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En la era de las obras tránsfugas

Aspectos culturales del abandono del papel

 

José Antonio Millán

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Publicada originalmente en El País,
el 7 de abril del 2012.
Esta versión ha sido corregida,
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Origen de la fotografía de Schönberg:
Wikimedia Commons

1x1c3.gif (41 bytes) Un día del año 1892, quien luego sería el gran compositor Arnold Schönberg, entonces con dieciocho años, recibe una gran alegría: el Meyers Lexikon, la enciclopedia que su familia compra por entregas a medida que van saliendo al mercado, ha alcanzado la tan esperada letra S. Con ella en sus manos, Schönberg, que compone desde los nueve años (aunque ha dejado la escuela y trabaja de aprendiz en un banco), puede por fin leer la entrada "Sonata", y de ese modo saber cómo estructurar el cuarteto de cuerda que está componiendo. Por cierto: nuestra Enciclopedia Espasa, que empezó a aparecer en 1908, usó ilustraciones del Meyers Lexikon, cuyos clichés había comprado, y a veces me pregunto si la partitura de sonata que aparece en la pág. 367 del tomo 57, SOLA/SUBN, no será la misma que miró con avidez el joven Schönberg.

El papel no sólo era el lugar donde se leía, sino también una forma de dosificar la venta, permitiendo que la familia del zapatero Schönberg adquiriera poco a poco una obra cara... y que el editor fuera amortizando, también poco a poco, sus inversiones. Las entregas iban dispensando las entradas enciclopédicas ordenadas alfabéticamente, como botellas de vidrio que pusieran a la venta el vino de una barrica.Y, de golpe (y en una comparación que se ha hecho famosa), con la llegada de las obras digitales ¡empezaban a vendernos vino sin botellas! Pues bien: la última colección acreditada de botellas de cultura que quedaba en el mundo ha anunciado su desaparición: la enciclopedia Britannica no se publicará más en papel.

No es el único caso, aunque sí el más famoso... Una categoría de obras condenada a la extinción ha sido la de "por si acaso": uno adquiría los tomos de una enciclopedia o los de un diccionario por si un día necesitaba algún dato. Hoy se limita a consultar por línea la palabra que busca. Del mismo modo, las casas tenían un grueso volumen donde se agolpaban miles de números de teléfono alfabetizados por el apellido, por si alguno hacía falta. ¿Alguien quería saber el teléfono de una persona que vivía en determinada dirección? Para eso estaba otro volumen donde se agolpaban los mismos números, ahora ordenados por calles.

Muchas obras de consulta han desaparecido del papel, y están en almacenes digitales o en ese sitio incorpóreo que ahora se llama la nube. Las obras legales, ese entramado inextricable de leyes, reglamentos y jurisprudencia, fueron de las primeras en dejar el papel y pasarse a un sistema informatizado que permitía la consulta de concusión dondequiera que apareciera. Como desde hace tres años el BOE es sólo digital, todo el circuito publicación-consulta de leyes puede ser ajeno al papel. El proceso no ha sido sin reticencias: hace unos años me encontraba realizando un estudio en despachos legales, preguntándoles si estaban dispuestos a adoptar las obras digitales, y con frecuencia, señalándome los volúmenes del Repertorio de jurisprudencia que cubrían las paredes, me contaban que inducían confianza en sus clientes. Todavía ahora, las alocuciones televisivas de los políticos en época electoral los muestra con un fondo tranquilizador de tomos alineados...

Otra categoría en vías de desaparición material son las guías turísticas, que hoy se pueden llevar en el móvil. En combinación con el GPS, nos indicarán el camino a un restaurante, que además no habrá cerrado dos años atrás, porque los datos que aportan estarán actualizados (esperemos). Las revistas científicas han desaparecido también del papel, sustituidas por suscripciones a bases de datos.

Existían géneros breves que sólo podían difundirse agrupados: los artículos (en periódicos o revistas), los cuentos (que sólo se vendían en revistas o en antologías); pero los productos intermedios como un ensayo mediano o un cuento largo tenían realmente difícil aparecer sueltos en el mercado. Emancipados del papel, estos géneros ahora pueden difundirse en su "extensión natural", que es lo que ofrece Amazon en sus Kindle Singles, de los que ha vendido dos millones en el último año y pico.

 

¿Todo son ventajas en este nuevo mundo de difusión incorpórea de obras? No sé, no sé... Las obras enciclopédicas perennemente actualizadas nos impedirán saber qué se pensaba antes sobre un determinado tema. La dependencia de redes de telefonía y de data centers a las orillas de un lejano fiordo se puede revelar excesivamente optimista a poco que las cosas no vayan bien. Pero claro: cualquier jovenzuelo hoy en día tiene a su alcance inmediato la definición de sonata, ejemplos grabados de los mejores autores (arriba), y partituras para escoger (abajo). De modo que podemos sentarnos y esperar la eclosión de obras que nos deparará esta nueva edad dorada...

 

 

 

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Publicación en esta web, 26 de abril del 2012

 

 

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