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Reivindicación medieval de la palabra

La portentosa enciclopedia de Francesc Eiximenis

José Antonio Millán

 

Francesc Eiximenis
Llibres, mestres i sermons
A cura de David Guixeras
y Xavier Renedo
Barcelona. Editorial Barcino. 2005

El jueves, 27 de octubre, en el Auditorio del Museu d ’Història de Catalunya tuvo lugar la presentación de la obra de Eiximenis, en la que intervinieron sus editores Xavier Renedo y David Guixeras, y Carles Duarte, director de la Fundació Lluís Carulla. La presentación estuvo a cargo de de Lola Badia, catedrática de la Universitat de Barcelona, y del autor de estas líneas.

Una versión anterior de este artículo fue publicado en el Quadern de El País a finales del 2005

 

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El franciscano gerundense Francesc Eiximenis (1330?-1409) fue quizás el autor en lengua catalana más leído del siglo XIV y del XV, y su fama fue muy grande. Como muestra de hasta qué punto eran esperadas sus obras, recordaremos que el rey Pere III, que le había encargado un libro, dio orden al guardian de su convento barcelonés de no dejarle salir hasta que no lo hubiera finalizado [1]. Su influencia, directa y a través de traducciones al castellano, se mantuvo largo tiempo.

Su extensa obra constituye una auténtica enciclopedia avant la lettre en la que fue tocando todos los temas de su tiempo, desde el urbanismo a la fisiognomía, la cosmética, la higiene, el arte de la memoria, los ángeles o la pobreza. Casi 2.600 capítulos de este compendio del saber medieval se reparten a lo largo de muchos libros, de los que está editado modernamente el Dotzè llibre del crestià (Col.legi Universitari de Girona/Diputación de Girona, 1987).

A pesar de la maligna opinión de Borges de que el mayor encanto de una antología reside en las omisiones, hay que reconocer que para presentar la obra de Eiximenis al lector actual nada mejor que una selección, y precisamente bajo la forma de una antología temática como ésta. Llibres, mestres i sermons reúne textos de diversas procedencias que tienen que ver con la lectura, la escritura y en general la educación. La época actual, que aúna la abundancia de producción editorial con la exhuberancia de la Web y un debate siempre abierto sobre la educación hará muy bien en volverse a la sabiduría medieval sobre estos temas.

La introducción de la obra sitúa la escritura de Eiximenis en la corriente franciscana de valoración positiva de la ciudad que —frente a los que veían en ella un cúmulo de pecados y de tentaciones— el escritor de Girona presenta como el lugar donde "hay más hombres instruidos y más libros y más sermones y más lecciones y más buenos ejemplos de muchas buenas personas que no en los lugares menores".

Los consejos y admoniciones del franciscano se orientan (como era normal en la época) a la educación de los príncipes y nobles, pero también a la incipiente burguesía mercantil. Se recomienda, por ejemplo, el estudio de la gramática porque hacía posible "hablar con los extraños en su tierra y fuera de aquella" sin necesidad de intérprete. Y recomienda aprender "las lenguas que tienen alrededor", es decir, y para la corona de Aragón, el aragonés, el castellano, el francés y el italiano.

Es en este contexto de viajes, relaciones y comercio en el que hay que contemplar la postura de Eiximenis sobre la lectura. Frente a quienes consideraban que las mujeres no tenían por qué saber leer, el gerundense presenta un argumento doble: "No impidas jamás a tu mujer que sepa leer y escribir, por la razones siguientes. La primera es que, si quiere ser mala, no dejará de serlo por no saber leer y escribir. Después, porque la hembra que sabe eso es de mucho mayor valor que si no lo sabe" (porque podrá enseñar a los criados, o podrá ejercer de secretaria de su marido).

Aunque quizás la principal razón de no prohibir las letras a una mujer sea ésta: "La hembra está inclinada a querer con fuerza aquello que el hombre le prohibe". Porque de hecho, a pesar de sus posturas avanzadas, Eiximenis no puede quedar al margen de la fuerte corriente misógina medieval, como se ve en uno de sus capítulos: "De qué maneras el hombre puede humillar la malicia y audacia y altivez de su mujer".

