La
revuelta de los científicos
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Una adición, a 16 de noviembre del 2001 Un proyecto de licencia de revistas electrónicas para el Tercer Mundo una presentación desde el sitio del CSIC. El sitio de Ideal Charter Dos adiciones, a 5 de septiembre del 2001: "What Next for Internet Journals? Implications of the Trend Towards Paid Placement in Search Engines" ,by Robin Henshaw, en First Mondayhttp://firstmonday.org/issues/issue6_9/henshaw/ (El futuro del peer reviewing de publicaciones en Internet, más la cuestion de los buscadores) "Problems and the Epistemology of Electronic Publishing in the Arab World: The Case of Lebanon", by Ramzi Nasser and Kamal Abouchedid, en First Monday http://firstmonday.org/issues/issue6_9/nasser/ (Una visión de los problemas y servidumbres de la publicación científica en el mundo árabe, por cierto: no tan diferente de la nuestra... La edicion electrónica, ¿puede acabar con ese estado de cosas?) |
El día 1 de septiembre vence el plazo que la Public Library of Science, una asociación de científicos de ciencias biológicas y médicas, ha fijado para que las compañías que rigen el mercado de la edición científica digital cambien su política. La iniciativa de la Public Library of Science lleva reunidas más de 26.000 firmas de científicos (casi 1.300 de ellos españoles), entre ellos varios premios Nobel. Su propuesta es que a los seis meses de aparición de los artículos estos se pongan abiertos en la Red, en sitios que reúnan lo más importante de la investigacion de un sector. Si el 1de septiembre las compañías no han actuado así, los firmantes se negarán a contribuir a sus publicaciones o a actuar de asesores para ellas. Las empresas objeto del ultimátum son bien conocidas: la canadiense Thomson y la anglo-holandesa Reed Elsevier, entre otras. Las compañías que dominan la edición digital en el terreno de publicaciones periódicas científico-técnicas (el sector conocido como STM, "Science, Technical and Medical") son muy pocas, y además están cayendo progresivamente en prácticas abusivas, que van desde las limitaciones en el uso de las publicaciones digitales (artículos que no pueden copiarse, imprimirse o prestarse) a prácticas comerciales viciadas, como la obligación de compra de bases de datos completas (y no de publicaciones aisladas). Los seguidores asiduos de estas páginas ya conocen algunas de las paradojas de las tecnologías digitales de la edición. Quizás la más importante es que se utilicen las posibilidades técnicas para limitar, y no para facilitar: por ejemplo, las licencias que prohiben que se pueda copiar, imprimir, o incluso leer un libro en voz alta. Los libros que se desvanecen en 10 horas. O los impedimentos para el préstamo de una obra electrónica (la gran aportación de Penguin estos días es que sus libros digitales se podrán compartir con otros usuarios). ¿Para esto hemos hecho un viaje tan largo? ¿Qué ocurrirá cuando unas pocas empresas tengan toda la información digital y nos dicten cómo y cuándo tenemos que usarla? ¿Y si el objeto de secuestro no son novelas, sino la investigación científica con mayor importancia social y humana? En el mundo tradicional, una universidad podría comprar una suscripción para su biblioteca, y cualquier miembro de la universidad, o de fuera de ella, podía consultar la revista, hoy y dentro de siete años. Hoy los grandes editores digitales lo que venden son permisos de acceso y lectura sólo para ciertas personas, o sólo para cierto número de consultas; y si una biblioteca deja de pagar, las obras no estarán ya nunca más disponibles... En el terreno de la investigación científico-técnica (que, no lo olvidemos, tiene un parte importante financiada públicamente en casi todo el mundo) lo que aportan las editoriales es el mecanismo de evaluación y admisión de obras para la publicación (en inglés peer reviewing) y luego la difusión. Tal y como están las cosas, las universidades y los gobiernos subvencionan las investigaciones, los científicos crean sus obras, las editoriales criban la producción (con la colaboración gratuita de miembros de las instituciones científicas), la difunden, y las universidades y gobiernos es decir, sus bibliotecas pagan por consultar lo que han pagado ya... Este viaje de ida y vuelta resulta, la verdad, un poco extraño. La Public Library of Science quiere que los artículos publicados en los dominios de biología y medicina (a los que pertenecen sus promotores) estén accesibles seis meses después de su aparición, y no simplemente en la página web de la publicación, sino integrados en bases de datos abiertas donde puedan ser objeto de búsquedas combinadas. La iniciativa podría fácilmente extenderse a otros sectores de la edición científico-técnica. ¿Y de qué vivirán los editores, si se extiende esta posición? De la primera publicación de una obra. Los miembros de este movimiento creen que los beneficios actuales de los editores de STM son excesivos. Para Michael Eisen, uno de los iniciadores de esta iniciativa, los editores deberían ser "como comadronas; se les paga por su trabajo, y al final del día devuelven el niño a sus padres". Los científicos que publican en estas revistas no cobran por ello, ni tampoco cobran los miembros de los comités editoriales, o los evaluadores. Muchos científicos empiezan a creer que la Internet permite una difusión directa de las obras por parte de los autores o de sus instituciones, y que la propia comunidad de investigadores podría encargarse de la evaluación y gestión de las obras publicadas en este medio. El problema de los derechos digitales de obras ya publicadas no parece disminuir. En el pasado mes de junio una sentencia sobre los derechos electrónicos de los escritores free-lancers reconocía que los medios de publicación donde habían aparecido los artículos no tenían el derecho de republicarlos digitalmente, ni de cederlos a las bases de datos. Parece que la teoría de la comadrona va extendiéndose... Sobre estas cuestiones recomiendo, además de las direcciones anteriores, la versión web de un excelente documental informativo de la Radio National australiana, que a mediados de agosto se difundió mucho por la Red. Su título: La indignación del conocimiento. La problemática de las revistas científicas ya fue analizada por Joaquín Rodríguez en este mismo sitio, y la redefinición del sector editorial fue también objeto de un extenso comentario. Los sitios de las instituciones implicadasPublic Library
of Science Reed Elsevier Rosetta Books Comentarios y análisisWendy McAuliffe, "Penguin To Let You Share An E-Book"http://www.zdnet.com/intweek/stories/news/0,4164,2806601,00.html "Knowledge Indignation:
Road Rage on the Information Superhighway": Julia Karov, "Publish Free or
Perish" "The Reaction: Publishers
Set to Remove Older Articles From Files" Otras lecturasJoaquín Rodríguez López. "La locomotora digital. Lo que las revistas científicas pueden hacer sobre el futuro de la edición". José Antonio Millán. "Vender vino sin botellas. El nuevo circuito editorial" Titulares y noticias del sector editorial |
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Este texto
inédito es exclusivo de la versión web de Edición electrónica o digital Creado: 29 de agosto del 2001 |