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Madrid, 2001 |
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Introducción:
Internet, lengua y comunidad
Con frecuencia se habla de las lenguas como si fueran
seres humanos ("atacan", "se defienden", o se manifiestan "sin
complejos"); y sin embargo, ¡ay!, las lenguas no hacen nada ni sienten nada:
sus hablantes sí, aunque no todos en la misma dirección ni con los mismos matices...
Junto a esta metáfora dominante y a veces
peligrosa que equipara a las lenguas con seres sintientes, o directamente con
personas, hay otra preconcepción igualmente delicada: que las lenguas definen
comunidades. Que los que hablan, por ejemplo, español, tienen en común alguna cosa (con
frecuencia evanescente y difícil de determinar), y constituyen en conjunto una comunidad,
ya habiten en Nueva York, Sanabria o Corrientes. Sobre el tema de la lengua (esa cosa tan
próxima e íntima, pero tan misteriosa...) se sobreimprimen otras muchas cuestiones:
culturas, visiones del mundo, y aquí de nuevo la tendencia es a atribuir ciertas
uniformidades en valores y comportamientos a los que comparten un mismo sistema
fonológico, léxico y gramatical. Ni que decir tiene que los nacionalismos (tanto los que
se forjan enfrentados a una comunidad política que los contiene, como los
criptonacionalismos de las comunidades dominantes) fomentan esta visión.
En las creencias populares sobre las lenguas vemos
rebrotar ideas que la ciencia lingüística abandonó hace siglos, o décadas, pero ocurre
que a diferencia por ejemplo de la física cuántica, sobre la que nadie opinaría
sin conocimiento cualquiera opina sobre temas de lengua, y la mayoría (personas
cultas, escritores, periodistas, igual que ciudadanos sin especial formación) lo hacen
exteriorizando sus íntimos e invisibles prejuicios lingüísticos [1], y sin mayor
precaución...
Pues bien: en este panorama confuso e ideologizado de
concepciones sobre las lenguas irrumpe la Internet, que se caracteriza porque no se sabe
muy bien qué es ni para qué sirve (exageramos, pero sólo un poco). Si uno ve los
anuncios de la televisión y lee ciertas cosas, da la impresión de que la Internet te
preparará el desayuno, trabajará por ti y por supuesto te arreglará la
vida. Esto en la concepción popular, pero si uno lee declaraciones de estadistas o
economistas la cosa parece aun más maravillosa. Tanto es así, que se ha conseguido
envolver en un aura de grandeza a una tecnología incipiente, tosca y cara [2]... Bueno: semejantes
discursos (entre los que tal vez se encuentra éste...) serán peajes del progreso, como
las odas al ferrocarril que obedientemente escribían en su momento los poetas que
querían ser "modernos".
Puestas así las cosas, se comprenderá que el
intento de trabajar sobre las conexiones, interrelaciones y dinámicas de redes y lenguas
sea una tarea muy compleja... que tal vez valga la pena intentar.
Interludio oriental
En un artículo publicado en la New York Review of
Books a finales de 1999 [3], Ian Buruma comenzaba sorprendentemente anunciando la situación
de guerra entre Taiwan y la República Popular de China, para luego pasar a matizar las
cosas: ¡se trataba tan solo de una guerra en el ciberespacio!, un lugar donde
decía "aún no ha muerto nadie". Las relaciones entre Taiwan y la
República Popular han sido especialmente tensas, y su manejo diplomático es una
pesadilla. Pero sobre esta cuestión se sobreimprime otra más curiosa aún:
Depende de lo que entendamos por China,
cuestión que es casi tan compleja como el "problema judío", y a la que la
llegada de la Internet da un nuevo giro. ¿China es un estado, una nación, un área
geográfica, una cultura o sólo un mito?
¿Qué mantiene unida a la gente que se siente china,
de Cantón a Vancouver?, se pregunta Buruma... Entre otras cosas, las películas de Bruce
Lee (¡que era de San Francisco, EEUU!), y el uso de su lengua, concretamente de la
escrita (una escritura única, que corresponde a muchos dialectos, e incluso lenguas
diferentes). Pero hay otra cosa: la Red. Tras analizar el flujo de noticias y comentarios
sobre y de China, que se esparcen por todo el mundo, Buruma concluye:
... la cacofonía democrática de voces
puestas en la Internet muestra claramente que China ya existe como una sociedad
pluralista, no sólo en Taiwan, y en Hong Kong, sino en el ciberespacio. Y, por más
duramente que Pekín esté tratando de pararlo, los chinos del continente ahora también
son miembros de esta sociedad.
Esta idea de la realización política de China en el
ciberespacio debe hacernos pensar. Traspasado a nuestro terreno: ¿qué tipo de unión
está ejerciendo la Red sobre la comunidad hispanohablante --si es que está ejerciendo
alguna? Para contestar a lo cual tal vez habría que comenzar por responder a otra:
¿existe algún vínculo entre las personas que hablan español en todo el mundo, más
allá del puramente lingüístico? Escasamente, parece pensar Juan Luis Cebrián...
