece como desvaído, pasado de moda, en un mundo en el que predomina el trabajo de agentes autónomos y estructuras flexibles y recombinantes. Esto también tiene que ver con un determinado proyecto político-económico que enfatiza la necesidad de "flexibilidad" tanto funcional (la persona tiene que saber realizar distintos trabajos) como estructural (la empresa no puede asumir de forma continuada una determinada estructura que implica un número estable de empleos dedicados a tareas con continuidad temporal). Lo que esto implica es precisamente movilidad en términos espaciales, laborales, intelectuales de los individuos llamados a trabajar en el contexto del futuro. En definitiva, lo que parecerían necesarias serían buenas bases de formación general y no tanto énfasis en la especialización, que puede dejar de ser pertinente para cuando al estudiante le llegue el momento de insertarse profesionalmente. Sin embargo las políticas educativas parecen estar apostando por lo contrario, la hiper-especialización, cuanto antes mejor.

Hoy da la impresión de que los estudiantes llegan a la formación superior con derecho a sobresaliente en todo y a salir con empleo, y como este último punto genera además un rico entramado de másters y otros complementos, tal vez valga la pena examinar más de cerca esta pretensión.

Esta nueva visión sostiene que la universidad se ha transformado de ser proveedora de un "derecho" a la enseñanza superior del ciudadano a ser un productor de servicios (ya no concebidos como públicos, colectivos y universales, es decir a los que uno tiene derecho por ser ciudadano) que el estudiante percibe en tanto consumidor individual (por los que paga y por tanto debe recibir el producto adquirido, es decir la titulación con máxima nota: ¡no compraríamos una chaqueta con un agujero!). Y, puesto que lo consumido (educación superior) se concibe únicamente como un fin instrumental hacia el empleo, también se adquiere una certificación de que se va a conseguir uno. En definitiva, esto es el resultado también de políticas económicas de ajuste neo-liberal que han caracterizado en los últimos años a nuestro país y a otros países europeos, en los que se ha enfatizado el carácter "empresarial" de los servicios públicos, su gestión económica eficiente y su privatización, con la consiguiente presión hacia la producción de "mercancías" y simultáneamente la expansión de la demanda (a través de la explotación de nichos emergentes pero también a través de la utilización de técnicas de márketing).

Pero no nos engañemos: para encontrar empleo (o trabajo) lo mejor es ser de buena familia, tener amistades con recursos: tener una red social buena. La formación, la excelencia laboral o intelectual son condiciones tal vez necesarias, pero nunca suficientes para ello. Si las empresas fueran máquinas eficientes escogerían a los mejores profesionales para cumplir sus necesidades, pero no es así. Cuántas veces no nos maravillamos de que individuos ineptos e ineficientes a los que conocemos bien ocupen lugares prominentes en el mundo económico, político e intelectual. ¡Ya lo decía Cipolla en su tratado sobre la estupidez! (Allegro ma non troppo, Ed. Crítica).

Vamos a hablar ahora desde el punto de vista del sector que más movimiento (y sobresaltos) está causando en el mercado del trabajo. Nos referimos al sector digital, que abarca no sólo la venta de ordenadores y programas, sino la utilización de las nuevas tecnologías en procesos en que antes no intervenían (de la prensa a la enseñanza, de la administración al consumo), la creación de universos de difusión y comercio propios (la Web) y la formación y la mediación en estos nuevos territorios.

Iniciativasnet.com, una compañía de Tejas identificaba así el pasado febrero algunos de los trabajos de nueva aparición:

INTERNET BENCHMARKING. Registra el sitio en los buscadores de Internet y se lo indica a los diferentes colectivos virtuales.

NAVIGATOR. Revisa los sitios Internet de la competencia, de los posibles nuevos competidores y también los grupos de discusión a fin de recopilar información de importancia para las estrategias de la empresa.

ON LINE DOCUMENTATION MANAGER Es el profesional capaz de crear catálogos de consulta sencillos y rápidos.

INFORMATION BROKER. A través de los bancos de datos, organiza y resume información según necesidades de los usuarios, añadiendo valor a simples datos.

Estos trabajos no existían un año atrás, y quizás no existan dentro de un año, de modo que la preparación para ellos tiene que ver con la autoformación, con la adaptación al entorno, con la capacidad de reacción ante los cambios. Nada de eso se puede meter directamente en un programa de enseñanza (aunque sí se pueden incluir las competencias que lo permitan: véase más adelante).