La relación íntima, personal, que empieza a tener el lector con la obra escrita y su soporte se ve en el parlamento atribuido a Platón, cuando se despedía de sus libros a la hora de su muerte: "Padres míos dignos de reverencia y conductores y luz de mi vida, de aquí en adelante no podré estar más con vosotros, pues me voy con mi Dios, que me llama sin dilación. Os doy todo tipo de gracias por el gran honor y corona y gracia que me habéis dado en el mundo, y suplico a mi Dios y Señor que os ponga en manos de personas que os amen y os honren y os busquen de todo corazón en todo momento como yo he hecho toda mi vida" [2].

Esta reivindicación "moderna" de la lectura se ve de todas formas mitigada por la creencia de que la palabra realmente viva es sólo la oral, y se recuerda a San Jerónimo: "La voz viva que sale de la boca de aquel que informa bien a los otros tiene dentro de sí una virtud escondida, que es que cuando llega a las orejas de aquel que la oye más poderosamente entra en el hombre y mejor le informa que ninguna otra cosa".

Y esto no sólo con la palabra divina: de las seis cosas que se recomiendan para alcanzar el saber, dos tienen que ver con la interacción oral con el otro: "la primera era buscar lugar reposado y esquivar todas las otras ocupaciones; la segunda, escuchar humildemente a todo el que pueda enseñarle; la tercera, estar en tierra extraña; la cuarta, estar en pobreza y no tener exceso de nada; la quinta era tener conversación con gentes sabias; la sexta, poner gran atención en ello, pues la atención hace maestro al hombre".

No fue Eiximenis un gran innovador en los temas que tocó (que fueron todos los que tenía a su alcance), pero sí un inmenso recopilador, un ameno enciclopedista. En sus páginas sobre la palabra y la lectura brilla con luz propia un pensamiento vivo y atento.

La presente edición de la Biblioteca Barcino quiere precisamente reavivar la palabra medieval, y lo consigue con la modernización de la grafía, con las cuidadosas introducciones parciales, con la ayuda de las notas y del glosario final y sobre todo con la sensible selección de aquellos aspectos de la obra del gerundense que más pueden aportar al hombre contemporáneo.

 

[1] No quiero ni pensar en que sea un rasgo recurrente en la edición barcelonesa: Me contó un antiguo trabajador de la Editorial Bruguera (ahora felizmente recuperada) cómo en los años 70 de pasado siglo la dirección encerraba en una sala de la editorial a un famoso autor de historietas y no le dejaba salir de la habitación hasta que no había deslizado una a una, por debajo de la puerta, las páginas que debía... venusup.gif (901 bytes)

[2] [Recojo aquí por comodida del lector un post de mi blog del 22 de noviembre del 2005] ¿Qué será de nuestros libros cuando nos hayamos ido? El blog Bibliotecosas indaga en este locus poeticus a través de dos poetas contemporáneos, Martínez Sarrión y Manuel Mantero, y el activísimo librero Roger Michelena recomienda Lo que quede de Verónica Murguía, donde leemos:

Una preocupación de los lectores apasionados es el futuro de su biblioteca, el destino de los libros amados cuando uno ya no esté. No me refiero a las bibliotecas de los escritores famosos, o a los acervos de miles de volúmenes que algunos logran juntar; hablo de las modestas bibliotecas que uno va reuniendo laboriosamente a lo largo de la vida y que, imagino, pueden agobiar a los deudos después de haber sido el orgullo de los difuntos.

Ya lo dice Gerardo Deniz en su poema "Exlibris con estrambote":

Sólo preveo, razonable,
la dispersión,
la venta al peso,
librerías de viejo. ¿San Luis Potosí
A.D. 2049?…

Y una aportación precisamente del editor de Eiximenis, Xavier Renedo, de la Universitat de Girona:

Ahí va otro ejemplo, que cito de memoria y que es una variante del hermoso poema de G. Deniz. A finales del 1979, o a principios de 1980, F. Sánchez Dragó hizo una larga entrevista a Italo Calvino para la segunda cadena (ignoro si se ha recogido en algún libro). Al final F.S.D. preguntó a Calvino por el destino de su biblioteca cuando muriera. Calvino le dijo que le gustaría que sus libros se repartiesen por otras bibliotecas y remató la frase diciendo: "La lógica combinatoria... Llull, Leibniz..." venusup.gif (901 bytes)

 

Creación, 12 de febrero del 2006

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