El propio concepto de Latinoamérica, tan
extendido en el lenguaje común, y tan ligado a las representaciones y ensoñaciones
revolucionarias de los años sesenta, difícilmente es identificable en el sentir y
comportamiento colectivos de muchos de los pueblos que la integran [4].
¿Es interesante, es valioso que exista este vínculo
entre hispanohablantes (que épocas tal vez superadas denominaron Hispanidad)? Para
concluir: ¿puede la Red contribuir a crear este vínculo o, caso de que ya exista, a
mantenerlo o articularlo?
El espacio de la Internet en español puede
convertirse en el soporte de un ente político (como la China de Buruma), pero sólo en la
medida en que exista un proyecto para hacerlo. Y esta cuestión, de momento, desborda el
marco de un libro como este...
La aduana de la Red
Pero incluso saliendo del terreno político, estamos
ante una situación muy especial: el rápido ascenso de las redes informáticas ha creado
una situación nueva y de consecuencias no muy previsibles. Sectores enteros de la
actividad económica y de la industria de contenidos y de formación está pasando al
nuevo medio, a lo que se añade que cuestiones antes ligadas al ámbito territorial, por
jurisdicción o por simple oportunidad geográfica, ahora quedan desdibujadas: en la red
todos estamos a la misma distancia, y sólo hay una jurisdicción: curiosamente la de la
lengua.
Adelantaremos un ejemplo, fruto de nuestra propia
experiencia. El Instituto Cervantes fue creado por el gobierno español para la difusión
del español en países no hispanohablantes. Su sitio en Internet (Centro
Virtual Cervantes) convocó ya desde su primer año de vida a una gran cantidad de
usuarios de España y de países hispanoamericanos, aparte de su público digamos
"oficial" (por ejemplo, gran cantidad de accesos desde Estados Unidos). Esto ha
ocurrido, entre otras cosas porque ofrecía servicios útiles para la comunidad
hispanohablante nativa, servicios que ningún otro lugar en la red (ni en muchos casos
fuera de la red) proporcionaba. Sí: la restricción territorial ya no es factible para el
mundo de la difusión de contenidos, mientras que "la única aduana es, de hecho, la
lengua" [4]...
Plan de este libro
En este libro vamos a intentar explorar algunas
características del cruce entre Red y lengua, y sus aduanas...
En la parte I abordaremos la cuestión de los
caracteres en que se funda la Internet en español (capítulo 2), para pasar al problema
de la ñ (capítulo 3), y acabar con un capítulo dedicado a los dominios (el
4).
En la parte II estudiaremos la cuestión de la
evaluación de una lengua en la Red, empezando por la cuantificación (capítulo 5), y
siguiendo por otros criterios de evaluación de la Red en español (capítulo 6), para
terminar con el estudio de un caso de interés: las listas de RedIris (capítulo 7).
En la parte III pasaremos revista a las herramientas
automáticas que empiezan a ser mediación obligada para las lenguas en las redes,
comenzando con un intento de valoración del sector lingüístico digital como instrumento
(capítulo 8). A continuación exploraremos algunas características de la nueva frontera
de las lenguas en la red: la interacción oral (capítulo 9).
La parte IV estará dedicada al efecto que las
tecnologías y prácticas sociales promovidas por la Red provocan sobre nuestra propia
lengua, tanto en lo que respecta a vocabulario y usos (capítulo 10), como en el menos
estudiado aspecto icónico (capítulo 11).
Por último, la parte V intentará una visión de
conjunto sobre los grandes flujos e intercambios que se celebrarán en y a través de la
Red en español (capítulo 12), siguiendo con una acotación sobre el tema del
"contenido" (capítulo 13), para terminar con un análisis de las circunstancias
que nos puede ofrecer el futuro inmediato (capítulo 14).
El apéndice dedicado a "Enlaces" sobre las
áreas de interés no pretende ser una recopilación exhaustiva (¿puede existir tal
cosa?), pero sí una guía útil. Y el "Índice de temas y autores" trata de
recrear en la tipografía la capacidad de navegación y recuperación de información de
que ahora disfrutamos en la Web, casi sin darnos cuenta...
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Última versión, 19 de junio del 2001. |
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[1] Tampoco carecen de estos
prejuicios los propios lingüistas. Sobre unos y otros, véase Juan Carlos Moreno Cabrera,
La dignidad e igualdad de las lenguas. Crítica de la discriminación lingüística,
Madrid, Alianza Editorial, 2000
[2] José Antonio Millán,
"Promesas y realidades, o el fracaso del ordenador", en http://jamillan.com/fracaso.htm
[3] Ian Buruma,
"China in Cyberspace", New York Review of Books, 4 de noviembre de 1999.
[En línea] http://www.nybooks.com/nyrev/WWWarchdisplay.cgi?19991104009F
[consulta: 27/03/01].
[4] Juan Luis
Cebrián, "La sociedad digital y el diálogo transatlántico", en Memoria,
comunicación y futuro [en línea] http://cvc.cervantes.es/obref/debates_brown/ponencia02.htm
[consulta: 27/02/01] .
[5] Fernando
Rodríguez Lafuente, director del Instituto Cervantes, intervención en el Curso
"Telecomunicaciones, cultura y sociedad", Foro Complutense, 12-15 de marzo del
2001 http://jamillan.com/telecult.
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