Queríamos citar a este respecto un bello ejemplo del siglo XVII, que casualmente surge en el contexto de los orígenes de la pedagogía. Se encuentra en el Tratado practicable de la enseñanza de un buen príncipe, que el Duque de Villahermosa hizo para Felipe IV (y que recojo de Fernando Bouza, Corre manuscrito, Madrid, Marcial Pons, 2001). Cuenta lo que

Alfonso de Alburquerque hiço la segunda vez que su rey le mandó se volviesse a la Yndia que havía ganado y estaba a pique de perderse [siendo ya tan viejo] y embiandole, estando en la popa, con el secretario las instrucciones de lo que había de hacer hiço aquel notable hecho en presencia de su rey de dexarlas caer en la mar diciendo que la verdadera instrucción era su experiencia y su honra (...) y que asi segun lo que entendía y alcançasse se valdría de la ocasión para pelear y vencer (...) sin ir atado de instrucciones de los que no se havian allado en esto ni sabían lo que se les podría offrecer.

 ¡”Sin ir atado de instrucciones de los que no se havian allado en esto ni sabían lo que se les podría offrecer”! Y ante las demandas del futuro, ¿no estamos todos así?

 

Asimilar la información

 El universo de la información hoy es un continuum digital en parte abierto (la WWW), en parte restringido (las bases de datos de acceso condicionado) y en parte privado (archivos personales o institucionales). Una nube de emails (con mucho, la aplicación más utilizada del universo digital) pone en contacto a los agentes que operan en él. Sólo la Web contiene hoy unos 500.000 millones de páginas de información.

Este medio fenomenal de archivo y comunicación representa también su máximo caos. Demos la palabra ahora a Petrarca, De los remedios contra próspera y adversa fortuna (trad. de Fancisco de Madrid, 1510):

La diversidad de los caminos muchas veces engañan al caminante, y el que por un solo camino yva dudó en dos, y mucho más en tres o quatro; y así al que un solo libro pudiera aprovechar, sin probecho rebolvió muchos. La diversidad de las cosas es difícil a los que aprenden, a los ya enseñados poco les basta, y lo demasiado, a los unos y a los otros es importuno

La capacidad para desenvolverse en un universo mucho más exhuberante que el que pudo soñar Petrarca plantea grandes retos para el trabajo personal y para el empresarial (las tecnologías de la información concentrarán en torno al 25% del trabajo en el 2005).

Pero fijémonos en que la capacidad para desenvolverse en el nuevo medio presupone antes todas las competencias tradicionales, de las que la primera es la lectura: lectura hábil, rápida y con una extracción de información de calidad, acompañada por el desarrollo de una memoria activa y bien ejercitada. Capacidad de comparar con otra información similar en sus contenidos o análoga en su estructura, pero también para dar un salto hacia algo aprovechable y que aparentemente tiene poco que ver, es decir saber explotar la analogía (lateral thinking). El análisis y la crítica de las fuentes adquiere en un medio tan complejo el rango de primera necesidad. Los trabajos de mediación simbólica en el medio digital exigen muy especialmente otras competencias tradicionales: capacidad de expresión oral y escrita, y capacidad para situarse en el punto de vista del receptor. Esto, en un medio en el que existe separación con el usuario y en el que interacciones reales se convierten en procesos semiautomáticos, es un elemento aún más necesario: Giddens habla de proceso de distanciamiento para referirse a la deslocalización de interacciones sociales que sin embargo tienen efectos locales sobre los individuos (The Consequences of Modernity, Cambridge: Polity Press, 1990).

¿Qué debería dar el sistema educativo?, a nuestro entender:

1) Formación rigurosa en las disciplinas tradicionales: no sólo por sí mismas, sino por la educación instrumental que conllevan en temas como lectura y recuperación de información, ejercicio de la memoria, etc. Esto en lo que refiere a competencias técnicas, pero también respecto a los contenidos: necesidad de crear una masa suficiente de información como para poder comparar y discernir con mayor autoridad. Es decir: cuanto más se conoce de un tema más se puede ejercer la crítica respecto a informaciones adicionales sobre ese tema.

2) Lenguas: cuantas más mejor, pero con el inglés como eje básico y con una competencia cuasi-nativa.

