Babel, revisada

Eco relata los intentos
de superar la confusión de las lenguas

José Antonio Millán

 

Umberto Eco. La búsqueda de la lengua perfecta
Barcelona. Crítica. 1994

Equiana

La búsqueda de la lengua perfecta
Segundo diario mínimo
Kant y el ornitorrinco
El péndulo de Foucault

En el origen de esta obra está una de las grandes aficiones de Umberto Eco: el coleccionismo de libros antiguos sobre "lenguajes imaginarios, artificiales, locos y ocultos". Y es que el catedrático de Bolonia lleva camino de conseguir el sueño de todo bibliómano: ir convirtiendo estantes de su librería en nuevas obras, cuya venta le proporciona ingresos, que a su vez le permiten nuevas adquisiciones, sobre las que volver a escribir...

La habilidad de Eco logra transmutar una sucesión de viejos mamotretos de títulos abstrusos en la historia apasionante de un anhelo: recuperar la lengua de todos los hombres. No está concebida como una novela, aunque los seguidores de su obra narrativa reconocerán algunos temas que recorrían El nombre de la rosa, y también a un personaje central del Péndulo..., Abulafia. No: este nuevo libro es un ensayo, un ensayo tradicional con apartados, subapartados y bibliografía. Pero un ensayo sobre un tema maravilloso, escrito bajo el signo de Borges, quien aparentemente tuvo la habilidad de poner el dedo en todos los lugares, de la literatura o de la filosofía, donde podía caber el asombro.

Porque, ¿qué persona medianamente culta no ha reflexionado, opinado, o incluso discutido abiertamente sobre alguno de los temas que se entrelazan en este libro? ¿Cómo empezó el lenguaje?, ¿hubo una lengua primigenia?, ¿por qué hoy hablamos tantas lenguas distintas?, ¿es alguna de ellas superior a las demás?, ¿y alguna de las que ya han desaparecido?, ¿es realmente posible la traducción?, ¿se puede crear una lengua artificial que sea mejor que las naturales?, ¿serviría para algo?

Los intentos de contestar comienzan con la Biblia misma... y también las dificultades, porque dos capítulos del Génesis aportan datos contradictorios. En el 11 se cuenta la historia de la Torre de Babel, origen de la multiplicidad de lenguas, mientras que una esquina menos conocida del capítulo 10 parece indicar que tras el Diluvio ya había lenguas diferentes. Las implicaciones son muy distintas: si con los hijos de Noé las lenguas ya estaban divididas, puede incluso que se dividieran antes (y su variedad no tiene por qué ser un castigo). Pero si una sola lengua llegó hasta Babel, ésta podría ser la lengua adánica, perfecta, que el primer hombre recibió en el Paraíso.

Los tanteos para buscar esta lengua, reconstruirla, ignorarla o enmendarla ocupan buena parte de la cultura occidental, y el discurso de Eco debe atender a la Cábala, a Llull y a Dante, del mismo modo que a Zamenhof y a Wittgenstein ¾sin olvidar a Rousseau y a Leibniz; debe contar (como contrapunto a páginas más aridas dedicadas a la combinatoria o a la categorización) la historia de los jeroglíficos egipcios, la de los caballeros rosacruces, y la invención de la tradición aria. No es ésta una obra fácil, y cuando el autor califica a su lector ideal de "voluntarioso" no está haciendo precisamente retórica. Pero triunfará el Eco profesor, y ninguna duda queda sin aclarar.

El libro se divide en dos bloques: por una parte los intentos de crear lenguas a priori, es decir, construcciones intelectuales que intentan formalizar todo lo que hay en el mundo y el pensamiento humano desde la idea de cómo deberían ser. Esta historia comienza con Llull y llega, a través de Leibniz hasta los lenguajes formalizados por excelencia de la actualidad: los informáticos. Y por otro lado se tratan las lenguas a posteriori, las que recogen elementos de las ya existentes para recombinarlos, librarlas de sus "imperfecciones", y crear una lengua nueva. Esta es la línea que conduce, por ejemplo, al esperanto.

Contra lo que podría parecer, no estamos ante temas históricos o muertos, y no hablo sólo de sus implicaciones profundas. Por reducirnos al  ámbito hispánico: en 1944 aparecía en Madrid una propuesta de "escritura y lengua universales" [1], en 1988 se editaba en Caracas un sistema de escritura jeroglífica universal [2], y el año pasado se publicaba en Barcelona un método para aprender diez lenguas simultáneamente [3]. Esta época de viajes, comercio global y unidades supranacionales no podía dejar la preocupación por la comunicación. El libro de Eco termina con una reflexión sobre Europa: ¿qué hacer en este espacio esencialmente políglota? Por supuesto, no cabe imponer una de nuestras lenguas y desterrar las demás; tampoco podemos pedir que todos dominen todas las lenguas. ¿Qué, entonces?: "en el mejor de los casos, [una Europa] de personas que pueden encontrarse hablando cada uno su propia lengua y entendiendo la del otro, que no sabrían hablar de manera fluida, pero que al entenderla, aunque fuera con dificultades, entenderían el 'genio', el universo cultural que cada uno expresa cuando habla la lengua de sus antepasados y de su propia tradición". Y con esta propuesta posibilista, respetuosa y tranquilizadora, se cierra ¾por el momento¾ una historia tan larga.

 

La malla La figura de Zamenhof liga a Eco con otra esquina de esta web: el inventivo Caramuel

Sobre la lengua artificial Ido, véase:
http://www.geocities.com/Paris/Rue/8009/Espanol.html
Una versión abreviada se publicó en El País, el 21 de mayo de 1994 [1] Véase la versión española de la excelente Enciclopedia del Lenguaje de David Crystal (dirigida por Juan Carlos Cabrera), apartado de "Lenguas artificiales", Madrid, Taurus Ediciones,  1994
[2] Dediqué a esta obra un capítulo de mi libro Húmeda cavidad, seguido de Rosas y puerros, Salamanca, Ediciones de la Universidad de Salamanca, 1996. Se puede comprar aquí.
[3
] Dra. C.S. Meulemans y Dr. J.A. Elias, Lic. Didier Elias Meulemans, Introducción a la endolingüística. Decaglota I, Barcelona, Libros Límite, 1993

 

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