3) Educación digital: no sólo en el “manejo de apliaciones a nivel de usuario”, sino en todo el complejo conjunto de cuestiones que hoy en día supone la “alfabetización digital”. No hay mucha bibliografía sobre el tema, pero recomendamos: "Users Training: A Crucial but Ignored Issue in Remote Collaborative Environments", por Daniel Pimienta y Catherine Dhaussy.

Fijémonos en que estos tres pilares son al tiempo:

·        imprescindibles para las propias disciplinas, e

·   imprescindibles para la actividad profesional posterior

Un géografo (o un médico, o un economista, o un ...) necesitará acceder a bibliografía en otras lenguas y hacer uso de medios digitales durante su formación, y por supuesto en el desarrollo de su profesión. Adquirir estas capacidades a lo largo de su periodo de formación, comenzando desde los niveles escolares, es el reto que el sistema tiene hoy ante sí.

 

Formar ciudadanos

Y, sumergidos en el mundo profesional, habíamos olvidado hasta el momento al ciudadano. Éste se encuentra hoy ante unos medios de comunicación cada vez más serviles a las necesidades de sus empresas propietarias, y con la televisión convertida en el eje de la información, cuando es un mero suministrador de sucedáneos (muy recomendable: Ignacio Ramonet, “Informarse cuesta”).

La comunicación horizontal entre ciudadanos y las informaciones y los medios independientes presentes en la red pueden permitir a los individuos superar ese estrecho marco, pero con la condición de poder filtrar, valorar y apropiarse de contenidos muy heterogéneos. La “fractura digital” no será sólo entre sociedades con acceso o no a la Red (lo que, por supuesto, es el primer requisito). La siguiente divisoria será entre quienes pueden hacer uso de los medios digitales para construir su propias opiniones, y los que no. El tercer reto está en la utilización creativa de las tecnologías de la comunicación: la formación de emisores, y no ya sólo de receptores. Esto a la vez supone la formación de un espacio político virtual en el que los ciudadanos y habitantes de distintos espacios ya interconectados desde hace siglos por los movimientos del capital puedan generar demandas comunes hacia las élites dirigentes mundiales (G-8, Banco Mundial, Fondo Monetario, etc.). Pero esta nueva dimensión global de la ciudadanía dependerá de que la conectividad de la realidad económica, social, cultural y política sea percibida y entendida como tal por los niños, jóvenes y adultos. Y esto quizá sea factible enmarcando el debate de la diversidad, en lugar de en un cierre identitario aderezado de "tolerancia", en un modelo de organización social abierta, en donde debemos enseñar lo antes posibles a percibir "el sentido global de lo local" como dice la geógrafa Doreen Massey ("Power-geometry and a progressive sense of place" en Bird, J. et al. Mapping the Futures. Local Cultures, Global Change, Londres: Routledge, 1993). Uno de los retos importantes de la formación de ciudadanos es, pues, permitir el compartir la experiencia de una realidad común para poder crear y generar nuevas formas de comunidad política transcultural y probablemente deslocalizada (como ocurre en gran medida con el capital). Y para ello, el manejo culto de la red es fundamental.

Acabamos con las conclusiones con que uno de nosotros terminó recientemente una intervención pública:

No estamos (yo mismo y muchos otros) a favor de la Internet, o del uso de medios digitales, porque sí: no somos propagandistas de los vendedores de equipos informáticos ni de los fabricantes de programas. No queremos crear una sociedad de compradores, de ciudadanos que adquieran aparatos cada vez más potentes para conectarse cada vez mejor y seguir comprando (bienes, ocio y formación) al exterior.

Estamos en el mundo de la red y de los medios digitales porque creemos que de ellos se pueden derivar la liberación de tareas repetitivas y tediosas, nuevas vías de acción para las empresas, mejores servicios a los ciudadanos, más armas para los fines de la sociedad civil y mayor comunicación entre las personas.

(José Antonio Millán, 10 retos para la Red en Español)

 

 

 

Publicado por primera vez en Cuadernos de Pedagogía, nº 319, diciembre 2002.
Primera edicion en esta web, 17 de abril del 2008

José Antonio Millán es editor digital, autor de De redes y saberes. Cultura y educación en las nuevas tecnologías (1998)

Susana Narotzky es antropóloga, catedrática de la Universidad de Barcelona, autora de La antropología de los pueblos de España. Historia, cultura y lugar (2001)

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